Catalunya, la mirada conciliadora

Cataluña sería la de todos, hecha por todos o no será   (Pere Bosch Gimpera)

Permítanme un preámbulo antes de comenzar. Cuando la política está tan encrespada y el pesimismo se extiende surge el impulso emocional pacificador, casi como una necesidad patológica. Y a mí esto me sucede a menudo con el tema catalán y con la política en general. Estaba enfrascado con un nuevo artículo sobre el PSC y casi sin pensarlo y de forma natural me salió éste otro: Catalunya, la mirada conciliadora. ¡Ahí va mi reflexión!:

El honorable Josep Tarradellas le escribió una carta al director de La Vanguardia el 16 de abril de 1981, donde prevenía al pueblo catalán de lo equivocado del camino emprendido que se iniciaba con Jordi Pujol. Decía el president que “se abría una etapa que conduciría a la ruptura de los vínculos de compresión y de buen entendimiento y que terminaría con la ruptura de la unidad de nuestro pueblo”. Tarradellas finalizaría su carta con aquellas palabras ya históricas, de que “Cataluña es demasiado pequeña para que desprecie a ninguno de sus hijos y lo bastante grande para que quepamos todos”.

Solo un animal político como Tarradellas, que había vivido los peores años de la guerra civil y el exilio, era capaz de tener la clarividencia de hacia dónde debería ir la Cataluña democrática. El caso es que desde los primeros gobiernos catalanes se ha ido construyendo lo que algunos denominan el storytelling del nacionalismo, su relato de cómo debe ser el país. Se trata de un modelo de sociedad que responde más a una visión nacionalista que a una visión nacional, capaz de reflejar su pluralidad lingüística y cultural. El resultado en pocas palabras fue que el fer país de Jordi Pujol se alejaba del “ciudadanos” de Josep Tarradellas, que a tantos nos emocionó.

A partir de aquí, se puede decir, que una idea va a sobrevolar todo el ideario que el pujolismo va a poner en marcha. Una idea, como han resaltado historiadores como Josep Maria Fradera, que no se puede ni se debe subestimar, y menos ocultar, y es que, desde el principio, con mayor o menor ambigüedad, se ha cimentado un discurso que pretende acabar con la dualidad cultural, lingüística y de pertenencia existente en la sociedad catalana. Desactivar ese sentimiento compartido, catalán y español, ha estado y está en el fondo de su proyecto político.

Situados en este universo ideológico, la pregunta es si seremos capaces de construir una Cataluña de todos, hecha por todos, como se preguntaba Pere Bosch Gimpera. Una Catalunya que sea capaz de recuperar lo que son los valores intrínsecos del catalanismo y de la España ilustrada. Es decir, poder compatibilizar la idea de nación catalana y la idea de España. Jacint Verdaguer lo expone muy bien en su poemario: “Dels catalans sempre sereu princesa/ dels espanyols estrella d’Orient”.

Catalunya ha entrado de lleno en el siglo XXI con un nuevo tiempo político, un tiempo que a todos nos interpela, desde la razón y la palabra. Un tiempo de cerrar heridas, de poner fin a la belicosidad política y al litigio permanente, de terminar con la dialéctica amigo/enemigo, del encuentro entre la cultura catalana e hispana, de civilizar las diferencias, de no buscar chivos expiatorios, sean estos el nacionalismo catalán o español, de no idolatrar a nadie ni a nada, léanse la nación o la lengua. Hay que dejar atrás aquel país cerrado y ensimismado sobre sí mismo que a todos empobrece.

En este contexto no estaría mal reivindicar aquel espíritu de aceptación del otro para la nueva etapa de cambio. El drama de esta sociedad se encuentra, también en la negativa de muchos a aceptarse en su pluralidad. La incapacidad de una parte de Cataluña de hablar con la otra es un ejemplo de lo que está ocurriendo. Antes o después, habrá que empezar a construir un espacio común que refleje de verdad el pluralismo de la sociedad, en la que se puedan ver y oír todas las voces, todos los sentimientos y todas las formas de ser y sentirse catalán.

Por  último, me parece oportuno recordar aquellas palabras de un socialista histórico como Rafael Campalans, fallecido en 1933, y que son premonitorias sobre los caminos de la concordia: “Catalunya ya no son las glorias pasadas, el recuerdo sagrado de nuestros muertos, Cataluña es un afán regenerador que se contagia a todos los hombres y mujeres que en ella viven. Y ello, dada la procedencia de tantos, no es algo que pueda hacerse contra España”.

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