Laporta empieza el ejercicio 2023-24 con la primera sanción de LaLiga

No ha cumplido con el reajuste pactado en las secciones deportivas y el diferencial de seis millones lo debe compensar con un aval solidario en el que una parte de la directiva no quiere participar

Joan Laporta

El despertar a la realidad económica del laportismo está siendo cruel desde que Messi, con su valiente decisión de asumir personalmente que el Barça no podía ficharlo por esos 25 millones -esa fue la oferta de Joan Laporta aceptada por Leo-, derrumbó esa gran mentira mediática sobre todas y cada una de las claves económicas de un club realmente en estado de quiebra, traumáticamente endeudado y paralizado por el exceso de negligencia y de mediocridad de la directiva azulgrana.

La última bofetada recibida ha llegado en forma de sanción, la primera por ahora, impuesta por LaLiga debido al incumplimiento en el plan de tesorería y de recortes al nivel de la cifra comprometida para el cálculo de la masa salarial. Según LaLiga, el club debía pasar por un proceso de ajustes que, sobre todo en las secciones profesionales, no ha alcanzado la frontera prevista a 30 de junio por un diferencial de 6 millones.

La infracción se paga con un castigo directo sobre la masa salarial de forma que Laporta no puede inscribir de momento a Gavi y Araújo, las dos renovaciones con más retraso, y a dos más a elegir entre Sergi Roberto, Marcos Alonso, Íñigo Martínez, recién firmado a falta de poder inscribirlo para ser presentado, y las ampliaciones de contrato de Iñaki Peña y de Alejando Balde.

La única solución para no empezar la nueva temporada, el próximo día 1 de julio, con el paso cambiado y bajo la misma incomodidad de hace casi un año, sin poder garantizar la continuidad de Gavi más que por su demostrada lealtad a los colores azulgrana, pasa por la cobertura de esos seis millones con un aval de la directiva.

LaLiga exige, como única solución para poder realizar una inscripción de mínimos, un aval de la junta directiva de tres millones y un pagaré de otros tres millones, con vencimiento a 30 de junio de 2024, para que esa puerta que no acaba de abrirse no se cierre tampoco de un modo definitivo. Depositar el aval y asumir el pagaré ya supone en sí mismo un drama, sobre todo si se compara con los aires de grandeza de Laporta negociando con Messi, kimmich, Gundogan o Zubimendi, pero no la tragedia que significaría arrancar el curso 2023-24 sin la posibilidad de formalizar, al menos, dos de los casos más urgentes, llamativos y significativos de la situación crítica actual.

La economía laportista hace aguas por todas partes y confirma que la posibilidad de recuperar a Messi era una quimera, el embuste del año y una treta del presidente para forzar un escenario mediático en el que Messi debía ser el principio y el final de todo. Laporta pretendía utilizar la promesa de Messi de volver para que LaLiga le concediera anticipadamente el margen salarial suficiente para ficharlo y así poder generar recursos con los que, a posteriori, cumplir con los parámetros del fair play financiero.

La farsa, o la medio trampa, quedó al descubierto en cuanto LaLiga confirmó que el plan de tesorería de Laporta no alcanzaba siquiera para inscribir las renovaciones pendientes de Gavi y de Araujo, circunstancia que también le abrió los ojos a Messi sobre la verdadera naturaleza de una propuesta que, en el fondo, no era más que el cuento de la lechera.

El segundo acto de este déficit estructural pasa por la obligada asunción de la directiva de ese aval que, según las primeras noticias, no ha despertado el menor entusiasmo entre los compañeros de junta de Laporta por su carácter solidario. La posible solución, a base de rascarse el bolsillo de los directivos, ha despertado suspicacias y recelos hasta el punto de amenazar la tradicional disciplina y placidez de las reuniones de la directiva de cara a la convocada para el día 28 de junio, cuando deberá aprobarse y formalizarse el aval necesario con los costes repartidos entre la totalidad de los miembros de la junta.

Lógico si se tiene en cuenta que la previsión de cumplir con el plan de viabilidad ha empezado con muy mal pie. El ejercicio que viene está plagado de dificultades, la principal derivada de la minoración de ingresos por el traslado a Montjuïc, el pellizco a los derechos de TV de la Liga, superior a los 40 millones y la obligación de afrontar la primera devolución del crédito operativo concedido por Goldman Sachs en el 2021, de 70 millones.

El endurecimiento de las condiciones de LaLiga, agravadas por el incumplimiento de Laporta, puede provocar que tampoco el siguiente ejercicio se salde con un balance equilibrado, satisfactorio de acuerdo con los parámetros de LaLiga y, en consecuencia, se acabe ejecutando el aval contra el patrimonio de los directivos. Algunas fuentes, incluso, especulan con la posibilidad de que se produzca alguna dimisión entre la tropa laportista que, como ya hizo Jordi Llauradó, discrepen abiertamente de las decisiones y de las operaciones tomadas con carácter autoritario y solitariamente por quien gobierna el timón club.

Ese conato de rebelión probablemente no servirá para que Laporta vaya a cambiar su estilo personalista. Al contrario, como ha hecho siempre, Laporta le abrirá las puertas a quien se quiera marchar, eso sí sabiendo, porque esa es la regla, que quien no está con él está contra él.

Este aval no tiene que ver con el que, hace un año, Joan Laporta y el tesorero Ferran Olivé hubieron de aportar para inscribir a Jules Koundé, una operación completamente irregular según la propia reglamentación que lo contempla. Javier Tebas le hizo el favor a Laporta de aceptar esa contramedida para evitar que el defensa debiera regresar a la disciplina sevillista y el Barça verse en la obligación de liberarlo y además pagar una fortísima indemnización.

Aquella señal ya advirtió que la gestión laportista había entrado en una peligrosa espiral de fragilidad económica y financiera que, finalmente, ha acabado con explotar. Sobre todo, porque Laporta ha seguido, otro año más, sin hacer los deberes, sin ponerse verdaderamente en serio a recomponer las cuentas del club, empeñado en seguir gastando y queriendo fichar muy por encima de las posibilidades reales del club. Cuando le ha visto las orejas al lobo ya ha sido demasiado tarde.

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