Salvar el planeta y dejar de ser hombre o mujer: ¿reivindicaciones falsas?

En los últimos años están surgiendo en el debate público y en las propuestas ideológicas (por no decir políticas) una serie de reivindicaciones con la pretensión de que sean admitidas y aplicables a la población en su totalidad. De hecho, se trata de propuestas políticas caracterizadas por diluir cuando no sustituir a la realidad biológica y social de nuestro mundo, presentándose como un saber científico, real y absoluto. De algún modo lo que se intenta transmitir es que no hay imposibles y lo que es peor: que se pueden fabricar (falsos) imposibles a partir de lo imaginario o lo deseable. Dicho de otra manera, se manipula con lo que es imposible. Paso a presentar un par de casos de plena actualidad.

Podemos salvar el planeta. Si hubiese una nueva era glacial, sin lugar a dudas implicaría la desaparición de una gran mayoría de especies tanto vegetales como animales. En esas circunstancias no es cierto que la humanidad pudiese evitarlo. El fenómeno en sí mismo no podría ser superado. El discurso: “el planeta está en peligro, salvémoslo”, es también falso ya que lo que realmente está en peligro (y es lo que inquieta) es la capacidad del ser humano de vivir en la Tierra. Pero de ello no se debe deducir unívocamente que el planeta esté en peligro, simplemente: el planeta seguiría su propia dinámica. Todo lo que sea proponer que el ser humano puede hacer algo para evitar esa posible nueva glaciación equivaldría a decir que para los humanos no hay imposibles y que somos “Todopoderosos”.

 

El poder transformar un hombre en mujer o viceversa. El neofeminismo reivindica el hecho de poder transformar un hombre en mujer o viceversa y eso es una falsedad como la copa de un pino. Es simplemente crear o intentar crear un falso imaginario para controlar la realidad. Los hombres o las mujeres nacen hombres o mujeres. A posteriori pueden a través de la cirugía y la endocrinología generar transformaciones en ese hombre o mujer que les haga pasar por lo que no son, a pesar de que se sientan lo que no son, pero quieran ser. Creo que estamos ante una manipulación deshonesta del lenguaje. La que vengo a decir, es que el lenguaje que poseemos a fecha de hoy debería ser capaz de poner un nombre a los hombres o mujeres que no se sienten como tales y que a través de la cirugía y la hormonación aparentan ser lo que no son. Hay que encontrar una palabra para designar esos casos, puesto que de lo contrario se crea un falso imaginario para controlar lo real.

Considero hoy más que nunca, que resaltar la importancia de la diferencia entre los hombres y las mujeres es fundamental, precisamente para valorizar la especificidad de la mujer, de su cuerpo y de sus capacidades. Soy de los que piensa que la diferencia sexual, anatómica y en definitiva la diferencia biológica entre hombres y mujeres, dado que es de base genética, no debería ponerse en duda. Otra cosa muy diferente son las vivencias, sentimientos y deseos de los hombres y mujeres que no quieren identificarse con el modelo heterosexual-homosexual.

No hay duda de que la equiparación de hombres y mujeres es un objetivo irrenunciable. Para ello, hay que transformar las condiciones y las instituciones sociales que reproducen los procesos de dominación masculina. Desde esta perspectiva debemos eliminar los clichés femeninos de la esfera pública que impiden que las mujeres se realicen plenamente. Pero no hay que confundir sexo con género, ni tampoco crear falsas identidades imaginarias, independientemente de que constituyan un deseo vital y profundo de algunas personas.

Los discursos que pretenden cambiar la mentalidad de la ciudadanía para que su conciencia, manera de pensar y el lenguaje se adapten a ese “falso” nuevo mundo, deben combatirse. El lenguaje debe corresponderse con la realidad. Necesitamos desterrar la idea de que a través del lenguaje se puede cambiar lo imposible y forzar la supremacía de las palabras para hacer real lo imaginario. No debemos aceptar la tiranía del lenguaje que se sustenta en pretensiones a-biológicas y por lo tanto no reales. Por tanto, es urgente encontrar nuevas palabras, un nuevo lenguaje para las situaciones que corresponden a esos deseos e imaginarios (siempre legítimos) pero que entran en contradicción con la genética y la biología.

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