«En los medios de comunicación, los rusos son los malos»

Entrevista a Manuel Rodríguez Illana

Manuel Rodríguez Illana

Analista mediático. Licenciado en Psicología y doctorado en Periodismo. Profesor de lengua y literatura en un instituto. Forma parte de Ladecom, y ha escrito varios libros. Entre ellos, Mensajes de nueva planta. La ofensiva del españolismo mediático a raíz del ‘procés’El esclavo feliz. La alineación mediática del pueblo andaluz. Ahora publica La guerra de Putin (El Viejo Topo).

¿Por qué La guerra de Putin?

El título es irónico, porque rescata la expresión que han popularizado mucho los medios: “Esto es la guerra de Putin”. No interesa analizar los condicionantes complejos que han llevado a esta situación en Ucrania, sino que todo es producto de un señor que se levanta por la mañana, le da un pronto y decide invadir Ucrania. En cualquier caso, el libro no es una hagiografía de Putin.

¿Cuál es la conclusión principal que podemos extraer de esta ironía?

El libro trata los hechos bajo la conclusión de que actualmente hay una revisión de la guerra fría, a nivel mundial. Nosotros, el Estado español, hemos caído del bando que considera a Putin como un agresor. Como el enemigo que se ha elegido es Rusia, en los medios de comunicación los rusos son los malos.

Sorprende, por decirlo de alguna manera, la unanimidad con la que los medios tratan la guerra de Ucrania. ¿Cómo se construye este consenso, sin fisuras?

El libro analiza no solo los mensajes mediáticos que apuntalan esta unanimidad, sino que también introduce algunos condicionantes sobre cómo se ha fabricado. Jean-Marie Domenach, en un manual clásico sobre la propaganda política, habla de las reglas de unanimidad y contagio. Las élites de la Unión Europea han apostado por la unión y la subordinación a la OTAN y, por lo tanto, a los Estados Unidos. Es una cosa que va en cascada. Estas élites políticas y económicas utilizan los medios de comunicación como altavoz de este mensaje. Y la izquierda está participando, por activa o por pasiva, de esto.

Hasta la guerra de Vietnam entendíamos el imperialismo informativo como una cosa propia las agencias americanas. ¿Estamos ahora en un paisaje comunicacional en el cual, como la OTAN, el occidentalismo periodístico es cosa de todos, incluida, evidentemente y muy especialmente, Europa?

En el libro rescato unos cuantos ejemplos, algunos muy grotescos, de este impulso maniqueo. Tenemos a Josep Borrell que hace de Putin la encarnación de Satanás. La comisaria europea Margrethe Vestage recomienda a los padres controlar su ducha y la de sus hijos, y que cuando cierren el grifo digan: “Jódete, Putin!”. Hemos llegado a este nivel de estupidez colectiva.

Más allá de la filosofía, la religión, la geografía…, Occidente no ha sido una identidad especialmente definitoria. Ahora, quizás influidos por la OTAN, descubrimos nuestra naturaleza “occidental”. ¿También en la comunicación pública y la guerra de Ucrania?

Apartándome un poco del libro, en otros trabajos he puesto en cuestión la idea de la misma construcción ideológica de lo que es Occidente, de Europa y también de España. Son cosas que considero entelequias ideológicas. ¿Qué es Occidente? ¿Un indígena boliviano, por ejemplo, es menos occidental que un parisiense? Detrás de esto late una idea de supremacismo. El atlantismo bebe de esta discriminación. Estuve en Finlandia y, como andaluz, llegué allí como si hubiera llegado a otro planeta. Tiene muy poco que ver un finlandés con un andaluz.

Parecía, con Trump, que el OTAN estaba llamada a decaer. Una cosa que, en buena ley, tendría que haber pasado en paralelo con la disolución del Pacto de Varsovia. Sin embargo, con Biden se expande. ¿Dónde va la OTAN?

En teoría, la misión de la OTAN acabó con la caída del muro de Berlín. Pero se ha ido ampliando. El presupuesto militar de los EE. UU. continuó creciendo, y ahora en Europa, que ha presumido de pacifismo, asistimos a una preocupante campaña de rearme. Figuras relevantes de defensa y seguridad plantearon los riesgos reales que implicaba el desarrollo de la OTAN, no ya solo para los EE. UU., sino para toda la humanidad. La amenaza nuclear está aquí, muy cerca, incluso como consecuencia de cualquier error.

¿Los actuales tambores de guerra en Europa responden a una táctica, digamos electoralista, ante las próximas elecciones en el Parlamento Europeo, o son más de fondo?

