El uso del glifosato en la UE, en la cuerda floja por su impacto en la salud y el medio ambiente

Su polémica aplicación en los campos para matar las malas hierbas divide ecologistas y agricultores, a la vez que provoca un gran debate entre países de la Unión Europea

El sector agrícola alerta que no hi ha alternatives al glifosat en determinats conreus, com el de l’arròs del Delta de l’Ebre

El glifosato Monsanto-Bayer es el herbicida más utilizado en todo el mundo desde los años noventa para controlar las malas hierbas de determinados cultivos, y ahora se enfrenta a su posible prohibición en el marco de la Unión Europea (UE). La Comisión Europea tiene que decidir si se renueva su autorización por 10 años más o bien prohíbe el uso. La decisión está generando una fuerte división entre los estados miembros, que se están posicionando públicamente a favor o en contra del herbicida de amplio espectro según el peso de su agricultura o de la capacidad de presión de sus grupos ecologistas.

El debate público sobre su uso se remonta en el año 2015, cuando un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirmó que “el glifosato era clasificado como probablemente cancerígeno para los humanos”. A raíz de esta clasificación, la Agencia Europea de Sustancias Químicas emitió un informe científico, que concluyó que las pruebas no apoyaban a su potencial carcinógeno, a pesar de que sí que se consideraba causante de daño ocular y que era tóxico para la vida acuática.

En declaraciones a EL TRIANGLE, Luis Ferreirim, responsable de la campaña de agricultura de Greenpeace España, considera que el glifosato “está en la cuerda floja” porque “hay evidencias de sus consecuencias para la salud y el medio ambiente”. Según su parecer, “si no tuviera efectos nocivos para la salud, ¿por qué motivo Bayer tendría que pagar dinero por demandas en los Estados Unidos?”. Hoy en día, Bayer ha tenido que pagar hasta tres veces por daños provocados por el herbicida y tiene miles de demandas en todo el mundo por un presunto riesgo de cáncer asociado al uso del producto.

Por Greenpeace, los riesgos del glifosato para el medio ambiente también son muy graves porque, “al ser de amplio espectro, mata malas hierbas, pero también otras especies y afecta las abejas y otros polinizadores”. Según Ferreirim, “hay que abandonar el modelo de agricultura destructiva y volver a trabajar con la naturaleza”. Si no se puede evitar el uso herbicidas potentes, “hay que buscar otros productos menos problemáticos y que tengan un impacto menor en el medio ambiente”. Hay alternativas, según Greenpeace, y la evidencia es “la agricultura ecológica, que no para de crecer y no utiliza ni una gota de glifosato”.

Aun así, Luis Ferreirim admite que “hay miedo al cambio en el sector agrícola porque se tiene que transformar el modelo de agricultura intensiva y las empresas productoras de este herbicida han generado esclavitud y dependencia hacia estos productos, y los agricultores no son libres para dejarlos”.

En declaraciones a EL TRIANGLE, el coordinador de sectores agrícolas de Unión de Campesinos, Miquel Pinyol, discrepa totalmente de la visión de Greenpeace: “Si se saca el glifosato para siempre jamás, tenemos que tener un herbicida menos nocivo, pero que haga el trabajo de controlar las malas hierbas, y ahora mismo no existe”. Un ejemplo claro, según Pinyol, se puede ver en el cultivo del arroz. “Hay muchas parcelas en que se ha dejado de recoger el arroz porque la hierba ha acabado ganando terreno al cultivo, y esto es porque no hay productos bastante eficaces. Faltan más estudios y más pruebas antes de sacar un producto del mercado sin un sustituto claro y efectivo. Si se tiene que restringir, de acuerdo, pero hace falta una alternativa”, afirma.

Ante el intenso debate que afronta ahora la Unión Europea, el responsable de Unión de Campesinos (UP) lamenta que no se hayan dedicado “suficientes esfuerzos humanos y económicos para buscar una alternativa”. Concretando por cultivos, Pinyol indica que “el cultivo del arroz no tiene alternativa”, y este también sería el caso de los cítricos. Para UP, lo que puede acabar pasando si se prohíbe el herbicida es que los agricultores solo puedan comprar una variedad de arroz vinculada a fondo de inversión, y en pocos años determinadas variedades desaparezcan porque no hay alternativas para cultivarlos. “Sin alternativas para preservar los cultivos, habrá menos variedad en la cesta de la compra y menos diversidad alimentaria”, alerta.

En relación con la biodiversidad, el coordinador de sectores agrícolas admite que si aplicas el herbicida matas malas hierbas y también determinada fauna o insectos. Aun así, “si los del arroz no pueden aplicar el herbicida para el arroz, quizás al Delta del Ebro no tendrías la diversificación de aves y de flamencos que hay ahora. Se tiene que mirar de la manera que todo el mundo pueda convivir”. Dentro de la UE, España se han mostrado a favor de renovar la autorización al glifosato, mientras que Alemania es partidaria de su prohibición.

Para Unión de Campesinos, el posicionamiento de España o de Alemania vienen condicionados por las características de su agricultura. “No es lo mismo ser campesino en Francia, en Alemania o en Cataluña. Tenemos más horas de sol y menos pluviometría, y más hacia el norte pueden convivir mejor con otras técnicas agrícolas. No es lo mismo hacer agricultura en el sur o en el norte. Se pone mucha normativa europea pensando en los campos del norte y no en los del sur”, explica.

Otro aspecto a tener en cuenta es la entrada de plagas que vienen de fuera de la Unión Europea y que llegan a través de productos alimentarios que pueden haber sido tratados con glifosato porque en los países de origen no tienen ninguna prohibición. Según Pinyol, esta situación se ve en el sector de los cítricos, donde entran plagas que cuestan mucho de combatir con los productos fitosanitarios autorizados en la UE. “No tenemos productos tan fuertes como los suyos, y esto nos pasa con los cítricos o con el tomate”, denuncia.

UP reclama más control de los fitosanitarios que se utilicen fuera de la UE: “Se criminaliza el producto alimentario de aquí y esto afecta nuestra competitividad, mientras que los de fuera llegan a la cadena alimentaria sin ningún problema”.

Puedes leer el artículo entero, en el n.º 1549 de la edición en papel de El Triangle

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