Cuentos de princesas

En tanto que republicano, soy de los que pienso que los príncipes y las princesas, los reyes y las reinas, no deberían gobernar ningún país ni habitar en ningún palacio, más allá de los cuentos. Hecha esta introducción, entenderá al lector que esté empalagado con tanta parafernalia. Leionor de Borbón y Ortíz, de profesión princesa, y no de un cuento, sino de un país llamado España, juraba el otro día, con toda la pompa real, una constitución que, de haber tenido un hermano varón, la discriminaría en la línea de sucesión al trono español, relegándola a una segunda posición -ahora es primera. Pero, como sólo tiene una hermana, la infanta Sofía de Borbón y Ortíz, pues podrá ser reina, si la cordura no lo impide.

Si después de lo que ha llovido, con el abuelo de la princesa, Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, destronado en plaza pública después de airearse a los cuatro vientos sus vergüenzas, que abarcan desde la codicia más extrema a la depravación más absoluta, y el tío, Iñaki Urdangarín Liebaert, condenado a seis años de cárcel por prevaricación, fraude, falsificación, tráfico de influencias, malversación de fondos públicos y fraude fiscal, si después de todo esto no ha caído la monarquía española, difícilmente caerá. Descontados, por otra parte, los notorios resbalones del padre, el rey Felipe de Borbón y Grecia.

Siempre he pensado, y temido, que lo que sabemos de la monarquía española es sólo la punta del iceberg. La inviolabilidad real se convierte en una patente de corazones para hacer y deshacer, como se ha demostrado. Sin embargo, queda claro que la abolición de la institución, al menos en España, está lejana y, así, la tercera república tendrá que esperar. Además, éste es un país singular en el que la mayoría se declara republicana, pero tolera e incluso gusta el circo monárquico.

El nombre de Leonor tiene un origen incierto. La teoría más difundida sitúa su procedencia en el nombre griego Elena aunque también se dice que puede venir del griego eleus, ‘compasión’, ‘piedad’ o del bretón elienenn que significa, ‘chispa’. Me atrevería a pedir compasión, si no piedad, a la futura reina, que se aparte, seguro que no le faltaría de nada, y que permita una organización del Estado más democrática, donde su jefe sea votado por el pueblo, y donde las princesas vuelvan a los cuentos infantiles, de ahí donde nunca deberían haber salido.

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