La reaparición de Víctor Font no cambiará el oscuro destino del Barça de Laporta

El excandidato, que tiene previsto hacer su balance de la temporada en las próximas horas, tampoco quiere pasar a la acción contra el desahucio y la ruina del Espai Barça

Víctor Font

Puede que sea ahora o nunca el momento de que algún sector del barcelonismo, o un solo socio, levante una bandera en nombre del FC Barcelona con la única e imperiosa finalidad de impedir la autodestrucción del club. La cuenta atrás activada por la descontrolada, frívola y dañina gestión de Joan Laporta conduce inevitablemente al riesgo extremo y elevado de que, solo en cuestión de meses, puedan converger en un mismo escenario las consecuencias de las graves infracciones del Espai Barça y la parada técnica, el colapso inminente, de la economía doméstica. La posible parálisis que supondría, de facto, la asunción del control del club por parte de los inversores, Intermoney, debe considerarse un peligro más inmediato y próximo de lo que se sospecha a causa de la inacción del propio Laporta, a punto de quedarse sin capacidad de maniobra ni recursos, y por la irresponsabilidad de un entorno social y mediático en buena parte anestesiado, en parte avergonzado y en parte temeroso de enfrentarse al laportismo, el mayor aparato de control y de manipulación de la vida azulgrana jamás conocido.

Está previsto, por ejemplo, que en las próximas horas salga finalmente a dar la cara Víctor Font, el excandidato que le disputó a Laporta la presidencia hace dos años que, hasta ahora, se ha limitado a esconder la cabeza y huir cobardemente de una actualidad que, por la negligencia y desacertada gestión de la junta, viene reclamando su presencia y participación por razones obvias y por respeto a los miles de socios que lo votaron el 7 de marzo de 2021.

En otros tiempos no tan lejanos, pese a la legítima y democrática elección de la junta de Josep Maria Bartomeu, el excandidato Víctor Font no solo comenzó a hacer campaña tres años antes de las elecciones de 2021, sino que basó toda su estrategia en la fiscalización continua, recurrente, pesada y crítica de la gestión del entonces presidente. Una actuación implacable, profesional y avalada por una inversión importante en asesores y logística, que culminó en otoño de 2020 con su participación, consentimiento y aprobación en la acometida de un voto de censura contra Bartomeu. Font no descansó hasta echarlo, por decirlo de una manera gráfica.

Hoy, con el club asentado en una dramática espiral de ruina y crisis económica y financiera, infinitamente peor que la provocada por la coincidencia fatal de la pandemia con el mantenimiento del equipo más caro de la historia, en el que Messi suponía el 20% de la masa salarial con 135 millones de ficha base, Víctor Font ha asistido impasible, mudo y escondido a este verdadero descalabro.

La tormenta perfecta que Víctor Font predijo acertadamente no era, sin embargo, Bartomeu, sino el ciclón Laporta, que le ganó la partida en las elecciones con la doble promesa de renovar a Messi y de recomponer la fortaleza de las cuentas del club basándose en su experiencia y mejor conocimiento de las esencias y del entorno del Barça.

Si Font es capaz ahora, aunque tarde y mal, de aparecer para decir basta y denunciar el embustero y desolador plan de financiación del Espai Barça, así como la indolente gestión presupuestaria y el abuso de las palancas hasta la desertización evidente del club, estaría cumpliendo con su papel social, del todo legítimo, amparado por miles de barcelonistas que creyeron en su proyecto.

Podía considerarse plausible y prudente -y, hasta cierto punto, correcta y necesaria, según se mire- su actitud de colaboración y de recogimiento del primer momento y su confesa intención de no erigirse en oposición permanente después de las elecciones. Postura que no ha sido precisamente el talante de Laporta cuando ha perdido las elecciones, ni tampoco el de Font cuando decidió echarse a la carretera con una premeditada anticipación, incluso antes de que Bartomeu pudiera perder los papeles.

Lo cierto es que la opción y la estrategia de Font durante sus primeros pasos respondían a una planificación respaldada por los poderes fácticos, políticos, económicos, financieros, mediáticos, policiales, judiciales y soberanistas de Catalunya, los mismos que luego han validado y blindado la llegada de Laporta a la presidencia y, complementariamente, han impuesto también ese retiro monacal al excandidato Font.

Parece que ahora quiere cumplir con ese propósito de reaparecer bianualmente, pues también le gusta felicitar la Navidad, y pretende hacerlo en algún formato singular, puede que como un debate o coloquio con periodistas, para darle a esa intervención un aire más reflexivo y contemplativo que otra cosa. No da la sensación de que Víctor Font, limitado además por sus negocios con Xavi y colateralmente con el club, vaya a coger el toro por los cuernos y asumir que, a la vista de los hechos, cabe actuar con contundencia y determinación, pero sobre todo con sentido de club y de responsabilidad.

Los hechos probados y conocidos en el acuerdo con Intermoney para esa financiación tan sospechosa del Espai Barça, que no cumple con ningún parámetro asambleario ni con la capacidad financiera del club -y que, además, ya contempla el incumplimiento y la pérdida del control operativo del Barça de la obra y de la explotación del nuevo estadio- requieren cuando menos un claro posicionamiento de denuncia y de pasar a la acción, si quiere parecerse y ser consecuente con el Víctor Font activista y comprometido con los intereses del club, valores y rasgos barcelonistas que tan repetidamente había proclamado como propios en el pasado.

Salvo sorpresas, sin embargo, Víctor Font volverá a ser condescendiente y políticamente correcto, ligeramente revisionista y acaso con una carga crítica que, cómo no, estará más dirigida a ponderar la dirección de su amigo Ferran Soriano en el City que a reivindicar una estructura profesional y eficiente en la alta dirección de un club gobernado por la familia de Laporta, amiguetes y sus enchufados sometidos a los intereses de los hermanos, la prima y el excuñado del presidente.

En la previa de su reaparición, sigue siendo un ahora o nunca para los pocos barcelonistas que, como Víctor Font, poseen cierta capacidad y medios para liderar alguna reacción que salvaguarde al Barça del peor destino, el de su conversión en SA a manos de inversionistas. En la misma proporción inversa que Laporta aumenta de volumen, con riesgo evidente de que su salud explote, al Barça se le agudiza esa anemia institucional, económica y patrimonial que lo ha puesto al borde de su extinción y desaparición como un club con pasado orgulloso y marcado por su fuerza emocional, sentimiento, historia e identificación con un estilo propio de juego, con un país y con un modelo de propiedad social y democrático también singular.

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