Las personas con discapacidad se integran en la vida de los barrios

Cataluña participa en un proyecto que promueve un modelo residencial más inclusivo

La campanya estatal per promoure aquest projecte d’innovació social porta per títol “Mi casa una vida en comunidad”.

Carmen, de setenta años, tiene una discapacidad intelectual y necesita apoyo para vivir de forma independiente. Podría estar viviendo en una residencia de larga estancia, que es uno de los recursos previstos a la Cartera de Serveis Socials, pero ha entrado en un proyecto piloto que le permite vivir en un piso compartido con apoyo e integrarse en la comunidad del barrio. Cómo explica Carmen a EL TRIANGLE, “estoy muy bien en mi piso, y tengo una habitación para mí sola. Estoy muy a gusto y siempre hay cosas por hacer. Hay unos días que friego, otros limpio la mesa o bien pliego la ropa limpia. Algunas cosas no las sé hacer, como poner la lavadora, y lo hace otra persona”.

Con la ayuda de una asistente personal, Carmen disfruta de los servicios de su barrio barcelonés y se integra a la comunidad, yendo al gimnasio, a la piscina o haciendo un café en uno de los establecimientos de la zona. De hecho, Carmen admite que “el que más me gusta es ir a hacer el café con el cruasán o el bocata” a uno de los bares del barrio. Con los otros dos compañeros de piso, disfruta viendo la tele, compartiendo los momentos de las comidas o bien haciendo tareas cotidianas de la casa.

Durante la mañana, Carmen va al taller de atención diurna de la Fundació Pere Mitjans, y allá disfruta de actividades como el huerto comunitario, donde dice que ahora tienen “tomates pequeñitos y lechugas”, y también hacen actividades de temporada, como un taller de carnaval donde hicieron máscaras y disfraces. Cuando llega el fin de semana, Carmen se queda en el piso o bien marcha con su hermana. Gracias a este proyecto, Carmen puede desarrollar su vida con más independencia que en una residencia, y vive en comunidad.

En todo Cataluña hay 21 pisos piloto como el de Carmen, que permiten que cerca de 70 personas con discapacidad intelectual y grandes necesidades de apoyo vivan en comunidad y con libertad para decidir determinados aspectos de su vida. En declaraciones a EL TRIANGLE, Víctor Galmés, director de la Federació d’Entitats de la Discapacitat Intel·lectual y del Desenvolupament de Cataluña-Dincat, considera que el futuro pasa por este modelo de vida más independiente y comunitario, huyendo de unos recursos más institucionalizados. Para conseguir esta nueva mirada del modelo residencial para las personas con discapacidad intelectual, Dincat está impulsando en Cataluña el proyecto estatal “Mí casa: una vida en comunidad”.

Siete comunidades autónomas se han sumado a este proyecto de innovación social, que cuenta con el apoyo del Gobierno de España, a través del Plan de Recuperación, Transformación y Resilencia con fondo del programa europeo Next Generation. En Cataluña, el proyecto es posible gracias a la implicación de nueve entidades del territorio, como Albà Jussà, Apindep, Aprodisca, Aspronis, El Rusc, Ilersis, IPSS, Pere Mitjans y Prodis. La financiación que hace posible el proyecto estatal es de 5 millones de euros de los Fondos Next Generation, y en Cataluña, la Generalitat refuerza el programa con la financiación de 33 plazas vía convenio con una dotación estimada de cerca de un millón de euros, según informa Dincat.

Víctor Galmés hace una firme defensa de este proyecto de innovación porque “permite avanzar hacia modelos de vida independientes con más autonomía de las personas con discapacidad, y permite salir de una lógica más antigua”. El futuro pasa, según Galmés, “por vivir en comunidad con unidades de convivencia más pequeñas; vinculadas a recursos comunitarios y permitiendo que vivan en su casa”. Según su parecer, “hay que salir de una lógica de estar dentro de equipaciones físicas, con servicios de atención diurna o bien residenciales, y fomentar la autonomía en el propio hogar con el apoyo de monitores y pudiendo asistir a los recursos comunitarios del barrio, como pueden ser centros cívicos, bibliotecas o museos”.

En definitiva, las personas con discapacidad tienen que poder hacer el mismo que hacen el resto de personas, pero con el apoyo necesario para garantizar esta vida más independiente y comunitaria. Hay que tener presente que en Cataluña hay cerca de 4.000 personas con discapacidad intelectual que esperan una plaza para poder vivir con los apoyos necesarios, ya sean una residencia, un hogar-residencia o disponiendo de asistencia personal en el propio hogar. El déficit de plazas es muy importante, y es una realidad que preocupa mucho todo el colectivo de la discapacidad intelectual en Cataluña.

El reto de Dincat y del resto de impulsores del proyecto es conseguir que esta experiencia piloto acabe siendo una realidad cotidiana en nuestro país, y que estos servicios de vida independiente con apoyo e integración comunitaria acaben formando parte de la Cartera de Serveis Socials de Cataluña, de forma que sea un servicio con financiación pública estable.

Para combatir cualquier argumento en contra del proyecto, Dincat ha elegido personas que tienen grandes necesidades de apoyo, como son las que tienen un grado tres de dependencia o un grado de discapacidad por encima del 75%. “Se trata de demostrar que se puede desarrollar este recurso en comunidad, y lo hacemos justamente con las personas que tienen más dificultades. Por lo tanto, es válido plantearlo para todo el mundo, y este es el camino que tenemos que seguir, como indica la Convención de Naciones Unidas”, afirma Víctor Galmés.

Y precisa: “Somos conscientes que hay personas que necesiten el ámbito residencial, porque hay gente con grandes necesidades de apoyo, pero hay otras personas que pueden ir a otros modelos”. Una vida más autónoma es posible, y Dincat trabaja para que acabe siendo una oferta más dentro de la Cartera de Serveis Socials, y no casos aislados impulsados de manera voluntaria por determinadas entidades, pero sin financiación pública, para hacerlo viable y extensivo al conjunto del colectivo.

Está previsto que se analice el éxito del proyecto de innovación social a finales de año, y Dincat confía que pueda tener continuidad en el tiempo. El director, Víctor Galmés, concreta que se analizarán los costes de cada modelo, y en el caso de esta nueva propuesta de vida independiente los costes que se tienen que tener presentes son las unidades residenciales más pequeñas, el acompañamiento profesional y comunitario y también la tecnología o domótica que facilita una vida más autónoma para las personas con discapacidad. “Pensamos que puede existir cierto coste añadido con el nuevo modelo”, si se compara con la residencia, pero “no será ni desorbitado ni irreal, y tendremos toda la información para ver como tendría que ser la propuesta para incluirlo en la Cartera de Serveis Socials”, añade.

Si el proyecto de innovación social que se está testando a siete comunidades autónomas se acaba validando, se podrá incluir a la Cartera, ser un servicio más, y todo el mundo que pueda podrá optar. Se quiere que sea una elige de la persona con discapacidad intelectual dentro de los diferentes recursos, que pueda escoger como quiere vivir.

Si se consigue la implantación estable de este modelo, también se impulsarían nuevas salidas profesionales. Una de ellas sería un conector o facilitador que identificaría recursos en la comunidad de residencia, promovería la sensibilización del vecindario del barrio para que fuera inclusivo, y haría el acompañamiento de la persona una vez elegida la actividad o la acción a desarrollar.

Puedes leer el artículo entero al número 1571 de la edición en papel de EL TRIANGLE.

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