Nike siempre le ha ganado el pulso al Barça desde hace 27 años

Núñez, Laporta y Bartomeu aceptaron contratos de 10 años, indiscutiblemente ventajosos para el patrocinador, que siempre se han renegociado antes a cambio de un anticipo, la mejora de las condiciones de otra década de sometimiento

Joan Laporta, amb una samarreta del Barça

El culebrón con Nike, tan de actualidad en las últimas semanas, posiblemente acabe como empezó. Es decir, con otro acuerdo con la firma americana por la sencilla razón de que siempre juega la misma partida con las mejores bazas y en una posición de fuerza. Es la clásica maniobra de Nike, que ya funcionó en 1997 cuando el presidente Josep Lluís Núñez firmó el primero de los contratos con el FC Barcelona un lejano 4 de julio de 1997, hace ya 27 años. Por aquellos días, el Barça ya había dado un paso de gigante con una mayor presencia e impacto mundial tras la conquista de su primera Copa de Europa (Wembley, 1992) y cuatro Ligas consecutivas que conmocionaron el fútbol español y el europeo, coincidiendo con la apuesta de las televisiones por la retransmisión íntegra de las competiciones domésticas, también a nivel internacional. El fenómeno generó una extraordinaria revalorización de los derechos de TV y una multiplicación exponencial del impacto de la publicidad en el mercado del fútbol, fuera en forma de camisetas o de productos de merchandising.

Los clubs, lógicamente, trataron de aprovechar ese boom, entre ellos el FC Barcelona, que venía de haber conquistado la Champions en el antiguo Wembley vestido de Meyba (camiseta naranja por la expresa recomendación de Cruyff). La textil catalana se vio superada después por una oferta de Kappa, marca que buscaba expandirse internacionalmente y que, con buen ojo comercial, se centró en el patrocinio de una camiseta como la azulgrana, especialmente valiosa porque ya entonces sobresalía de entre el resto de los clubs grandes del continente por haber renunciado al frontal de la camiseta. El logo del fabricante técnico de la ropa lucía, por tanto, en solitario y nítidamente junto al escudo del Barça.

Fue un pelotazo que impulsó el negocio a la necesidad de disponer de una estructura de producción y de distribución a mayor escala debido a que los partidos de la Liga, del Barça sobre todo, empezaron a emitirse también regularmente y en directo en los grandes mercados de Asia, el continente americano futbolizado y también EEUU, donde la multinacional Nike estaba desplegando una estrategia de expansión en una espectacular batalla contra Adidas, Puma y el resto de los competidores.

Nike había conseguido popularizarse en el fútbol español gracias a que uno de sus altos ejecutivos consiguió patrocinar el balón de la Liga, una idea de Sandro Rosell, el mismo que luego cerraría el primer contrato de Nike con el Barça y más tarde sería vicepresidente y presidente del club. Rosell se pasó meses negociando con alguien tan especialmente versado y competente como Núñez, que veía la jugada siempre y cuando el margen de la operación pudiera compensar la cancelación del contrato vigente con Kappa.

Nike, con una notable y acertada perspectiva, jugó fuerte, hizo sus cálculos y ofreció los ingresos suficientes para satisfacer el horizonte de bienestar del Barça de Núñez. Eso sí, mediante un contrato de 10 años de duración suscrito el 4 de julio de 1997 hasta la 2007-08. El club se aseguró un anticipo (prima) de 13,6 millones de euro, al cambio de la época, y un fijo de 11,5 millones de dólares, volúmenes que en apariencia desbordaban el mercado. Así lo hace Nike, avanza un bonus espectacular y ofrece fijos y royalties que a la vuelta de dos o tres temporadas ya empiezan a situarse por debajo de ese umbral top y a desfasarse en relación con los espectaculares beneficios de la venta de la camiseta azulgrana y el resto de retail.

A los siete u ocho años de contrato el Barça empieza a lamentarse de las condiciones y a llamar a la puerta de Nike, como hizo en 2006 el entonces presidente Joan Laporta, ahora desmemoriado, buscando abrir una puerta de renegociación y de actualización de los acuerdos. A regañadientes, Nike acaba aceptando y aplicando la misma fórmula, un bonus/anticipo y otro contrato por 10 años. Laporta firmó el segundo el 25 de octubre de 2006. O sea, dos años antes de finalizar el primero, hasta la 2018-19, a cambio de 30 millones fijos anuales y un premio de 12 millones para celebrarlo. También entonces dio la sensación de que el Barça había cerrado un negocio insuperable.

La siguiente parada y repetición de la jugada se produjo en 2016, esta vez tres años antes del final, bajo la presidencia de Josep Maria Bartomeu, que apretó todos los resortes y clavijas posibles después del triplete del 2015. El nuevo contrato, firmado el 20 de mayo de 2016, introdujo un espectacular aumento de la contraprestación, hasta los 100 millones prácticamente asegurados desde esa misma temporada y hasta la 2022-26, firmando una adenda a favor de Nike que podía ampliar unilateralmente la extensión hasta la 2027-28, finalmente un año antes que si se hubiera cumplido el anterior, de vencimiento en la 2018-19.

En todos los casos, Nike es plenamente consciente de que, transcurrido el primer tercio de cada contrato, el Barça pierde dinero, bastante, con respecto a los precios y dimensión de un mercado creciente, lucrativo y siempre ventajoso para la firma americana a medida que el tiempo transcurre, pues mientras Nike aumenta cada año los precios de venta, el fijo para el club se mantiene inalterable, como los royalties que se referencian por el número de camisetas, no por la recaudación.

Las dificultades añadidas a la situación actual, básicamente un calco de las anteriores, provienen del acuerdo provisional (formato short-form) de 2016, que se cerró deprisa y corriendo, estableciendo el marco de una negociación posterior entre las partes sobre asuntos concretos que habían de resolverse y de concretarse, en principio, de buen rollo. Aunque la idea era redactar un contrato (formato long-form o detailed-form) antes de dos años para no dejar ningún cabo suelto, sucedió precisamente lo contrario, que las desavenencias y recelos empezaron a marcar el día a día. Nike no contempló el pago de bonus que hasta entonces había abonado, con o sin títulos, y desde la directiva de Bartomeu se impulsó la creación de BLM para compensar la frialdad de Nike a la hora de estimular la venta de los productos en determinadas áreas de venta, especialmente en las tiendas propias que el club consiguió abrir o recuperar como la propia tienda del Camp Nou.

Las desavenencias iniciales desembocaron en una guerra fría y finalmente en un combate a campo abierto. Si bien es cierto que nunca se había alcanzado un estado de tensión y de crispación como el que rodea en este momento la relación, incluido el fracaso de la última y más reciente cumbre en Barcelona de Laporta con los altos ejecutivos de la compañía a nivel mundial, no puede descartarse que después de todo ambas partes se sientan condenadas de alguna manera a entenderse.

A Nike le conviene seguir asociada al Barça, pues sigue siendo el club con la camiseta más vendida del mundo, con una singularidad y atractivos únicos, de la misma forma que para el club azulgrana plantear una ruptura a estas alturas del contrato suena a locura si ha de desembocar en un litigio prolongado, ruinoso y temerario. Suponer que un tercer implicado como Puma sea capaz de afrontar los costes de liquidar el contrato con Nike podría acabar en la misma trampa financiera de las obras del nuevo estadio, que cuando esté acabado y en funcionamiento el Barça ingrese menos dinero que de la explotación del antiguo por culpa la fortísima y exigente carga de intereses. Nike lo puede volver a hacer a menos que Laporta, especialista en empobrecer el club a cada paso que da, haga otra de las suyas.

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