Un 2022 más allá de nuestro ombligo

Estos días, nuestros buzones de correo y los chats de los que formamos parte se han llenado de felicitaciones por las fiestas y de deseos en vistas al año 2022. Las felicitaciones no tienen mucha complicación ni secreto. Es una forma de decir a determinadas personas que las recordamos y que forman parte de nuestra vida. Normalmente, nos las envían amigos, conocidos y familiares con los que tenemos una relación amable, de amistad o cariño. Las vas mirando, respondes educadamente, y a menudo las borras porque, sobre todo si van acompañadas de imágenes o vídeos, ocupan mucho espacio en el teléfono móvil.

Las felicitaciones que desaparecen directamente de los buzones de correo y de los chats de los móviles son las que envían las empresas que quieren quedar bien con sus clientes. A Cocacola o a Parlem les importa un pito mi felicidad; lo que quieren es presentarse como empresas simpáticas disimulando que su interés es sigamos consumiendo el producto que fabrican o suscritos a su servicio.

Los deseos positivos para el año 2022 que nos llegan estos días deben estudiarse con más atención. Las personas y empresas se lo trabajan más. Van más allá del simple “Buenas fiestas” que nos han deseado en los días anteriores. Hay que trabajarse un poco más lo que nos desean para el próximo año. Esta vez ha ganado por mucho la voluntad de que 2022 nos traiga la salud que lleva dos años amenazada. A menudo, los mensajes de los que nos comunican su voluntad de que tengamos un buen año acaban con un “cuídate” o “cuidaros”, que hay que interpretar en clave de salud.

Años atrás muchos de estos mensajes se limitaban a pasarnos la pelota y a decirnos que esperaban que se cumplieran todos nuestros deseos para el que venía. Y tenías que espabilarte tú mismo para descubrir qué querías realmente que pasara o te pasara en los 365 días siguientes.

Cuando un deseo se formula por tradición o casi por obligación, mal asunto. Deseas algo o no lo deseas, pero hacerlo porque toca o porque todo el mundo lo hace no tiene ningún sentido. O sea que, dándole vueltas, yo diría que si deseo algo para el 2022 es que cada uno de nosotros se mire menos el propio ombligo y se preocupe por los demás; no por su ombligo sino por su salud, su felicidad, su derecho a tener una vida digna y estimulante. Todo lo contrario de los que sólo desean un buen año a los “suyos” y que a los “otros” les pasen todas las desgracias posibles.

Y ya puesto a pedir imposibles, deseo un 2022 sin Twitter. De ilusiones también se vive, ¿no?

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