El proceso de los autogoles

¿Se imaginan un partido de fútbol en el que todos los goles que se hacen fueran en propia puerta y que termina ganando quien se marca menos autogoles? Pues eso me empieza a parecer a mí el encuentro del proceso que disputan los gobiernos catalán y español: una sucesión de autogoles, en la mayoría de los casos absurdos si no estúpidos, sin un final cierto.

La frase de Marx (Groucho) toma cada día más sentido: «La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados». O, como decía su compatricio neoyorquino Woody Allen: «La vocación del político de carrera es hacer de cada solución un problema». El proceso va cargado de problemas, diagnósticos falsos y remedios equivocados. Lo resumía la coordinadora del PDeCat, Marta Pascal en TV3, con una candidez aterradora: «Hemos dado por muy fácil algo que no era tan fácil (la república)».

Volviendo a la metáfora futbolera, el primer autogol lo marcó el PP de Mariano Rajoy cuando recogió firmas contra un Estatuto que había aprobado el pueblo de Catalunya y que no decía nada anticonstitucional o marciano, al menos nada que no digan otros estatutos españoles aprobados sin más ruidos. El segundo autogol viene a ser una constante en el talante de Rajoy: dejar que los problemas se resuelvan solos, con aquella pereza infinita a hacer política (dialogar para pactar). Su cerrazón recuerda la fina ironía de su compatricio gallego, Francisco Franco: «Usted haga como yo y no se meta en política». Pues eso, a Rajoy no le gusta meterse en político; así, se ha convertido en el primer político apolítico de la historia de España.

Los autogoles del gobierno español se han visto contrarrestados en parte con autogoles catalanes. ¿Quién mandaría al bloque independentista fijarse plazos de ejecución para alcanzar algo tan complicado como la independencia, y en tiempo récord? ¿No han escuchado nunca al político Alex Salmond hablar de los 100 años del proceso independentista escocés? Tras el resultado de las elecciones plebiscitarias, en que Junts pel Sí y la CUP sumaron mayoría, que el candidato cupaire Antonio Baños resumía diciendo: «68 diputados son legalmente suficientes; realmente, insuficientes», ¿no hubiera sido más sensato reducir una marcha el proceso?

Los autogoles se han ido marcando a lado y lado del campo, si bien desproporcionadamente. Las leyes exprés que aprobó el Parlament de Catalunya, o el amago frustrado de Puigdemont de DUI suspendida ipso facto, o la convocatoria electoral frustrada, y tantas otras imprecisiones.

Pero hay un par de autogoles ‘marianos’ que claman al cielo y decantan hoy por hoy el encuentro: la brutal y desproporcionada carga policial del 1-O, y las injustas detenciones, primero de ‘los Jordi’ y después de medio Gobierno catalán no exiliado. Son autogoles por la escuadra, que en baloncesto equivaldrían a tres puntos. Y el árbitro (Europa), ni está, ni se le espera.

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