Ya está aquí el debate sobre si la conversión en SA es la única solución

Evarist Murtra la rechaza de plano porque "el problema no es el modelo, sino Laporta" y Jaume Roures apuesta por la fórmula Bayern aunque nadie se atreve a impedir el colapso y cruzar un punto de no retorno

Joan Laporta

No es ningún asunto menor que el barcelonismo empiece a debatir sobre si la solución al hundimiento del club en manos de Joan Laporta es la transformación en sociedad anónima (SA). O sea, la puesta a la venta del club -estimado en un arco que va desde los 4.500 millones a los 5.500 millones de euros-, en forma de acciones con el riesgo de que quien posea una mayoría acabe controlando el club a su antojo sin importar la opinión de los socios, el peso de la historia, el arraigo e identificación con un país, Cataluña, ni los valores, su idiosincrasia y esa característica excepcional de haber sido, al menos durante 124 años, una entidad universal, abierta, participativa y, de alguna manera, el club no solo de unos miles de socios, sino de casi 400 millones de barcelonistas que se identifican con sus colores azulgrana.

Claro que otros clubs, la mayoría de los grandes con excepción del Real Madrid, son capaces mantener un protagonismo competitivo siendo SA, como el Liverpool, el Manchester United, el Bayern, los dos grandes de Milán o la Juventus. Para el Barça, sin embargo, sería el final de una historia centenaria, una transformación que en su torbellino haría desaparecer el barcelonismo en su expresión más pura y tradicional.

Evarist Murtra se aferra a que es posible evitar ese día el juicio final sin salir a bolsa en un artículo que La Vanguardia publicó ayer junto a otro de Jaume Roures en el que plantea la solución intermedia, parecida a la del Bayern Múnich, de capitalizar el 25% del FC Barcelona en forma de acciones que permitieran una capitalización suficiente para borrar la deuda que ahoga al club y depositar el otro 75% en la Fundación, controlado como hasta ahora por los socios.

No es el primer debate de nivel sobre el mismo tema. La SER fue quien destapó hace semanas la caja de los truenos en una charla entre Roures, Víctor Font y Carles Vilarrubí en la que el ex de Mediapro, con su frialdad y alma calculadora, calificó casi de pantomima el modelo actual en el que los socios en realidad no mandan nada, solo votan cuando se les llama y luego la directiva hace lo que le da la gana, proponiendo la fórmula que amplió y justificó en La Vanguardia el domingo. Más tarde, la SER promovió un contraste de pareceres entre Marc Ciria y Jaume Llopis para quien ya es tarde «porque Laporta está vendiendo el club a pedazos, ya ha empezado. Mi grupo ya posee la información del registro mercantil sobre las sociedades ocultas que está creando», ha precisado. Por su parte, Ciria siempre se ha opuesto a la SA en cualquier proporción porque «no garantiza que sea la solución» y porque «cualquier inversor querrá tener el control de la gestión», y cree que será inevitable cederle mucho poder. Otros medios han realizado, entre especialistas, la prospección sobre el valor real de la institución. Ya es un debate en marcha e imparable.

El planteamiento de Evarist Murtra acaba siendo, como es habitual, el intelectualmente correcto en el marco teórico del barcelonismo en su estado más puro y el que, desde el punto de vista sentimental, toca más la fibra. «La crítica situación económica es el pretexto utilizado por quienes defienden la privatización del club, que proponen la entrada de capital privado como vía para liquidar la deuda actual y para modernizar un modelo de gestión que da verdaderos síntomas de colapso. De entrada, una máxima poco discutible: la forma jurídica del club ni es, ni debería ser, en ningún caso, un obstáculo para su buena gestión. Y si lo es, solo se explica por la incompetencia de sus gestores», ha escrito.

Tan lapidario que la cruda realidad exige que alguien frene a Laporta, lo eche del palco y nuevos directivos, sin contaminar por la generación del 2003, se hagan cargo del club. Eso sí, siendo conscientes de que toca austeridad, recuperación y afrontar con una mentalidad barcelonista que el club no podrá fichar de momento a los cracks del mercado. Algo que tampoco hizo falta cuando alrededor de Messi explotó el mejor Barça de todos los tiempos con futbolistas de la Masía.

Joan Camprubí Montal, el as en la manga de Murtra para cuando hay elecciones, le secundó rápidamente en X con un corto hilo de opinión: «Mantener la propiedad del club 100% en manos de los socios es compatible con su gestión saneada y transparente. ¡La SAE no debe ser nunca la solución! ¡Defendamos nuestro signo de identidad más preciado! Por eso somos y seremos «más que un club. ¡Visca el Barça! ¡A por la Supercopa!».

En lado no del todo opuesto, aunque sí práctico, Jaume Roures da por sentado que Laporta no es capaz de resolver el monumental lío en el que ha metido al Barça: «La propuesta consiste en mantener una amplia mayoría propiedad de los socios (por ejemplo, un 70-75%) a través de la Fundación y vender a bolsa un 25% o 30% de las acciones. Podríamos encontrar un buen ejemplo en lo que ha hecho la Fundación La Caixa en todo el proceso de transformación bancaria. Con este movimiento se conseguirían dos cosas: 1. Eliminar de golpe la deuda del club que impide en estos momentos ser competitivos. 2. Un control exigido por la bolsa sobre las finanzas del club que obliga a una gestión esmerada y transparente en todo momento. ¿Quién podría invertir en este 25%-30%? Pues inversores de todo tipo o acreedores que podrían capitalizar la deuda que tienen con el club. Estos inversores minoritarios tendrían los derechos habituales en estas operaciones y un compromiso del club de pagar dividendos según los resultados económicos (el Bayern garantiza un 75% de dividendo a los tres accionistas)».

Jaume Roures estaría preparando, según algunas informaciones, su retorno al club como el cerebro de la nueva Barça TV cuando se supere el plazo obligado legalmente tras su liquidación y pueda recuperarse el concepto y la instrumentalidad de un canal de comunicación audiovisual propio. Le interesa, por tanto, la recuperación económica lo antes posible y sobre todo que alguien se atreva a fiscalizar a Laporta bastante más allá de lo que ha conseguido Javier Tebas, que no es poco. Al parecer, no se va a meter en discutirle el poder ni el gobierno a nadie, pudiendo seguir haciendo negocios.

Para el Barça, en definitiva, no se atisba una alternativa al colapso financiero y económico que no pase por una gran decisión. La de convertirse en SA requiere algo imposible como es neutralizar el efecto Laporta. La de corregir el estilo de gestión y afrontar una travesía en el desierto parece aún más utópica, pues pasa por eliminar de la ecuación a la actual junta directiva y relevarla por neobarcelonistas con una determinación hercúlea y resistentes a terremotos, tsunamis y catástrofes varias.

La conclusión es que con Laporta se hunde el barco y con él el barcelonismo mientras el presidente, como la orquesta del Titanic, toca la música de la Superliga. Ni Murtra ni Roures la han mentado. Por algo será.

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