Turismo, gentrificación y vivienda

Se habla mucho del derecho a la vivienda, pero lo cierto es que no hay suficiente y menos a precio asequible. No sólo no se articulan políticas públicas adecuadas, sino que a menudo se realizan actuaciones contraproducentes. La apuesta desaforada por el turismo es la principal de ellas. El derecho a la vivienda es puesto cuestión por el fenómeno de la gentrificación y la proliferación de apartamentos turísticos. La explosión del turismo como fenómeno masivo con las posibilidades que dan las plataformas de internet ha generado, aparte de la multiplicación de los viajes, el surgimiento del negocio de arrendar viviendas para alojar a turistas o estancias cortas, que está siendo muy lucrativo .

Susana Alonso

Airbnb es la plataforma de referencia y quien más ha hecho para transformar las ciudades con atractivo turístico, y no precisamente para mejorarlas. El turismo, para ciudades como Barcelona o poblaciones costeras, actúa como una auténtica plaga porque las transforma de forma que las hace inhabitables para sus ciudadanos, convirtiendo lo que eran lugares tranquilos para vivir en parques temáticos destinado únicamente a exprimir a los viajeros, cuanto más mejor. Ciertamente que el turismo como sector complementario a otras actividades puede resultar bastante positivo, pero deja de serlo cuando de manera industrializada convierte a las poblaciones o los barrios en espacios sólo pensados para los viajeros, haciendo esta industria una apropiación de lo común y del espacio público. No hay que olvidar que, ante todo, nuestras ciudades y calles están para vivir de manera decente sus ciudadanos.

En realidad, la conversión de viviendas en apartamentos turísticos lo que hace es encarecer los precios del alquiler hasta expulsar a una población que no puede hacerle frente. Es el pan nuestro de cada día en Barcelona, pero también en otras poblaciones. Expulsión de personas hacia las periferias que, de una u otra forma, son rechazadas de sus barrios tradicionales. La gran mayoría de los jóvenes, por buen salario que tengan, es imposible que puedan alquilar, solos o en pareja, un piso en el ensanche de Barcelona. Si tengo la suerte de ser propietario de uno o tengo habitaciones disponibles, caeré en la tentación, a ciencia cierta, de especular con este tema. Esto nació así, con la falsa idea colaborativa de intercambio de viviendas entre particulares. En realidad, es un gran negocio mayoritariamente profesionalizado en el que se enriquecen grandes tenedores, muchos de los cuales son fondos de pensiones internacionales. Se han hecho suya la ciudad y la han expropiado a quienes ha vivido allí toda su vida y le han proporcionado el valor y la marca alcanzados. Para intentar contener el turismo, se toman medidas contraproducentes. Si se decreta, como hizo Ada Colau, una moratoria hotelera, que atrae a turistas pero no afecta al mercado de la vivienda, la oferta de plazas aumenta por la vía de los apartamentos que sí inciden negativamente en el mercado.

Existe un proyecto de ciudad neoliberal que se desarrolla a partir de los años ochenta y que se intensifica en los noventa. Se trata de desarrollar un concepto que ha tenido con los años una gran sofisticación y que es el de ciudad-mercancía. El mercado inmobiliario global tiene hoy un valor aproximado de unos 230 billones de dólares y representa dos tercios de la riqueza mundial. La vivienda, que es el 75% del inmobiliario, se ha transformado, mucho más allá de su uso y función, en el gran depositario de la riqueza del mundo. Con la desindustrialización del mundo occidental como resultado de una nueva distribución mundial de la producción, se ha producido un importante desplazamiento de capitales hacia la vivienda.

Aunque pueda parecer paradójico, la crisis de 2008 ha acentuado esta tendencia. Curioso, si nos atenemos a que esta crisis lo fue de las finanzas y la vivienda de forma combinada. Lo fue de un modelo de endeudamiento hipotecario para adquirirlas que generó una dinámica inflacionaria a la vez que la superación de los riesgos crediticios recomendables. Un efecto burbuja en toda regla. La inflación actual viene determinada por el posicionamiento de los grandes inversores en un sector con fuerte demanda, estimulada por el fenómeno de la movilidad temporal y turística. La gentrificación juega un gran papel, funciona como motor del aumento de los niveles de renta que genera y que son de mucho interés para las grandes fortunas y fondos de capital.

Se ha producido un movimiento estructural, tectónico, desde el sector industrial y de especulación en productos financieros complejos, que son muy volátiles, hacia el sector del ladrillo. Curiosamente, potenciado por el efecto revalorizador que ejerce el turismo y la voluntad de las clases medias creativas para volver a un entorno plenamente urbano. Las finanzas siguen rediseñando las ciudades, pero ya no lo hacen tanto con la concesión de hipotecas a particulares, sino a través de los grandes fondos de inversión.

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