El 125ª aniversario de Laporta será el año cero del clientelismo

Laporta ha elegido a David Carabén como el ideólogo cruyffista de una celebración que se presenta esta semana bajo un perfil presidencialista, sectario, elitista y coincidente con una fuga social sin precedentes

Joan Laporta

Este miércoles, coincidiendo con el 124º cumpleaños de la fundación del FC Barcelona, Joan Laporta aprovechará para presentar los fastos del esperado 125º aniversario -dentro de un año- de un club que ya habrá cabalgado por tres siglos de historia y conquistado el mundo, ahora sí, con su propio estilo y tras haber traído a su Museu todos los títulos posibles. Gracias, esencialmente, a un espíritu inconformista y perfeccionista sobre el propio juego, identitario y único, destilado finalmente en el laboratorio de la Masia sobre la base de esa inclinación secular de su afición a la exigencia y el buen gusto por el fútbol desde que Hans Gamper, además de promotor y fundador del club en noviembre de 1988, se consagró como el mejor jugador de aquellos primeros años, un delantero capaz de anotar hasta nueve goles en un solo partido más de una vez.

Laporta ya tiene preparado un guión preferentemente cruyffista para la ocasión, si es posible relativizando y relegando a Messi del pedestal que debe ocupar en la historia y también al resto de los presidentes hasta su segundo y propio advenimiento a la presidencia. Presentará esa hoja de ruta David Carabén, Comisionado del 125º Aniversario cuyo nombramiento fue anunciado solemnemente el mes de abril pasado en un lugar tan emblemático como la Abadía de Montserrat. David Carabén, cantante y compositor del grupo Mishima, columnista y autor de diversos espacios de televisión, es hijo de quien fuera gerente del club entre 1970 y 1975, Armand Carabén, bajo la presidencia de Agustí Montal, ejecutivo capital en el fichaje de Johan Cruyff como futbolista del Barça y uno de los organizadores de los actos del 75 aniversario de la entidad. David Carabén, en principio bajo su control personal, encarna y proyecta el marco ideológico en el que Laporta se encuentra cómodo y al que pretende asociar su figura en la puesta en escena y sello de este aniversario que se adivina, dadas las circunstancias actuales, trascendente para la historia y el futuro del club.

En un Barça idealizado y rotundamente distinto al actual, que fuera democrático, participativo y estuviera socialmente vivo, el comisionado debería haber sido la cabeza visible de una comisión independiente que, al margen de la directiva, hubiera programado un cartel abierto a todas las sensibilidades y no, como se adivina, una celebración de cariz y perfil presidencialista. David Carabén, que ha de responder a su nombramiento a dedo por Laporta con servilismo y con la lógica de la dialéctica cruyffista, ya ha dado un giro a su propia imagen como se presume por su protagonismo en su tribuna de La Vanguardia, donde escribe regularmente. Hace poco, por ejemplo, se mostraba crítico con el documental ‘A New Era Temporada 2` de Barça Studios. “No entiendo por qué razón la serie, con tantos medios como dispone, no se impone explicarnos visualmente esta mejora en el dominio y la fluidez del juego, que fueron tan evidentes en partidos clave como la final de la Supercopa. Si el Barça tiene alguna especificidad, en comparación con los otros clubs de fútbol del mundo, es precisamente este tipo de conversación que mantiene con él mismo y su manera de jugar. Cuando no juega bien, por buenos resultados que obtenga, se resiente. Y cuando el entrenador encuentra la solución, todo el mundo disfruta. Esta conversación, única y original, tendría que ser el eje central de todo relato que quiera explicar la evolución del primer equipo”.

Ese hilo argumental de un determinado sector barcelonista, el de la misma elite dominante periodística que tan hábilmente ha fertilizado Laporta, ya recurrió al guardiolismo para inmortalizar la figura de su ‘maestro’, Johan Cruyff, y así tratar de eliminar de la memoria histórica cualquier otra referencia incluida la propia realidad. A David Caraben, que hace un par de meses pretendía incluir a Xavi en este relato laportista como un continuista de esa selecta y corta saga de entrenadores (Cruyff-Guardiola) llamada a proteger las esencias del estilo, ahora le cuesta defender los orígenes cruyffistas de Xavi. Ya no se atreve a reivindicarlo como ‘uno de los suyos’.

Es más, le espera el reto enorme, muy complicado y casi imposible, de integrar hoy el mundo laportista en esa mismo visión barcelonista, la de toda la vida, con sus raíces sentimentales y emocionales profundamente arraigadas en el espíritu de Gamper y de su obra, no tanto por su personalismo como por su barcelonismo íntegro, el de alguien que siempre antepuso los intereses del club a los propios. Este sábado último, en el artículo de La Vanguardia, David Carabén ya intentaba reparar dificultosamente este desviacionismo laportista y prepararse el terreno de cara a su presentación en sociedad como comisionado del 125º aniversario: “El espíritu -ha escrito- que ha guiado la historia del Barça ha sobrevivido a todo tipo de adversidades y da la impresión de que, hoy en día, sigue más fuerte que nunca. Lejos de intentar explicar el por qué, Dios me libre, es increíble que, en tres siglos diferentes de historia humana, XIX, XX y XXI, el afán de doce jóvenes, dos suizos, tres ingleses, un alemán, un aragonés y cinco catalanes, que rondaban la veintena de años, siga teniendo tanto sentido para tanta gente”.

Socialmente, es esa obviedad del ADN barcelonista la que hoy presenta graves fisuras como lo prueba que el censo que se cierra un día después, este jueves, pueda aflorar estadísticamente la renuncia de miles de esos socios que o no se identifican con la mutación laportista del club o han olvidado por qué eran del Barça por encima de todas las cosas. Por primera vez en la historia la base de datos del club ya no puede esconder las consecuencias del neo clientelismo, dejando entrever la fuga de demasiados socios que, como bien recuerda Carabén, se han permitido ‘décadas de sufrimiento’ con el orgullo barcelonista por bandera, pero que hoy renuncian a que la adversidad escoja formas propias como el maquiavelismo de Laporta, el esclavismo de Limak, las asambleas fantasma y la angustia de arriesgar, y estar a punto de perder, todo el patrimonio de 124 años en las fauces de los financieros insensibles de los bancos de inversión americanos. El 125º aniversario ya se vislumbra como un acontecimiento capaz, por primera vez, de abrir la puerta a una nueva dimensión del barcelonismo que precisamente sirva para olvidar los orígenes y la razón de serlo.

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