Los independentistas también planificaron un asalto al Parlament

Los vergonzosos incidentes en el Capitolio de Washington y contra la sede de las principales instituciones de Brasil, protagonizados por ultras, tienen un antecedente en Catalunya

Els seguidors de Bolsonaro han intentat provocar un cop d’Estat al Brasil

El reciente asalto a las instituciones brasileñas para protestar contra el presidente electo Lula da Silva y la negativa de los bolsonaristas a reconocer el resultado de las urnas volvía a poner sobre la mesa otro episodio similar: el asalto al Capitolio estadounidense, cuando una horda de ultras asaltaron el edificio, ocuparon los principales despachos, robaron documentación y destrozaron el mobiliario del edificio. Casi todos los países del mundo han condenado los hechos de Brasilia. También lo han hecho todos los partidos políticos españoles, salvo Vox, que tiene conexiones ideológicas con los partidarios del expresidente brasileño, Jair Bolsonaro, bien conocidas.

Pero el asalto a las instituciones no es algo ajeno al independentismo catalán. De hecho, en la última década ha habido varias tentativas de asaltar el Parlament de Catalunya. Una de ellas, que desató la operación Judas en septiembre del 2019, provocó la detención de una docena de personas, miembros de una guerrilla de los Comités de Defensa de la República (CDR). Sus integrantes, algunos de los cuales quedaron en seguida en libertad, planeaban una ocupación por sorpresa del Parlament y el cierre durante una semana, hasta la proclamación definitiva de la República catalana.

Para esta operación, según afirmaban por teléfono, contaban con la anuencia del propio Quim Torra, en ese momento presidente de la Generalitat. La guerrilla llegó a reunirse con una hermana de Carles Puigdemont, a la que pusieron al corriente de los planes del asalto.

El sumario sobre la operación Judas no deja lugar a dudas. El 8 de octubre de 2018, Ferran Jolis, uno de los detenidos, hablaba por teléfono con Xavier Buigas. En la conversación quedaba claro que el equipo de respuesta táctica (ERT), como se llamaba la reducida guerrilla separada de los CDR, había asumido el encargo de aportar la infraestructura logística necesaria para ocupar el Parlament de Catalunya y defenderlo posteriormente. “Este encargo pone de relieve la capacidad técnica y humana que se le presupone a la ERT, ya que para poder llevarlo a cabo son necesarios importantes conocimientos en redes ilícitas y clandestinas seguras de telecomunicaciones, así como capacidad de movilización”, dice un informe judicial adjuntado al sumario.

En aquellos momentos, los grupos más radicalizados estaban ensayando nuevas fórmulas de organización para eludir la vigilancia policial y utilizaban una plataforma informática denominada TardorCalentaBOT, la precursora de la plataforma creada exclusivamente para Tsunami Democrático.

A principios de 2018, Ferran Jolis había creado la ERT. «Es un equipo bastante bestia», reconocía en una conversación telefónica con Mireia Bosa, otra de las implicadas. Oficialmente, Jolis se desvinculó de las tareas oficiales de los CDR para dedicarse a la programación de acciones más contundentes, tanto que en varias conversaciones telefónicas admitía que si le pillaban con el material que tenía y con el equipo de telecomunicaciones, iría directo a la cárcel. «Si me pillan me cargarán terrorismo y banda organizada», decía con orgullo. Jolis fue uno de los que se reunió con la hermana de Puigdemont, a la que afirma que le entregó “material superconfidencial”. El operativo se realizó, como dicen los informes policiales, “entre unas medidas de seguridad realmente excepcionales, propias de organizaciones criminales o terroristas: vehículos lanzadera, vehículos traseros de contravigilancia, telecomunicaciones seguras, emisoras, reunión dentro de vehículo en marcha, etc.”.

Cómo debía ser el asalto

También el 8 de octubre de 2018, Xavier Buigas informó a Jolis de que un grupo autodenominado CNI Català se había puesto en contacto con él “para que aportara la infraestructura logística necesaria con el objetivo de realizar una acción en la que pretendían ocupar el Parlament de Catalunya y defenderlo posteriormente”. El CNI Català disponía, según los detenidos, de una infraestructura organizada a escala técnica y táctica, amplios recursos económicos «y capacidad para movilizar a miles de personas».

La ocupación debía llevarse a cabo por la puerta principal del Parlament, ya que se les facilitaría la entrada desde dentro. En el exterior, y con la ayuda del CNI Català, Buigas se encargaría del alquiler de inmuebles y locales “que les proporcionaran seguridad y el establecimiento de bases de intendencia. Para ello, necesitarían los servicios de Ferran Jolis, debido a sus amplios conocimientos en el apartado informático y de telecomunicaciones, para que confeccionara una red segura e indetectable que permitiera las comunicaciones entre el interior y el exterior del Parlament”. La intención era usurpar las redes de wifi de tiendas y restaurantes cercanos para utilizarlas en las comunicaciones.

Los planes fueron hallados en una libreta con tapas negras que Buigas escondía en su Seat Alhambra, donde quedó anotado que el CNI Català ya había entregado a la ERT 6.000 euros para gastos. El 18 de octubre de 2018, Jolis comunicaba a Xavier Duch ya Clara Borrero, también miembros del comando, los planes detallados en conversaciones telefónicas separadas. El día 18 de octubre, en otra conversación, Jolis informaba a Buigas de la identidad de todos los miembros del comando que participarían en la organización del asalto: además de él, estarían Serrallonga (Xavier Buigas), Katxi (Iris Camps), Clara (Clara Borrero), David (David Budria), Edu (Eduardo Garzón) y Julià (Julià Carboneras).

