Xavi vuelve a la casilla de salida y será examinado rigurosamente por Deco, su nuevo súper jefe

El técnico, cuya renovación sigue paralizada, no tiene contrato más allá de esta temporada ni tampoco garantizada su continuidad si los primeros resultados en LaLiga y la Champions no están a la altura de las grandes expectativas generadas

El nuevo director deportivo del Barça, Deco

Foto: Twitter @FCBarcelona_es

El pausado y hasta cierto punto accidentado aterrizaje de Deco en el eje de la dirección deportiva, de fútbol básicamente, cambia por completo el escenario en el que estaba acostumbrado a actuar Xavi Hernández, hasta ahora respaldado desde la presidencia y con ciertas garantías de que su trabajo, sus peticiones y su criterio eran tenidos en cuenta.

Hoy, ni siquiera su continuidad y la de su staff está asegurada. Sin Mateu Alemany, el último referente de cierta coherencia y seriedad del laportismo más salvaje, y sin rastro de esa ecuanimidad y sensibilidad de Jordi Cruyff, el entrenador de Víctor Font está de vuelta a la casilla de salida, aunque no a la suya, como cuando fue puesto al mando del vestuario en invierno de 2021, sino a la de Ronald Koeman en verano de ese mismo año cuando acabó siendo la mejor opción para el presidente porque, sobre todo, el entrenador holandés no le iba a montar un número mediático en reacción a las bajas de Leo Messi y de Antoine Griezmann.

Koeman sólo pidió a Luuk de Jong e intentó forjar un Barça con los de casa, fiel a su perfil de entrenador valiente, honrado y con un elevado sentido institucional. Xavi, en cambio, se ha pasado desde su llegada -hace más de un año- llorando y quejoso a pesar del esfuerzo del club en ficharle a 14 futbolistas, con una media de edad superior a los 28 años, que sólo le han servido para ganar una Liga apenas disputada por el Real Madrid y con más partidos mediocres que buen juego, acumulando en tan poco tiempo cuatro sonadas eliminaciones en las dos competiciones internacionales: la Champions League, donde no ha sido capaz de superar la primera fase de liguilla, y de la Europa League sin acercarse siquiera a las eliminatorias finales.

A diferencia de Koeman, cuando Xavi perdió a Sergio Busquets pidió un clon o similar, y se ha pasado la pretemporada, pese a los refuerzos de Íñigo Martínez, Oriol Romeu y Ilkay Gundogan, pidiendo al menos tres refuerzos: un delantero contra la fuga de Ousmane Dembélé -eso sí, que no sean ni Neymar ni Joao Félix-, otro centrocampista no se sabe exactamente para qué y un lateral derecho puro que no sea distinto que el portugués Joao Cancelo, del Manchester City.

El presidente Joan Laporta, la verdad, ha llegado a hartarse de Xavi que, además, puso sobre la mesa una petición para renovar de 30 millones, propuesta que contemplaba triplicar sus condiciones personales y duplicar las de su staff. Dándose cuenta de que su osadía le alejaba más del banquillo que lo contrario, plegó velas por el momento a la espera de tiempos mejores. Entretanto, ha fichado a un periodista de cámara para defenderse de ese entorno mediático laportista que puede volverse en su contra en cuanto Laporta dé instrucciones concretas de ponerlo al pie de los caballos de la afición barcelonista.

La reciente y lenta ascensión a los altares de Deco, unida a la decapitación de Alemany, que espera cobrar el finiquito a primeros de septiembre, supone para Xavi el inicio de un periodo en el que, por decirlo de forma resumida, se someterá a un examen tanto o más inflexible que el de Koeman, ya que a Laporta le ha dejado de preocupar, entre otras muchas cosas, si acaba su presidencia con dos, tres o seis entrenadores siempre y cuando le sirvan de escudo y le ganen los títulos que le permitan seguir ostentando un inmenso e indiscutido poder en todos los órdenes del club. El acierto en encontrar a un entrenador inmaculado ya no es un fin, sino un medio para sus verdaderos planes de negocio de esa multinacional (familiar) en la que se ha convertido el Barça, donde las grandes sumas de dinero se mueven en la trastienda de los fichajes, la contratación de los proveedores y el Espai Barça.

Deco tiene manos libres y órdenes muy precisas de servir al presidente antes que volverse sensiblero con las lágrimas de Xavi, un entrenador que ahora mismo no tiene contrato más allá del 30 de junio de 2024. La lógica del fútbol sugiere que, si el Barça no le pone pronto sobre la mesa una propuesta para ampliárselo, por lo menos hasta junio de 2025, es porque no ha depositado en su proyecto la suficiente confianza de futuro.

La coartada para demorar esa decisión por parte de Deco -recién llegado, en teoría, ya que fue anunciado como nuevo jefe el miércoles, radica en que ahora debe centrarse prioritariamente en los refuerzos y salidas antes del 31 de agosto y dejar para más adelante la negociación con Xavi.

Igualmente, es significativa esa tendencia a dejar pasar los días y, si es posible, esperar a los primeros resultados en LaLiga y la Champions como una disimulada fórmula de evaluación de un técnico que, indudablemente, no está en la primera posición, ni tampoco en la segunda, del ranking de poder y de control de su propia parcela. Por este orden, mandan más, mucho más, el presidente, sus asesores Alejandro Echevarría y Enric Masip, Deco y hasta Rafael Yuste si es que tiene algo que decir, o se lo permiten, como vicepresidente deportivo.

Xavi ha ido rebajando el tono de sus exigencias y de sus opiniones en sus últimas declaraciones, después de recibir una amonestación desde arriba en el sentido de que algunos de sus comentarios habían condicionado y encarecido las negociaciones de los fichajes en cartera. No se siente fuerte ni tan respaldado como meses atrás y, a la fuerza, debe mostrarse cauto e inteligente en su puesta en escena ante los medios como un infalible, efectivo y ganador en su trabajo como entrenador.

Los próximos días, los primeros de Deco en su nuevo puente de mando, aunque se supone que no estaba trabajando gratis desde mayo pasado, serán claves para el futuro de Xavi y para saber por dónde quieren ir Deco y esa cúpula del poder que lo ha puesto en su sitio precisamente para ejecutar con disciplina espartana sus deseos y órdenes.

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