Laporta cambia otra vez de discurso y cierra la puerta a más fichajes esta temporada

Joan Laporta, con su fichaje estrella, Robert Lewandowski

Existen varios motivos por los cuales Joan Laporta se contradice a menudo en su propio relato, como hizo esta semana anunciando que, por razones económicas evidentes, desistía de cualquier intento de fichar en el mercado de invierno que se abrirá a partir del nuevo año. No hacía ni una semana que había dado de nuevo rienda suelta a su improvisación e irresponsabilidad proclamando la voluntad, casi la necesidad, de reforzar el equipo de cara a lo que quedará de temporada cuando se reanude la competición después del Mundial.

La principal causa de despiste, sin duda, radica en que se ha acostumbrado a gobernar sin un plan definido, a golpes, yendo de aquí para allí y actuando tan compulsivamente que, de golpe, se ha encontrado otra vez atrapado y víctima de sus propios desmanes.

Si se repasa la reciente historia de su modus operandi, Laporta iba a cerrar el ejercicio 2021-22 con 150 millones de pérdidas cuando, de pronto, a veinticuatro horas del cierre del 30 de junio pasado, decidió cambiar de estrategia, dejar a un lado los acuerdos de junta sobre rigor el económico y financiero necesarios, así como de esa austeridad que le obligaba a cumplir con unos mínimos de gasto en todos los frentes -no sólo en el de los fichajes, pues también, a la vista de la trágica situación, se le conminaba a dejar de comer todos los días en sus restaurantes favoritos-, y tirar la casa por la ventana con el resultado de ingresar 870 millones de golpe en forma de beneficios.

El pequeño detalle, insalvable, que Laporta había pasado por alto fue no recordar ni calcular el enorme daño hecho al club con sus casi 300 millones de provisiones y deterioros añadidos al impacto de la covid aplicados a las pérdidas del ejercicio anterior. Como resultado, hoy el Barça de Laporta sigue con el margen salarial tan comprometido, pese a las apariencias, que la propia LaLiga de Javier Tebas le ha debido recordar que, efectivamente, no puede ir más allá de sus estrechos límites económicos financieros y ha de olvidarse de volver a fichar en enero como el año pasado y, no digamos ya, como en el verano pasado.

Laporta alude, equivocada y perversamente, a un nuevo constreñimiento decidió por la Laliga esta temporada y a un documento recibido la semana pasada que vendría a impedir que el Barça pueda mover un dedo. LaLiga, por su parte, ya ha negado la existencia de ninguna nueva normativa. Lo que ocurre, una vez más, es que las áreas financiera y legal de Laporta, a menudo protagonistas de despistes históricos, como el contrato por el cual Griezmann se le escurrió de entre las manos hace unas semanas, no da pie con bola cuando se trata de aplicar la normativa reguladora del fair play financiero. Dicho de otro modo, las cuentas de Laporta son una fantasía imposible cuando se contrastan y se someten a la regulación y la normativa.

El lamento recurrente, también de forma manipuladora, se traduce en ese mantra embustero según el cual el Barça no estaría como está si LaLiga hubiera tenido el mimo celo en fiscalizar la gestión de Josep Maria Bartomeu. Precisamente, sin embargo, fue LaLiga la que precisó, cuantificó y estableció que la inacción y los errores de la junta de Laporta habían desbaratado extraordinariamente los estados financieros y contables del Barça mucho más que la propia pandemia y el cierre del estadio, ek museo y las tiendas durante más de una temporada.

Lo que no hizo Bartomeu, por más que se empeñe Laporta en inventarse una herencia inasumible, fue dilapidar tantos activos patrimoniales como ha hecho su sucesor por un valor de 870 millones de beneficio directo sin que esta inyección de capital finalista y desesperada haya servido para reestructurar, sino al contrario, la economía de una junta que no ha reducido la deuda y, además, ha aumentado la masa salarial 200 millones por encima de su capacidad para generar recursos, y también los gastos.

El problema añadido que ha frenado en seco la verborrea laportista sobre fichar en enero radica en que, además, LaLiga le ha recordado que no le va a servir de nada la venta de más patrimonio a efectos de mejorar su margen salarial.

Cuando se habla de deshacerse de la última joya de la corona, BLM, que esta temporada debería dar el esperado salto cuantitativo aplazado por culpa de la covid, este otro recurso desesperado solo serviría para suavizar las pérdidas ordinarías en una maniobra que solo podría clasificarse como otra locura sin precedentes.

Un bofetón para Laporta aunque no por inesperado, sino por la propia negligencia de su administración, que sigue sin interpretar como debe la normativa de LaLiga o bien, como también se sospecha, hace como que no se entera para presionar a Tebas, a ver si le deja estirar más el brazo que la manga y salirse de la disciplina a la que la totalidad de los clubs está sometida.

También ha debido recular y negar de plano ese relato mentiroso que venía repitiendo sobre rescatar a Messi, una ensoñación que venía utilizando para distraer al barcelonismo desde que el equipo fue eliminado de la Champions en la primera fase por segundo año consecutivo, sin duda también como consecuencia de esa espantosa decisión de echar a Messi en lugar de renovarlo. como se había comprometido a hacer.

Negando su propio discurso hasta ahora, Laporta ya ha cerrado esta puerta argumentando que “Messi es un jugador con contrato en vigor”, una circunstancia que prohíbe a ningún otro club negociar con él y mucho menos ir proclamando a los cuatro vientos su intención de ficharlo. De forma añadida, a Laporta le han dado un toque las autoridades futbolísticas y desde el entorno del delantero argentino se le ha hecho llegar una última y seria advertencia para que no siga jugando con fuego.

Fuentes próximas a Messi confirman que. desde que lo echó del Barça el 5 de agosto de 2021. Laporta no ha mantenido el menor contacto ni con el jugador ni con nadie próximo. Todo ese cuento de abordar su regreso era inventado, una operación de distracción y de imagen por parte de Laporta pretendiendo borrar de la historia del Barça el hecho, innegable, de que él ha sido el presidente que despidió a Leo, el único responsable.

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