Al día en que debía producirse el asalto al Parlament, una vez conocida la sentencia del 1-O, era denominado el Día D. Cada miembro de la guerrilla tenía su labor: desde la compra de sustancias químicas para fabricar explosivos hasta el alquiler de pisos, planificación y acciones sobre el terreno o el establecimiento de redes de comunicaciones. Para llevar a cabo la acción, sin embargo, era necesaria la movilización de miles de activistas en torno a la cámara del parque de la Ciutadella, no sólo para hacer presión sobre la opinión pública, sino para intimidar a las fuerzas de seguridad y para defender a los jefes del asalto. Es decir, hacer fuerzas de choque con la policía.

De esto se encargarían el CNI Catalunya y las entidades cívicas que normalmente llamaban a las movilizaciones en la calle, junto a los partidos independentistas. Ellos pondrían el músculo, y la guerrilla, el cerebro.

La diferencia de estos hechos con los de Brasil o Estados Unidos es que en Catalunya no tuvieron la fuerza suficiente para asaltar el Parlament. Pero, en cambio, la organización y las intenciones del comando ejecutor estaban perfectamente planificadas, incluida la fabricación de termita, un explosivo similar a la goma-2, que fue hallada en contenedores estancos en dos laboratorios que utilizaba el comando.

Sin embargo, tras los hechos de Brasil, Carles Puigdemont fue uno de los primeros en condenar el asalto a las instituciones democráticas del país sudamericano. Su actitud está lejos de la que había mantenido en los últimos tiempos. Porque apenas cuatro años atrás, los dirigentes independentistas no repudiaban al asalto a las instituciones. Su único temor era que los incidentes se les escaparan de las manos y que no controlaran el resultado final de los disturbios. Unos meses antes de la operación Judas, en la primavera del 2019, un error permitió a uno de los integrantes del comando hablar demasiado en un foro de Telegram. Comentó que existía un plan para asaltar el Parlament, lo que le supuso la crítica de otros compañeros. “Esto debe discutirse en otro lugar y en persona”, le dijeron.

La Bastilla catalana

En enero del 2019, la preparación del asalto al Parlament estaba encima de la mesa, y había un vivo debate para realizar un acto de fuerza. Un grupo proponía sitiar el Parlament el día de la investidura de Carles Puigdemont, prevista para finales de enero de ese año, pero que no pudo llevarse a cabo porque la ley no permite la investidura a distancia y Puigdemont se encontraba huido a Bélgica. “Soy consciente de que hay mucha gente que no cree, con las posibilidades que ofrece el Consell por la República, pero por desgracia es el único camino viable si no montamos un levantamiento popular y la gente se apodera del control del Parlament y instaura un Govern provisional”, decía Pep Aragó, quien argumentaba que el Consell debía ponerse al servicio del “Partido” (así, con mayúscula). Lamentaba, sin embargo, la ausencia de un liderazgo popular, pero convertir el Consejo por la República en la herramienta de la operación era bien acogida. “¿Y si rodeamos a 20.000 o 30.000 personas el Parlamento cuando la mesa esté dentro y exigimos el mandato del pueblo? Pero no 800, como en las dos veces anteriores, no. Que no se vea el color del césped en la Ciutadella desde el helicóptero…”, decía una propuesta acompañada de varios emoticonos de bíceps.

Tras un vivo debate, la conclusión era que en las últimas manifestaciones ante la cámara “había más bomberos que manifestantes, pero no había ningún motivo concreto para asediar a políticos, sólo laborales de sanitarios y bomberos, salvo el anterior, que llamaron erróneamente e interesadamente ‘asalto al Parlament’, en el que había 300 Arrans y unos cuantos más. Pero ¿y si hay un motivo más real y concreto para ir? Las energías que se gastan para ir 8.000 o 10.000 personas a Lledoners, ¿no somos capaces de redirigirlas al Parlament el día de, por ejemplo, la mesa?”. Uno de los activistas más exaltados llegaba al éxtasis: “La Ciutadella debe ser la Bastilla de aquí. Sin eso, poco”. Se mostraba también decepcionado por la poca contundencia de Quim Torra y los CDR. “Si no quieres sangre en la calle, la vía a seguir es esa –le calmaba Pep Aragó–. Si tienes otra, más rápida y más barata, me lo puedes decir y estaré encantado de hacerte de puente para que puedas exponerla al mismo Puigdemont”. Unos minutos después, Aragó afirmaba que, sin embargo, “yo tengo asumido que algo de sangre habrá… Y te diré más, seguramente no será por parte del Gobierno de España, sino de los mismos que tenemos en casa…”.

Era el propio Puigdemont que ovacionaba las movilizaciones desde Waterloo el que ahora dice que no quiere saber nada de asalto a instituciones como Brasil. “El presidente Lula fue víctima de una campaña de lawfare asquerosa, y ahora hace frente a un ataque contra la democracia brasileña. Todo el apoyo, y en el resto de democracias de América Latina, frente a quienes nunca han aceptado la soberanía de sus pueblos”, es el mensaje del expresidente sobre los hechos de Brasil. Porque, en definitiva, los bolsonaros de Brasil no aceptaron los resultados de las urnas, al igual que los bolsonaros catalanes nunca han aceptado los resultados surgidos de las urnas en Cataluña y han retorcido hasta la irrealidad la lectura política de las sucesivas elecciones.

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