Alves da la campanada final y frustrada de 2021 contra Bartomeu

La obsesión que transmite Laporta en contra de la junta anterior arrastra al lateral brasileño a ser pillado en otra mentira contra el pasado para tapar el presente

El presidente del Barça, Joan Laporta, junto al lateral brasileño Dani Alves

Cuando llega fin de año siempre hay alguien dispuesto a avanzarse a las campanadas y, sobre todo en el Barça, dar una, y sonada, por su cuenta y riesgo. Esta vez ha sido Dani Alves, el crack de 38 años que ha vuelto al Barça por la puerta grande, en un momento y circunstancias en las que, evidentemente, sigue costando justificar su fichaje.

Por eso, para complacer a quien le ha hecho el favor mayúsculo de ficharlo, que no es otro que el presidente Joan Laporta, el lateral brasileño también se ha unido a la corriente mediática generalizada en contra de Josep Maria Bartomeu y se ha lanzado como la mayoría a este pozo de desenfreno y de impunidad, sin límites, abierto por la prensa y el aparato laportista. “Yo no habría vuelto al Barça con Bartomeu”, declaró el brasileño seguro de encajar y de sentirse  arropado por el estado general de la opinión pública, dando por hecho, como parece, que no respetar al ex-presidente del Barça sale gratis y además te da puntos extra de empatía entre los aficionados y la prensa.

El conflicto ha estallado porque Dani Alves, pese a su afirmación, ya había intentado volver al primer equipo con Bartomeu, a quien se había dirigido personalmente, exactamente en mayo de 2019, con ese mismo ruego de volver al primer equipo con la pretensión de ser un futbolista seleccionable por Brasil para el Mundial de Qatar.

Dani Alves le hizo la petición a través de su WhatsApp con estas mismas palabras. Bartomeu le agradeció el interés y su oferta, pero, a diferencia de la reacción exclusivamente mediática que tuvo Laporta, trasladó esa petición a la secretaría técnica del club para que la valorase. Éric Abidal, en aquel momento el máximo responsable del fútbol profesional, fue quien no consideró procedente su fichaje.

Dani Alves, pues, mintió abiertamente al asegurar que él no hubiera vuelto al Barça con Bartomeu, un ex-presidente a quien, desde luego, le dolió la falsedad y la intencionalidad de una afirmación tan innecesaria, oportunista, interesada y gratuita que no venía a cuento de nada, sólo con el propósito de hacerse el simpático y masajear a Laporta, a quien Dani Alves envió un vídeo sobre cómo estaba de bien físicamente para que le abriera de nuevo las puertas del Camp Nou.

De ese WhatsApp, lógicamente, Bartomeu, realizó una captura que no tuvo otro remedio que mostrar a los periodistas interesados en contrastar y corroborar lo que ha sido un patinazo de Alves. No había otra forma de demostrar su versión sobre la metedura de pata del brasileño pues la prensa de hoy, la misma que se cree cualquier memez que diga Laporta, sobre todo si es de boquilla, no le concede el menor valor ni credibilidad a lo que Bartomeu pueda aclarar o puntualizar.

“Para los que sí importa con el Barça, hacemos lo que haga falta… Pero la vida sabe lo que cada uno merece. SorryThanks”, fue el confuso tuit de reacción de Alves en el que parece pedir perdón, pero también lamentar que algún periodista hubiera publicado esa captura.

El episodio ha generado una polémica que, como no podía ser de otro modo por parte de la corte mediática de Laporta, ha criminalizado y censurado el hecho de que hubiera circulado en algunos medios ese whatsapp de Dani Alves a Bartomeu, basándose en la confidencialidad de las conversaciones privadas y en el hecho de que el ex-presidente hubiera utilizado ese tipo de recurso. Es decir, una vez más la prensa dominante y dominada por el régimen quiso convertir a Bartomeu en el culpable del “affaire”.

O sea que, en ningún caso o sólo en contados medios, se ha censurado a Dani Alves por haber mentido con alevosía y premeditación mientras el resto de la prensa se ha  enrabietado contra Bartomeu ante la evidencia y la prueba palmaria del embuste y de la falsedad del jugador, absolutamente recriminable.

