‘Marcho, que teño que marchar’

A hostias no lo vamos a arreglar. Aitor Esteban (PNV) lo explicaba el otro día citando la letra de Els Segadors: «Endarrere aquesta gent, tan ufana i tan superba»… Hemos llegado aquí por un exceso generalizado de ufanía y soberbia. Hay un interesante relato de Philip K. Dick, The Minority Report -hecho célebre gracias a la película de Spielberg-, donde la policía se puede adelantar a los crímenes y arrestar a los culpables antes de que estos cometan los delitos. Si se pudiera inventar un artefacto similar para adelantarse a las pifias políticas, otro gallo le cantaría. Si cuando el Estatuto de Maragall (2006) el PP hubiera tenido el invento y se hubiera comportado con menos ufanía y soberbia, ahora no estaríamos aquí. De aquellos polvos, vienen estos lodos.

Hasta hace poco los independentistas eran una grupito, minoritarios -ERC y cuatro gatos más-, pero el resbalón estatutario estimuló el crecimiento hasta la fecha, que son mayoritarios en el Parlament, y la multiplicación no parece, por el momento, tener freno. Por otra parte, hasta hace poco el referéndum era algo de los del ‘sí’, pero el 20-S, la macrooperación de la Guardia Civil contra altos cargos de la Generalitat, ha hecho crecer la indignación fronteras independentistas allá. Al margen de quien la mande, los catalanes, sean o no independentistas, tienen una alta afección por la Generalitat -costó mucho recuperarla…-, y la intrusión de la policía, toqueteando la institución y arrestando algunos de sus primeros inquilinos, no convence ni a los del ‘no’. Si buscas en la enciclopedia un ejemplo de línea roja infranqueable, pronto encontraremos los hechos del 20-S, que marcan un antes y un después en el proceso.

Hagamos memoria. Tras el ridículo del 6-S, cuando la mayoría independentista del Parlament decidió coger un arriesgado atajo que por poco no les despeña barranco abajo; después de que el presidente Puigdemont invitara torpemente a señalar a los alcaldes que no colaboran con el proceso; después de que se hicieran pósters con las caras de los alcaldes ‘esquiroles’; tras un cúmulo de errores independentistas, el gobierno de Rajoy decide pasar al ataque obcecadamente, y, en gran parte, inconscientemente, tapa las vergüenzas catalanas.

Hagamos memoria. La ofensiva española empezó con la requisición de papeletas y registros indiscriminados; después vinieron los interrogatorios a los alcaldes soberanistas; no contento, el gobierno de Rajoy decidió intervenir las cuentas de la Generalitat; finalmente, remachan el clavo ordenando la entrada de la Guardia Civil en diferentes consejerías catalanas y arrestando altos cargos.

Sólo hay una solución, la de siempre: dialogar. Dialogar para llegar a un acuerdo, que nos saque del callejón sin salida en el que nos han metido. Y a un acuerdo sólo se llega con sacrificio, con cesión de las partes en conflicto. Nada nuevo: política. ¿Por qué les da tanto miedo hacer política? Hay un dicho gallego que habla de desafección -sería como un adiós totalmente inevitable-; desconozco si Rajoy lo conoce, pero al paso que vamos… ‘Marcho, que teño que marchar’.

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