La campaña de acoso y derribo contra Piqué parece otro montaje mediático

Los salarios de los capitanes no eran un problema, hace un año, cuando Laporta pactó con Piqué sofocar el vestuario tras echar a Messi. Cara a la asamblea, la junta pone el foco en el gasto, cuando el drama son los ingresos.

Gerard Piqué
Gerard Piqué

Hace un año, Gerard Piqué, que se sentía fuerte físicamente y también empoderado por el presidente Joan Laporta como su capitán de confianza y confidente, afirmaba que si el entrenador (Ronald Koeman en aquel momento) le decía que no contaba con él para la siguiente temporada o que iba a ser suplente, él daba un paso a lado y dejaba el fútbol. Así de claro y de sincero, al menos presuntamente.

Hoy, el defensa central del Barça, una leyenda viva del mejor Barça de la historia y del mejor fútbol que el mundo haya visto, no ha cumplido con esa promesa. Al contrario, cuando el entrenador actual, Xavi Hernández, le ha comunicado que ya no será nunca más titular en el Camp Nou, su reacción ha sido la de aferrarse al contrato, aceptar una rebaja de la ficha, entregarse a la recuperación de sus problemas físicos, jurar que pondrá fin a su mala vida y desafiar la decisión del técnico: “Ya podéis traer al mejor central del mundo, yo seguiré siendo el titular”, al menos esas han sido las palabras que los medios han puesto en su boca, sin que él las haya desmentido.

El propio jugador se ha prestado a una filmación de Barça TV, en la que aparece como el único jugador que ha renunciado a las vacaciones, trabajando solitariamente en la Ciutat Esportiva de Sant Joan Despí para llegar en la mejor forma y recuperado al día en que se reemprendan los entrenamientos.

De todo este acelerado acoso y derribo a Piqué, un relato en corto, trepidante y rocambolesco, no cuadra nada, empezando porque la Liga concluyó hace casi un mes y nadie, ni el entrenador ni el presidente, levantaron el dedo para señalar a los capitanes. Ha sido a raíz de la reunión de junta directiva en La Junquera, donde se convocó la asamblea extraordinaria de este jueves, cuando el vicepresidente económico Eduard Romeu apuntó la necesidad de rebajar la masa salarial en 150 millones contra las fichas de los capitanes.

La reacción se dividió en tres tipos. De enojo por parte de Sergio Busquets, acusando a la directiva de enviar un mensaje a través de la prensa en lugar de ir de cara. Jordi Alba ni se inmutó, como si no fuera con él. “Nadie puede dudar de nuestro compromiso”, dijo, dejando en el aire si se avenía a cobrar menos o no.

En cuanto a Piqué, el sainete de la junta de Laporta se organizó aprovechando que se estaba divorciando de Shakira, o cuando menos tramitando la separación y en un momento emocional delicado, seguramente el más inapropiado e inoportuno, aderezado con una filtración a la prensa no menos sorprendente, según la cual Xavi Hernández había decidido apartarlo de la titularidad a causa de sus problemas físicos, pero sobre todo porque el entrenador consideraba que Gerard no estaba centrado en el fútbol, alterado por sus innumerables negocios, una vida mediática desmadrada, fiestas, etc., ni estaba cuidando su físico como debería.

Nada nuevo bajo el sol de Piqué, cuyas tres últimas temporadas las han marcado continuas controversias entre su yo futbolístico y esa triple vida que, mientras no se demuestre lo contrario, no le había impedido ser titular y, frecuentemente, uno de los mejores del equipo en defensa estática y salida del balón. Otra cosa sería en los mano a mano contra los delanteros y la velocidad a la hora de recuperar la posición, deficiencias suplidas con un gran oficio y una sabia colocación.

En apariencia, por tanto, una injustificada declaración de guerra contra la que Gerard Piqué ha reaccionado con astucia, serenidad y pausa. No ha cumplido con aquella promesa de retirarse, porque considera demasiado artificial y forzado este giro de la directiva y del entrenador, casualmente en el momento de admitir, ante la asamblea, su absoluto fracaso deportivo y económico de esta temporada, una crisis de ingresos que, según Eduard Romeu, no existía hace un año cuando aún estaban Messi y Griezmann y que ahora, con 150 millones menos de masa salarial después de echarlos, no sólo es insuperable sino que requiere una rebaja de otros 150 millones.