Ha ocurrido lo de siempre. El periodismo que hace pasar por investigación lo que sólo son filtraciones, a veces muy manipuladas, y que no duda en alardear y presumir de dar luz pública a documentos de sumarios judiciales y otras pruebas documentales exclusivas y secretas -vale decir que con todo el derecho del mundo- se escandaliza por la que, supuestamente, considera una falta de ética, una inmoralidad y un atentado a la confidencialidad en la publicación de una prueba fehaciente e indiscutible de una mentira.

Para esa prensa, había que dejar las cosas como estaban, hacer caso omiso de cualquier desmentido que hubiera trasmitido Bartomeu y encubrir la actitud cobarde e infantil de alguien como Alves que, incluso puesto en evidencia, no ha tenido el valor y la honestidad de simplemente disculparse o retirar. Se ha dejado intoxicar por esa pequeña ‘gestapo’ laportista.

Así de mezquino, ruin y servil se ha vuelto ese periodismo que adula a Laporta ciegamente, pues está claro que quien rompe esa confianza y esa confidencialidad no es otro que Dani Alves cuando no sólo falsifica injustificadamente sus propios actos sino que además lo hace con la más deplorable de las intenciones, atacando a Bartomeu sin necesidad y sin venir a cuento.

En aquel mensaje de Alves a Bartomeu, del día 18 de mayo de 2019, el defensa internacional brasileño se expresaba en los siguientes términos: “Sr. presidente todo bien? Quiero volver allí, quiero volver a mi casa y quiero jugar la copa del mundo de 2022 como jugador del Barça!! Dejemos los orgullos de lado, nos necesitamos y lo sabemos!! ¡Saludos!”.

No hay duda de que en ese mensaje de hace dos años Alves expresa, sin ninguna sombra de duda, su voluntad inequívoca de querer regresar al Barça, presidido entonces por Bartomeu. Opción absolutamente legítima ante cualquier presidente, del mismo modo que lo ha intentado y conseguido ahora con Laporta.

Ese WhatsApp seguiría siendo un secreto más, o una noticia menos, que tampoco hay que escandalizarse tanto ni elevar su contenido a secreto de Estado, si no hubiera sido el propio Dani Alves el único responsable de vulnerar esa confidencialidad y confianza. ¿Quién es el verdadero culpable? Pues es Alves quien, bajo su propia decisión y criterio, pone a Bartomeu en una tesitura tan injusta como incómoda, sobre todo sabiendo que el ex-presidente hizo lo que debía hacer, que era dejar en manos de los servicios técnicos su ofrecimiento.

A Laporta, en cambio, le dio igual. No consultó con nadie, ni con Xavi Hernández, su decisión de hacerle un favor a Dani Alves, sobre todo si Bartomeu, o mejor dicho Abidal, no lo había repescado. Pero así es el club ahora, un torbellino de amiguismos y caprichos a todos los niveles.

Xavi ha obtenido carta blanca de Laporta para todos sus deseos, incluido el fichaje de Ferran Torres y quizá el de Álvaro Morata, de modo que no iba a discutirle la colada de Alves por la derecha obra de su presidente. Con Jordi Alba en el otro carril a Xavi le quedan dos laterales de 35 años de media.

Del resto del cuento, el de la campanada de fin de año más tonta y absurda de los últimos años, se han ofrecido muchas versiones y una marcada tendencia, como es habitual, a esconder la verdad pura y dura, la ofensa inmerecida e inapropiada, pero sobre todo innecesaria y superflua de Dani Alves, quien sin duda lo que sí precisa es quemar esas energías en el campo.

Pero es lo que hay, pues está el aparato dirigente del club hinchado y superpoblado de privilegiados, paniaguados y bien pagados (o de algún otro modo recompensados) que han de hacer méritos para seguir en esa onda que domina la galaxia laportista en torno a la única estrategia funcional de este mandato, la invariable criminalización del pasado, de la etapa de Bartomeu, para tapar las enormes carencias y negligente gestión de Laporta desde su llegada.

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