A Laporta se le acaban las respuestas cuando la actualidad se complica

Después de las entrevistas trillizas decide enmudecer en la presentación de Íñigo Martínez para no afrontar las diferencias con Xavi, la mala pinta del caso Mirotic y el fichaje goloso de Vítor Roque

Joan Laporta, a TV3

Joan Laporta ha pasado, en apenas tres días, de un derroche y exhibición de sus encantos comunicativos, que se vieron reflejadas en las entrevistas trillizas (Mundo Deportivo, Sport y L’Esportiu), a enmudecer extrañamente cuando ha tenido la oportunidad de dirigirse al resto de la prensa, y del barcelonismo, con motivo de la presentación del primer fichaje de la temporada, el exdefensa del Athletic Íñigo Martínez.

Prefirió no someterse a ese ejercicio de confrontación con la realidad, sin duda para evitar temas espinosos, tanto internos como internos, y, por descontado, para ahorrarse la trifulca con Xavi sobre dos aspectos sobre los que, si no son capaces de ponerse de acuerdo, pronto se confirmará que cada uno va por un camino distinto.

Una de las aristas susceptible de provocar fricciones pasa por el número y perfil de los fichajes, terreno en el que Xavi exige un mediocentro para clonar las funciones de Busquets y un lateral derecho. Laporta le ha respondido que las necesidades del equipo ahora mismo son de dos centrocampistas y un lateral, empleando términos generalistas y sin concretar. En ambos casos, un menú que no se parece demasiado a las noticias que se filtran a la prensa especializada sobre el tipo de futbolistas en el que trabaja ese tándem integrado por Mateu Alemany y Deco.

Precisamente, Laporta ha dejado claro, aunque en las entrevistas no se hayan destacado sus palabras, que esa es una materia en la que, desde la marcha de Jordi Cruyff, el entrenador ya no es quien sugiere los nombres, sino que es Deco quien le marca la pauta al titular de un banquillo como el de Xavi, que ya empieza a sufrir un cierto aislamiento.

Además de dejar claro que los refuerzos ya no los decide Xavi, el entrenador no ha sumado puntos con esa decisión de contratar un periodista, Eduard Polo, porque no se fía de que el aparato de comunicación del club sea del todo capaz de protegerle ni de advertirle de los verdaderos riesgos del entorno si las cosas se complican. Xavi no es ajeno a ese ideario del núcleo duro del presidente donde se cuestiona su capacidad para llevar las riendas del primer equipo y ese punto díscolo y egoísta suyo a la hora de aparecer ante la prensa como lo que no es, el nuevo Guardiola. Un distanciamiento que todos tratan de ocultar.

Amablemente, esa tensión se ha traducido en una división de opiniones sobre las expectativas del equipo en la Champions, la competición maldita de la que el Barça, sin Messi, ha desaparecido. Laporta ya se ocupó de reventar su viaje de vuelta, entre otros motivos por el especial protagonismo de Xavi en la versión mediática de una negociación en la que la prensa daba por hecho el rol clave del entrenador, capaz de haberlo convencido para jugar prácticamente por nada. El presidente, lejos de sentirse cómodo con ese control del lobby de prensa del entrenador, prefirió hacer descarrilar las conversaciones y además insinuar que realmente Leo no estaba tan comprometido, como decía Xavi, en vestir otra vez la camiseta azulgrana.

En respuesta, Xavi le envía mensajes que Laporta se ve en la obligación de desmontar o matizar, como uno en el que entrenador azulgrana sostiene que si le traen los dos fichajes que pide él, prácticamente asegura ganar la Champions. El presidente no ha tenido otra que rebajar ese techo y matizarlo, incómodo, buscando otra tangente sobre el valor de un equipo que, asegura, “es mejor que el del Real Madrid”.

Dos alegatos distintos de cara a la afición, sin duda excesivos o cuando menos innecesario porque no reflejan un estado de ilusión, sino de competitividad y recelo entre el banquillo y el palco.

Si Laporta se hubiera dejado preguntar en la presentación de Íñigo Martínez, sin duda este tema y el de los refuerzos habrían salido a la luz, especialmente el de Oriol Romeu, que Xavi exige y que ni Deco ni Laporta ven tan claro. De hecho, Laporta lo ha complicado expresamente al afirmar que «al Girona le hacemos un favor si lo fichamos», comentario del todo desacertado y que desde luego le obligará a pagar los cuatro millones de la cláusula que exige el Girona.

Laporta tampoco podía responder sobre cuándo se podrá concretar ahora mismo la inscripción de los nuevos fichajes, Íñigo Martínez y Gundogan, y sobre otras cuestiones delicadas como la dinámica en la que ha entrado el caso Mirotic, tan mal gestionado que todas las bazas las tiene a su favor el representante del jugador, Igor Crespo, si hay que creer sus declaraciones en RAC1 del jueves, no contestadas desde el club, según las cuales Laporta rechazó renegociar su contrato el año pasado a propuesta de Mirotic sin que, además, el club le haya comunicado formalmente -o sea, por escrito- su voluntad de cortar el contrato. La estrategia era convertir a Mirotic en el malo de la película y que, bajo esa presión, aceptara irse con una liquidación beneficiosa para el Barça.

A diferencia del cuestionario de las tres entrevistas de esta semana, a la carta, un turno abierto de preguntas también podría contener preguntas difíciles sobre los números finales del cierre del ejercicio 2021-23, datos clave para entender por dónde van los tiros del plan de tesorería pactado con LaLiga, sobre todo porque desde que se anunció el plácet de Javer Tebas es tan cierto que el presidente de LaLiga y el del Barça han dejado de hostigarse mutua y públicamente como que Laporta no ha dejado de gastar de un modo compulsivo.

Apenas se cierran operaciones de traspaso y los recortes y despidos sólo afectan a las nóminas menores del club. Laporta, como siempre, promete una austeridad y un rigor que, a los diez segundos, desaparece en cuanto le ponen a tiro el caramelo que más le gusta, un fichaje en Brasil como el de Vitor Roque, cerrado por más de 80 millones, según fuentes bien informadas. Laporta no ha podido vencer la tentación de firmar, eso sí, con la inútil precaución de que no pueda llegar antes del 1 de julio de 2024.

Laporta sabe mejor que nadie que las deudas se anotan contablemente en cuanto se conocen mientras que los ingresos sólo cuando se producen. Otra vez ha vuelto a gastarse lo que no tenía. Luego se quejará de conspiraciones en contra del Barça porque se ha excedido del margen salarial.

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