La diferencia respeto de los tiempos de Bartomeu es abismal, pues entonces se libraba una batalla gigante por aumentar los ingresos mientras que Laporta no sólo se ha rendido a la primera dificultad, sino que necesita culpabilizar a alguien más, a los capitanes en este caso, de la situación dramática financiera y de recursos de una junta atrapada en su propio juego y pésima gestión.

Si fuera una corrección de sueldos lógica, necesaria y hasta coherente, señalando a Bartomeu como responsable de firmarles grandes contratos y administrando una reducción de fichas como única solución, la junta de Laporta y su correveidile Romeu habrían ejecutado esa rebaja hace un año, a la hora de elaborar un presupuesto real y ajustado.

Ahora bien, al contrario, fue Piqué quien le susurró al oído a Laporta que “si se va Messi se soluciona el problema del fair play financiero”, asegurándole que él mismo cuidaría de sofocar la reacción del vestuario a través de la docilidad de los capitanes. Él se ocupaba. Piqué y los capitanes, igual que Ferran Reverter y Eduard Romeu, liderados por Laporta, estaban juntos en esa jugada maestra contra quien más cobraba, Leo, convencidos de que todos salían ganando.

Un año después, Messi cobra el doble en el PSG, a la junta directiva no le salen las cuentas porque su gestión es torpe, mediocre y cobarde y el equipo no ha ganado ni un solo título, ni cambiando de entrenador ni fichando una delantera nueva en invierno (Adama, Aubameyang y Ferran Torres) gastando 100 millones.

La solución de poner ahora el foco en los capitanes, como si tuvieran que pagar los platos rotos, parece sospechosa, a causa de esa anacrónica realidad y sucesión de los hechos, pues según Xavi los tres eran titulares indiscutibles, sobre todo Piqué, al que le pidió jugar lesionado en Getafe, no hace ni tres semanas.

Luego resulta que, a Busquets, tras la reunión con el club, nadie le ha dicho nada de rebajarse la ficha y no hay tampoco noticias sobre Jordi Alba, que tampoco está preocupado por su continuidad ni por la integridad de salario, en ningún caso amenazada.

Un maldito embrollo en el que alguien, o quizá todos, mienten para representar un drama más que oportuno en vísperas de la asamblea y la necesidad de la Junta de recuperar ante la opinión pública una cierta credibilidad a base de prometer mano dura contra quienes más cobran.

Sólo faltaba el dantesco personaje que ha creado Eduard Romeu de sí mismo, auto-definido como el menos listo de la clase, admitiendo que hace un año no sabía dónde estaba el verdadero problema del club y que presupuestar 470 millones de masa salarial cuando es de 560 millones sólo ha sido un pequeño error de cálculo.

Como siempre, Laporta y su aparato mediático orientan hacia donde más le conviene la opinión pública, pues el problema no es lo que cobran los capitanes, pues eso ya lo sabía cuando conspiró con Piqué en contra Messi, sino los ingresos que se han caído, debido a que el Barça, sin el delantero argentino, ha perdido buena parte de su encanto para los patrocinadores, por no hablar del terrible impacto económico por no superar la primera fase de la Champions y por la bajada de asistencia y, consecuentemente, de buenas taquillas.

Al Barça le han faltado esta temporada, respecto de las anteriores con Messi, de 50 a 60 goles. Pero sobre todo le ha faltado visión estratégica, personalidad para gobernar el club y autoridad para controlar un vestuario que seguirá mandando, por activa o por pasiva.

Y el que se quiera creer que a Piqué lo han puesto en su sitio debería reflexionar un momento, antes de interiorizarlo, sobre cuántas y cuántas presuntas verdades de la junta y de la prensa han resultado ser un montaje, una manipulación y un embuste para salir del paso. La foto de Piqué concienzudamente entrenando en el gimnasio no es más que otro ardid mediático. El problema será si, como parece, el cuento también se lo ha creído Xavi por boca de Laporta.

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