Tensión extrema entre Laporta y Messi, al que sigue irritando con su actitud

El presidente echó a Leo de la foto de la inauguración del SJD Pediatric Cancer Center. El argentino, aunque ha donado tres millones más que el Barça, hubo de celebrar una ceremonia íntima para evitar el choque de trenes con Laporta

El pasado 16 de junio, la inauguración del SJD Pediatric Cancer Center Barcelona requirió un gran esfuerzo diplomático por parte de los responsables de ese impresionante proyecto para que se dieran las circunstancias apropiadas de forma que uno de sus grandes impulsores, Leo Messi, no coincidiera con el presidente del FC Barcelona, Joan Laporta, en representación de la Fundació Barça, que también ha participado en el proyecto.

Al final, gracias a que el jugador argentino se adaptó a participar en una mini-ceremonia personalizada, al margen del acto principal, no se produjo ese choque de trenes que Messi lleva evitando desde que Laporta se desdijo de su palabra, de su promesa y de su compromiso de renovarlo tras ganar las elecciones.

Las relaciones se han deteriorado hasta el extremo de que Leo ha establecido una especie de orden de alejamiento que ya obligó a Laporta a no acercarse ni a diez metros en la ceremonia de entrega del último Balón de Oro en París, donde precisamente el argentino ganó el séptimo de su carrera.

Messi se fue a primeros de agosto del año pasado, todavía bajo el shock de una decisión que le pilló realmente a contrapié, inesperadamente, y que le costó horrores digerir. Las primeras explicaciones las aceptó como pudo, en un estado de disgusto y de confusión. Leo se fue con una enorme elegancia, sin querer señalar a Joan Laporta como lo que es, el presidente que se la jugó traicioneramente a un día de iniciar los entrenamientos en el Camp Nou tras las vacaciones.

Luego se fue progresivamente enfureciendo, ya en París, cuando Laporta empezó a dar explicaciones señalando como causa de esa renuncia las pretensiones económicas del delantero. Vino a decir que esperaba un gesto de Leo para seguir jugando en el Barça gratis. Una acusación malintencionada y perversa, cínica también, la única a la que ha respondido hasta ahora: “Nadie me lo pidió nunca. Me duele lo que están diciendo de mí”.

Leo le hizo llegar a través de terceras personas que no cruzase nunca más esa línea roja. Le prohibió acercarse en la gala del Balón de Oro y le invitó a no abrir la boca, nunca más, sobre lo ocurrido. Su plan es volver a vivir en Barcelona y servir al Barça desde un cargo técnico cuando cuelgue las botas, así se lo ha prometido a su familia y así lo cumplirá. Por eso no quiere guerras con Laporta, al que fue a votar en las elecciones del 7 de marzo de 2021. Prefiere guardarse para sí, de momento, lo mucho que podía haber explicado sobre el asado con que Laporta prometió convencerlo y de todos los detalles de un nuevo contrato que Messi aceptó, exactamente en las condiciones ofrecidas por Laporta.

Le dolió, especialmente, que la junta de Laporta y el propio presidente fueran cazados explicando a la prensa catalana que, cuando cerraron el trato, ya sospechaban que Jorge Messi, su padre y agente, tenían algo arreglado con el PSG, insinuando una especie de maniobra de chantaje. Aquello colmó el vaso de su paciencia y le abrió los ojos a la pinza que, realmente, le habían preparado entre Laporta y Piqué, con quien rompió cualquier relación para siempre.

El problema es que, hace poco, Laporta volvió a las andadas y empezó a dejar que circulasen informaciones apuntando un regreso de Leo al Camp Nou, posibilidad a la que el presidente le dio alas en algunas declaraciones. De nuevo, furioso, Leo, le envió un mensaje, ahora sí, amenazante, en el sentido de salir a explicar la verdad y toda la verdad sobre su relación y los hechos que rodearon su marcha si volvía a darle cuerda a esa noticia. Un ultimátum al que Laporta se ha sometido, aunque sólo hasta la próxima, pues en la última asamblea hizo hablar a Gaspart en su nombre, pidiendo un homenaje del barcelonismo a Leo.