Estas posiciones en la Unión Europa son la voz de su amo, los capataces de la finca. Dicen lo que toca. Cuando Zelenski se reunió con Putin para llegar a un posible acuerdo de paz, el entonces primer ministro británico Boris Johnson fue enviado a hablar con Zelenski para decirle que, si seguía por este camino, se acabarían los apoyos.

¿Y la izquierda, ni está ni se la necesita?

Rescatando el título de un libro del filósofo marxista Domenico Losurdo (La izquierda ausente), que hacía una crítica a la izquierda eurocéntrica, que a la hora de la verdad se alinea con los intereses imperiales, hablo de esta izquierda que se permite el lujo de descalificar ahora determinadas realidades, como China. El mismo Alberto Garzón, de Izquierda Unida, se ha referido al carácter imperialista de Rusia en la guerra de Ucrania, y se congratulaba del triunfo de Biden. Un personaje que, con sus políticas en Ucrania y en Gaza, está abriendo las puertas de par en par a Trump en las próximas elecciones presidenciales americanas.

¿El discurso único de la guerra de Ucrania en los medios, que incluye noticias, editoriales, opinión, tratamiento gráfico…, es de dimensión digamos otanista, o más bien propia de algunos países?

Aunque mi trabajo se centra en el ecosistema mediático del reino de España, colateralmente recojo algunos ejemplos de otros medios internacionales. En cualquier caso, en cuanto a nosotros, el mensaje es monótono y unánime. Decíamos que una de las reglas de la propaganda es la orquestación. Es aquello que decía Goebbels, que, a su vez, aprendió de Edward Bernays, inventor de las relaciones públicas. Decía que de lo que se trata es de repetir ahincadamente una idea básica, pero, eso sí, modulándola en función de los diferentes tipos de público. Para el público segmentado como centroderecha o derecha conservadora, Ángel Expósito dice en la COPE y en ABC que Putin es un loco sanguinario, que el Ejército español tiene que contribuir a la ayuda en Ucrania, que hay que aumentar los presupuestos de defensa… Cosa muy clara para un público en el cual encaja el mensaje de manera natural. Pero como también hay que convencer a un público de centroizquierda o izquierda de que Putin es el malvado, se usa, por ejemplo, una figura de prestigio, como es el Gran Wyoming, que nos comparará a Rusia o a China con Arabia Saudí o Qatar.

¿Esta deriva maniquea puede estar nutriendo fobias de gran importancia y muy difíciles de combatir, en la medida en la que apuntan a percepciones y sensaciones básicas, paradójicamente en un mundo altamente globalizado?

Hasta hace poco, la aristocracia rusa utilizaba el francés. Y fue la Unión Soviética la que ocupó el Berlín nazi, aunque por obra de Hollywood, décadas más tarde, se pensó que fue el soldado Ryan. Subrayar las diferencias con Rusia resulta cuanto menos absurdo, y también peligroso.

¿Se puede decir, como rezaba un reciente titular de prensa, refiriéndose al papel de Europa en la guerra de Ucrania, que “unos (los EE. UU.) tienen la fama, y otros (la Unión Europea) cardan la lana”?

El libro, trata de ser una llamada de atención para decirnos que estamos siendo objeto de un lavado de cerebro masivo, y que estamos pagando las consecuencias. Los principales perdedores de esta situación, obviando el riesgo de catástrofe nuclear, somos los europeos, en el plan económico. Pero, sí, también se tiene que decir que la UE, de manera vergonzosa, está jugando un papel muy poco justificable en el conflicto. Empieza a mostrar un rostro belicista que se corresponde muy poco con lo que se ha considerado la razón de ser de la creación europea: el fin de las guerras. Esto tampoco es tan nuevo si se tienen en cuenta opiniones como la de Javier Solana, que dice que no entiende cómo se le ha podido ocurrir a Putin recurrir a los bombardeos, cuando fue él quién ordenó bombardear Serbia.

En el discurso sobre la guerra de Ucrania, se está intentando decir que la extrema derecha europea está con Rusia. ¿Vox está con Putin?

A cierto público le interesa subrayar esta supuesta simpatía. Meloni ha sido una de las pocas figuras relevantes que fue a felicitar a Zelenski en el segundo cumpleaños de la guerra. Ramón Reig, mi director de tesis, habla de la información binaria, y de cómo el problema de la manipulación informativa está sobre todo en la metodología. En cómo presentan los hechos y enseñan a percibir la realidad.

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