El clientelismo de Laporta con los socios provoca duras críticas

Para reducir al mínimo las 'molestias' a los directivos se entregaron las insignias de 25 años a un millar de socios en un acto frío, masivo y despersonalizado que ha provocado quejas por la falta de insensibilidad

Joan Laporta

“Hoy, en el día de entrega de las medallas a los socios con 25 años de antigüedad, hemos podido vivir un día de barcelonismo extraordinario. Familias. Amigos. Amor incondicional al Club. 25 años de lealtad al Barça. Emoción pura. Gracias a todos”. Así comentaba en su cuenta de Twitter Elena Fort, la vicepresidenta del área institucional del FC Barcelona que presidió la última entrega de insignias y el diploma conmemorativo a los socios con 25 años de antigüedad del FC Barcelona. En ningún caso se trata de medallas, como afirma Elena Fort, poco familiarizada con las efemérides de la vida social del club, usurpando un día más las funciones del responsable del área social, un directivo sin cartera que no pierde un solo minuto en atender a sus funciones, como es el desaparecido Antonio Escudero.

En ese día tan emotivo y entrañable de entrega de medallas para Elena Fort, sin embargo, la percepción del millar de socios convocados para una entrega masiva, que tuvo lugar el pasado domingo, día 4 de septiembre, después la victoria del primer equipo en el Sánchez Pizjuán de Sevilla, resultó bastante distinta. “Ha sido un acto frío y decepcionante. Me esperaba un poco más”, fue la reacción de algún socio que así se lo hizo saber a través de las redes sociales al directivo Mike Camps, quien no tuvo otra ocurrencia que responderle con la absurda excusa de que era una cantidad de socios muy elevada, sobre un millar, además de subrayar que la directiva les había preparado un refrigerio en el Auditori 1899. Esa fue su patética reacción al sentir expresado por una socia del club qué precisó, con exactitud, qué era exactamente lo que había echado de menos: “Humanidad, empatía, calidez, no ser tratado como un número, sino como una persona”.

También le replicó a esa invitación a refrigerio que, para el directivo, representaba un gesto más que suficiente de afecto y atención a los homenajeados en día tan especial: “Pues éramos dos socios más cuatro acompañantes y no nos enteramos. Quizá estábamos demasiado afectados por la frialdad del acto. Agradezco las explicaciones, pero en lugar de entregar tantas (insignias) hoy, se hubiera podido hacer en tres días, uno por cada año 2020/21/22. Creo que amontonar socios no es buena solución”.

En efecto, las quejas tan educada y certeramente presentadas por una de las socias apuntan a los graves defectos de fondo y de forma de un evento barcelonista despachado por la junta con una falta de sensibilidad extrema, y resuelta del modo más fácil y cómodo para los directivos que, gracias a este formato, se sacaron de encima la obligación de asistir al menos a un acto de entrega por año. Como estaban pendientes las insignias de dos años de pandemia (2020 i 2021), más el año en curso, la junta decidió unificarlas en una jornada maratoniana sin ningún sentido.

Hasta la pandemia, la anterior directiva venía celebrando estas entregas en función del número de socios honrados con esa insignia de plata, con frecuencia divididos en un mínimo de dos grupos, tres casi todas las temporadas; o sea, entre dos o tres ceremonias, debido al aumento creciente de los socios que venían alcanzando esa primera mayoría de edad.

La parcelación en dos o tres entregas venía obligada precisamente por esa voluntad y compromiso de la directiva de Josep Maria Bartomeu y, antes, de Sandro Rosell, de atender con la debida personalización y tiempo a cada uno de los socios. Tampoco se imponían restricciones sobre el número de acompañantes, como sí lo ha hecho Joan Laporta de forma tan sectaria e injustificada, limitando a dos el máximo de familiares o amigos invitados. Una barbaridad, sin duda, y una evidencia más de ese clientelismo y falta de tacto con los que actúa la directiva de Laporta, no solo demostrada con el desmantelamiento de todos los derechos sociales. La celebración de asambleas y de votaciones telemáticas innecesarias, pero sobre todo la ausencia de explicaciones y, en su lugar, los embustes con los que se han aplicado las palancas y vendido patrimonio del club -además de asumir nuevos préstamos ocultos- ya son el pan nuestro de cada día de un club que han convertido el barcelonismo en una especie de asociación de abonados, una vez suprimidos todos los sistemas de control económico y financiero y, por descontado, de participación.

El acto del día 4 de septiembre pasado se celebró en el Palau Blaugrana con la finalidad de albergar a unos 4.000 barcelonistas y entregar insignias en dos turnos, uno de mañana y otro de tarde, como si se tratara de una cadena de embotellamiento. Esa sensación de falta de «humanidad, empatía y calidez», como reclamaba la socia, no es más que la culminación, también, de un desapego social evidente. Una realidad que, por ejemplo, se ha proyectado en la persecución sin miramientos del movimiento peñístico, intentando por parte de la directiva y por todos los medios borrar del mapa a las Penyes del Barça, buscando su total desaparición, así como la negligente y dramática gestión de la venta de entradas del Barça-Eintracht, que puso en riesgo físico -más allá de la vergüenza, vejaciones y humillación sufridas- a los socios del club.

Es el futuro que espera al barcelonismo, el olvido y el descuido por parte de una junta que, desde su punto de vista, no tiene más remedio que sufrir la carga de soportar a esos miles de los socios y las obligaciones contraídas, incluidos esos derechos que representan, en la práctica, un esfuerzo personal y dedicarle al club un tiempo y un trabajo que no están dispuestos a realizar. Otra cosa muy distinta es viajar con el equipo a las giras o a los partidos de Champions en clase preferente, que para eso sí están siempre disponibles.

Hay que esperar que, en adelante, por lo menos para la próxima vez, la vicepresidenta institucional no vuelva a confundir medallas con insignias, eso siempre que a partir de ahora no se decida su envío por correo o paquetería. Que todo podría ser. En ambas tandas de entrega, el presidente Joan Laporta ni estuvo ni se le esperaba, por supuesto.

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