El ‘madridismo sociológico’ vuelve echarle un salvavidas a Laporta

La Fiscalía Anticorrupción recurre el auto que añade el cohecho en el caso Negreira contra la imputación del actual presidente porque actuó en solitario y porque sostiene otros plazos de prescripción

Joan Laporta

El destino siempre tiende a ser caprichoso y bastante indulgente en las cuestiones procesales que puedan afectar directamente al presidente del FC Barcelona, Joan Laporta, que ahora puede verse libre de esa imputación por cohecho recientemente prescrita por el juez Joaquín Aguirre en el caso Negreira. De forma sorprendente, o no, si se atiende a la inmunidad histórica de Laporta a la hora de esquivar el peso de la ley contra los numerosos indicios delictivos en los que se ha visto envuelto a lo largo de su carrera y su enorme protagonismo en el entorno azulgrana, la propia Fiscalía Anticorrupción ha salido al paso para interceder por él y salvar al actual presidente de caer en el mismo banquillo de los acusados donde parece que se acabarán sentando Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu, que ya constaban como investigados por corrupción deportiva y administración desleal.

Laporta se había salvado por la prescripción de ambos delitos, no porque no constara -al contrario- que él mismo había autorizado y aumentado generosamente en su primer mandato los pagos a José María Enríquez Negreira por sus millonarios informes.

Ante esta situación de impunidad por la prescripción de los presuntos delitos atribuidos a Rosell, Bartomeu y sus respectivos altos cargos en la alta dirección del Barça, Laporta había defendido en general la honorabilidad del FC Barcelona negando la compra de partidos para ganar títulos, extremo que tampoco discute ni trata de demostrar la causa ni un magistrado al que le bastaría acreditar que hubo intención de influir en el estamento arbitral a través de Enríquez Negreira, quien nunca lo ha negado y además lo ha dejado escrito en un par de burofaxes. Le bastaría, según su planteamiento, con hallar evidencias de que, por ejemplo, los ascensos, descensos y la divisa internacional estaban en manos del excolegiado catalán.

Laporta, incluso, intentó una sucia maniobra para presentar al Barça como parte perjudicada y así poder reclamar daños y perjuicios a los expresidentes, una postura más que insolidaria y malintencionada a la que el propio Joaquín Aguirre reaccionó con una negativa feroz, recriminándole que quisiera acusar a los otros dos expresidentes por una actuación criminal que él mismo, le recordó, había cometido desde 2005. Más aún: Aguirre le envió a los pocos días un auto ampliando la instrucción por un posible delito de cohecho y una curiosa forma de interpretar los plazos de la prescripción, de modo que también Laporta entraba a formar parte de la lista de investigados. Según su aritmética, debía contarse hacia atrás diez años desde el último pago realizado a Negreira en 2018, siendo Bartomeu presidente. O sea, hasta mediados de 2008, cuando Laporta gobernaba el club.

Fue en ese momento, nunca antes, cuando Laporta reaccionó como un animal herido con un discurso victimista y enfurecido denunciando una conspiración en su contra desde un ente denominado «madridismo sociológico». Eso sí, sin mentar ni señalar a nadie, ni siquiera a Florentino Pérez o al Real Madrid, y esforzándose por mantener con el presidente y la institución blanca las mejores relaciones a pesar de haberse personado, con permiso del juez, como acusación en el caso.

Laporta, como siempre, se las arregló para armar tal ruido mediático que consiguió excitar a la prensa madridista y generar entre la afición azulgrana esa sensación de que realmente el caso Negreira no es más que un complot maquinado por una mano negra, la misma que históricamente ha perjudicado al Barça y favorecido al Real Madrid.

La activación de esa dialéctica barcelonista llorona y desesperada, que parecía superada gracias a Messi, la estrella argentina que Laporta echó del Barça de mala manera, provocó un efecto colateral con el que Laporta no contaba, viéndose atrapado, un poco a la fuerza y sin disimular su incomodidad, en la necesidad corporativa de reunirse en una cena con los expresidentes Gaspart, Reyna, Rosell y Bartomeu. Los cuatro se pusieron a disposición de Laporta para escenificar ese push de unidad y de fuerza social azulgrana frente al enemigo.

En realidad, a Laporta nunca le ha gustado la posibilidad de usar esa foto, precisamente porque su éxito electoral se ha basado siempre en la desacreditación y criminalización de Núñez, Gaspart, Rosell y Bartomeu, especialmente este último, sobre cuya herencia ha justificado las atrocidades contra el Barça cometidas en estos dos años de su segunda presidencia.

No lo tenía previsto y menos ahora que el mismo madridismo sociológico que lo quería incriminar en el caso Negreira hace un mes de pronto corre a su auxilio, como siempre ha hecho desde que el caso Neymar, impulsado desde su entorno barcelonista contra Rosell y Bartomeu, le ayudó a descubrir el gran poder alrededor del palco del Bernabéu. Desde entonces, Florentino parece iluminar y guiar cada uno de sus pasos, desde el permiso para colgar una lona hasta su sumisión y obediencia ciega en la geopolítica del presidente del Real Madrid contra la UEFA y LaLiga.

Laporta, en sus cada vez más complicados equilibrios, se siente a gusto y muy bien acompañado por su excuñado inequívocamente franquista, Alejandro Echevarría, en las cuestiones del Barça y más que seguro bajo el ala protectora de Florentino cuando cruza la frontera de una Cataluña que cada vez se le queda más pequeña.

Si lo necesitara, Laporta podría contar con Rosell, Bartomeu, Reyna y Gaspart para defenderse en el caso Negreira. A la vista de las últimas novedades, sin embargo, tanto Rosell como Bartomeu ya saben que no pueden contar con Laporta desde el momento en que el juez admita el criterio de la Fiscalia.

Los dos fiscales, Luis García Cantón y Ricardo Sanz-Garea, autores del recurso, no dejan de sostener la estructura del cohecho propuesto por el juez y discrepan, en cambio, de la teoría adhesiva sobre la actuación conjunta, coordinada y convenida de los pagos a lo largo de los años por los presidentes, continuada y consecutivamente. Creen que cada cual obró bajo su propia responsabilidad. Y, lo más curioso, discrepan sobre los cálculos de la prescripción, de forma que Laporta, a su criterio, no puede ser imputado. Curioso que todos los fundamentos del escrito giran en torno a la salvación de Laporta. ¿Suerte?

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