Mal camino si Laporta sigue provocando a un futbolista que tiene muy claro cuál es su casa y cómo desea reencontrarse en el lugar donde ha echado raíces, donde ha residido la mayor parte de su vida y donde han nacidos sus hijos, sin ninguna tensión añadida y con plena normalidad.

Que Leo siga callado no quiere decir que ni olvide ni perdone. Además, le gusta muy poco que le busquen las cosquillas porque sí, por puro capricho como en este acto benéfico de Sant Joan de Déu, tan señalado por la magnitud del proyecto, donde se vio obligado a no aparecer en la foto de grupo. La presión del Barça sobre la organización de Sant Joan de Déu se impuso, en otro caso de abuso de ese poder sobre la sociedad catalana que sabe ejercer el laportismo.

El caso, sin embargo, es que Leo Messi, a través de su fundación, ha realizado una aportación personal y directa de mucho más peso que el propio Barça, pues el delantero formó parte del grupo de los donantes fundadores que hicieron posible arrancar este SJD Pediatric Cancer Center, inaugurado la semana pasada con una superficie de 14.000 metros cuadrados en cinco plantas, con la capacidad de aumentar un 35% la atención oncológica infantil.

Exactamente, Leo Messi cerró esa primera corona de aportaciones con 3 millones, que además de servir para poner los cimientos del proyecto, estimularon el enorme flujo de donaciones posterior hasta hacer realidad el proyecto.

El FC Barcelona también aparece como uno de esos fundadores, motivo por el que razonablemente fue invitado a la gala de inauguración. No obstante, esa aportación azulgrana no ha provenido de los fondos propios de la Fundació, sino de un mecenazgo de Starvos Niarchos Foundation que durante los últimos años ha realizado una donación anual al club superior a los 3 millones para implementar ayudas en los campos de refugiados en Italia, Grecia, Líbano y Catalunya y de esa misma cantidad  reservar una aportación para el SJD Pediatric Cancer Center.

Dicho de otro modo, la Fundació Barça ha tramitado a través de sus estados contables donaciones de un tercero, porque de este modo se engordaba el volumen de la Fundación azulgrana en los tiempos en que Jordi Cardoner la gobernaba. Tras el relevo del directivo, la renuncia más destacada de la nueva responsable ejecutiva, Marta Segú, prima del presidente, ha consistido en echar a Unicef de la camiseta para evitar abonar los casi dos millones del convenio que tanto prestigio y singularidad otorgaba al club. Laporta y su prima han cambiado ese acuerdo por unos 100.000 euros anuales a favor de ACNUR.

Aun así, el presidente Joan Laporta, la vicepresidenta institucional, Elena Fort, y Marta Segú, directora general de la Fundació Barça, se abrieron paso a codazos para estar en la foto y aparentar que sus esfuerzos solidarios son inigualables.

El episodio forma parte de ese calentamiento global extremo, peligroso, de las relaciones suficientemente tensas entre Laporta y Leo Messi. Lo quiera o no, Laporta ha sido, y no Bartomeu, el que ha echado a Leo del Barça cuando se vio presionado por sus avalistas y sus economistas, seguramente en un error de cálculo sin precedentes, pues hace un año el recién llegado presidente asumió el cargo improvisando y fanfarroneando después de jugar a ser nuevo rico sentado a la mesa con el padre de Messi y parecer timorato a la hora de seleccionar prioridades.

Escogió apostar por los capitanes, clase media alta, y renunciar al mejor jugador de todos los tiempos, de modo que un año después sigue sin ningún crack, sometido al sottogoverno del vestuario e incapaz de pagarle las nóminas por falta de ingresos y de patrocinadores, que se esfumaron al mismo tiempo que Leo.

Laporta juega con fuego. La paciencia de Leo tiene también su límite y no tolerará que su imagen barcelonista, según la versión del aparato laportista, pueda apuntar que fue él quien abandonó el barco. Por ahí no pasará.

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