El nuevo relato laportista acusa a Bartomeu de ocultar pérdidas desde 2015

Para disimular que el Barça de Laporta pierde 200 millones anuales, el cuento de la 'herencia' se ha reformulado para normalizar un contexto de déficit causado por menos ingresos con respecto al pasado

Joan Laporta

El neobarcelonismo parece condenado a vivir diferentes realidades. O, mejor dicho, interpretaciones tendenciosas y manipuladas de su propia historia y de la propia realidad, en función de las necesidades y urgencias mediáticas de Joan Laporta y de su caprichoso modelo de gestión. El último giro de guión, perfectamente coordinado desde el aparato laportista, cabalga imparable sobre un nuevo relato económico que ha revelado, de pronto, que el FC Barcelona venía perdiendo dinero ordinariamente, a razón de 200 millones anuales desde la temporada 2016-17, para algunos desde la 2015-16. Según los más exagerados, el origen de la fuga estaría en la 2014-15, la del triplete del tridente.

El nuevo relato, cambiante porque el laportismo sí que se ha convertido en un colador de pérdidas desde marzo de 2021, se ha debido inventar y divulgar para disimular esa deficiencia estructural que ya ha arruinado al club y lo conduce a su inevitable conversión en SA. Lo han afirmado Laporta, Eduard Romeu, Juli Guiu, el ticket Víctor Font y Marc Ciria (que ambos están también en el ajo, y juntos, por cierto), el presidente de la comisión económica, Iván Cabeza, Marc Duch y ahora también, porque esa es la consigna, el vertebrado equipo de periodistas y laportistas de las redes sociales alienados y sometidos al dictado de la versión oficial.

O sea, que ahora el problema ya no es la herencia de Josep Maria Bartomeu, que ha servido de excusa para las salvajadas y el saqueo de Laporta, sino el hecho, sorprendentemente recién descubierto, de que el dinero perdido y malgastado por la torpeza de la actual junta es, en el fondo, un reflejo inevitable del pasado, un tic financiero patológico no diagnosticado hasta que ha sido necesario justificar los peores resultados de la historia, de 303 millones de beneficio contra 800 millones de ingresos netos extraordinarios y unos gastos, también de récord, de 1.165 millones.

Una brutalidad que, ante la concurrencia de la asamblea ordinaria, exigía un nuevo contexto y otro relato distinto y renovado con tal de esconder la tragedia y el disparate en que Laporta y Romeu han convertido la contabilidad azulgrana, de tal calibre y gravedad que cualquiera sospecharía incluso de la intervención siniestra del profesor Xavier Sala-i-Martin, quien acaso dedica algo de su tiempo libre a echarles una mano.

Lo cierto es que Laporta, ni rebuscando con el compliance de la casa, ni con tres auditores, una due dilligence y un forensic ha sido capaz de encontrar un solo motivo para someter las cuentas de Bartomeu al implacable peso de la ley. Y eso pese a habérselo prometido a los socios y a haber detectado «actuaciones criminales por las que habrán de pagar», en principio presentadas ante la Fiscalia, un dosier de risa que, evidentemente, descansará para la eternidad en el cajón de las causas sin ningún fundamento.

Para ocultar sus propias fechorías, Laporta utiliza siempre el mismo truco, consistente en acusar de las mismas a un tercero y así desviar el foco sobre su negligencia en la gestión. Lo cierto es que no es posible detectar ni demostrar esa fuga de 200 millones anuales en las cuentas del club. Un repaso a las memorias del Barça lo que revela es que Joan Gaspart y Joan Laporta provocaron un déficit de 64 millones en 2003 y otro de 84 millones en 2010, al que deben añadirse los 481 millones del 2021, también de Laporta.

El otro cierre con números rojos conocido es el de la temporada 2019-20 firmado por Josep Maria Bartomeu de -97 millones y un EBITDA positivo de 104 millones, principalmente a causa del impacto de la covid a partir del 14 de marzo de 2020. Los ingresos cayeron a 855 millones, una reducción del 14% respecto a los 990 millones de euros del ejercicio anterior (disminución de -135 millones) y del -18% por debajo de los 1.047 millones presupuestados. La situación se agravó por el retraso de la disputa de los partidos de Champions que, por calendario, se debieron contabilizaron en la temporada siguiente.

No existe, a diferencia de la contabilidad pública y artificialmente alterada de Laporta con las palancas -que ya alcanzan los 1.048 millones en poco más de un año-, indicios de camuflaje ni distorsión de las cuentas.

De hecho, Laporta en persona pidió a los compromisarios aprobar esas cuentas en la asamblea de junio de 2021 «porque reflejan fehacientemente los estados contables y financieros del FC Barcelona».

La crítica a ese vivir al límite de la economía de Bartomeu es legítima porque, entre otras circunstancias, el coste de la ficha de Leo Messi rondaba, con variables, los 140-150 millones, y, en efecto, la junta de aquella época acabó cediendo a las exigencias de un vestuario con un enorme poder, incluido el soporte mediático del que gozaba a la hora de renovar a los jugadores históricos del mejor Barça de la historia. El propio Xavi fue un ejemplo de esta situación tras amenazar a la junta con crear inestabilidad en el entorno si no le daban la carta de libertad, cobrando una temporada entera más de lo que le correspondía.

Ahora bien, las auditorías no han revelado, ni con la lupa malintencionada de Laporta, desajustes más allá de las evidencias de una masa salarial disparada, extrema, compensada con ingresos récord que Laporta, superada de largo la pandemia, no ha sido capaz de recuperar.

Ese es gran problema de Laporta, que ha inflado los gastos alocadamente sin remontar en los ingresos. Bartomeu alcanzó la cota de 990 millones en la 2018-19 mientras que Laporta acaba de aprobar una cifra de 859 millones para la actual temporada, además de arrastrar recurrentes pérdidas ordinarias de 200 millones.

Los gurús del laportismo centran su discurso en la fuga de Neymar, traspasado por 222 millones y una plusvalía de unos 170 millones, que no tuvo reflejo en una mayor cifra de beneficios en ese ejercicio 2017-18, que fue de 13 millones. Se han cebado en que allí se escondieron pérdidas para construir ese falso relato de pérdidas regulares y recurrentes. La memoria, por el contrario, justifica que plusvalía se destinó a la amortización de la compra de Dembélé y de Coutinho, además de ir a parar a un aumento destacado del salario de Messi y de Piqué.

Hoy la junta de Laporta presume de haber destinado parte la palanca de Barça Studios, la palanca fantasma, a amortizar anticipadamente las pérdidas por los traspasos deficitarios de jugadores y a minorar el fuerte desequilibrio entre ingresos y gastos, además de admitir haber ingresado 90 millones en traspasos, también como medalla. Es decir, operaciones que criticaban de la economía de Bartomeu por ganar dinero con la venta de jugadores.

Aún así, las liquidaciones de la era Rosell-Bartomeu se cerraron con superávit y fondos propios positivos, además de dejar una herencia en forma de reservas superiores a los 1.000 millones que Laporta ya ha empleado y dilapidado sin revertir las consecuencias de su evidente mala gestión y política de despilfarros. Eso sí, tras dos años y medio de gastar sin medida y de fichar compulsivamente se ha dado cuenta de que el club necesitaba ajustes en el control del gasto. ¿O ha sido LaLiga quien le ha obligado? Parece que los recortes, la austeridad y las limitaciones a la realidad del club son sólo culpa de Javier Tebas y no de Laporta.

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