El Barça y el PSG están bajo la sospecha del fútbol europeo por su financiación

El club francés también bate récords de pérdidas, pero la UEFA, Francia y Qatar son su escudo. Laporta, que ha perdido peso, poder e influencia en el orden mundial, sólo tiene a Florentino de su parte

Joan Laporta

Las cifras del fútbol europeo están cobrando un protagonismo destacado en estos tiempos de guerra fría entre los propios clubs, con la Superliga de fondo, cada uno calibrando y tratando de anticipar la capacidad de la UEFA para seguir controlando el pastel más sabroso de todos, la Champions League, sin que los grandes clubs, en su mayoría leales a Aleksander Ceferin por ahora, se sientan descontentos o perjudicados.

La batalla de fondo, aunque menos perceptible al ojo del aficionado, se está radicalizando en los círculos del poder de la Unión Europea a medida que se acerca (esta primavera) la deliberación y la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europa (TJUE) sobre si la UEFA es o no un monopolio que impide que los clubs, por su cuenta, organicen una competición paralela i compatible.

Mientras tanto, aunque con el significativo precedente de un primer informe del abogado general del propio TJUE, Athanasios Rantos, contrario a las pretensiones de la Superliga, también se libra esa rivalidad imposible de erradicar entre los propios clubs por aumentar sus ingresos y por adaptarlos, según su naturaleza, a los márgenes y límites del fair play financiero del que responden ante las propias ligas profesionales de cada país, y también ante la UEFA.

En este panorama, hoy, los dos clubs bajo la mirada acusatoria y del resto son, sin duda, el Barça y el PSG. El equipo francés, por razones obvias, está llamado a jugar un papel clave en esta tormenta perfecta sea cual sea el desarrollo de los acontecimientos. El campeón francés ha batido varios récords destacables, entre ellos el e convertirse en el club con más ingresos comerciales del anterior ejercicio, con 390 millones, superando al Manchester City, ganador de la liga mejor recompensada, la Premier (373 millones), y el Real Madrid, campeón de la Champions (304 millones).

También ha conseguido registrar el mayor crecimiento de costes de personal entre los principales europeos campeones (+45% interanual), alcanzando una cifra récord de 728 millones de euros, el más alto jamás registrado por un club de fútbol. Como resultado, cerró con unas pérdidas de 369 millones, que no son una plusmarca continental, pues aún son inferiores a las del Barça de Laporta de la temporada 2020-21, de 482 millones.

El análisis de las cuentas del PSG ha reflejado el extraordinario efecto positivo del fichaje de Messi, estimado en un valor de hasta 300 millones, y el negativo de Kylian Mbappé, que fue renovado con unas cifras verdaderamente indecentes y prohibitivas para cualquier otro club del mundo. Puede afirmarse que la riqueza aportada por el fichaje de Messi la ha despilfarrado su propietario, Nasser Al-Khelaïfi, por la obsesión de atar la continuidad de un extraordinario futbolista -sin duda lo es Kilian Mbappé- en el marco de una operación que probablemente trascienda de lo estrictamente futbolístico. El fortísimo lazo entre Francia y Qatar y los intereses del gobierno francés en el esplendor y grandeza de los JJOO de París 2024 parece que han podido influir en cerrar una operación de 435 millones para el jugador por tres años (2022-2025).

Paradójicamente, sin embargo, las expectativas estaban centradas en que el delantero francés liderara el triunfo de su selección en el Mundial de Qatar, mucho más que en Messi, también futbolista del PSG, finalmente convertido en la estrella del año y consagrado como el mejor futbolista de todos los tiempos. Una revalorización que al PSG le viene muy bien para sus planes comerciales, pero que también han encarecido esa renovación de Leo, de la que ya se viene hablando.

En el Barça, por el contrario, despedir a Messi se ha cuantificado en unas pérdidas de unos 135 millones del ejercicio cerrado y camino de superar los 200 millones largos en el actual. Con el agravante de que el Barça también se ha perdido el brutal bombazo del Mundial de Messi a nivel de imagen y del rédito proporcionado por el futbolista número uno de la historia.

El contrataque del Barça, a base palancas sin control ni freno, le ha proporcionado unos ingresos de 870 millones en una maniobra que clubs como el Bayern han censurado y a la que LaLiga ya ha puesto límites con el apoyo y beneplácito del resto de los clubs. Laporta hoy ya no puede recurrir a más palancas ni esa extraordinaria recaudación le ha servido para sanear sus estados financieros, ya ha quedadp atrapado peligrosamente en la maraña de sus propias contradicciones y frívolas decisiones.

Ambos clubs, en cualquier caso, están bajo la mirada, la sospecha y el recelo del origen de sus recursos. Al PSG, la UEFA no para de multarlo por incumplir el fair play financiero, por gastar mucho más de lo que ingresa, y, además, ha sido denunciado por la LaLiga española acusado de dopaje económico. Es decir, por autofinanciarse a base de patrocinadores pantalla directamente vinculados a Qatar Investments, sociedad que ostenta en realidad la propiedad del club. Lo mismo le pasa a Manchester City, al que le han sacado los colores por esas mismas prácticas desde hace años con el dinero de Abu Dhabi y sólo se ha librado, de momento, por la prescripción de los delitos.

Lo curioso del PSG es que, pese a estos condicionantes, la ECA, la patronal de los clubs que mantiene abiertas francas y estables relaciones con la UEFA, ha elegido a Al-Khelaïfi como su presidente, al que, además, le toca liderar el frente común de los clubs europeos contra la Superliga.

Nasser Al-Khelaïfi es hoy el principal enemigo de Florentino Pérez, Joan Laporta y Andrea Agnelli dentro de ese gran cisma continental producido por el anuncio, escándalo y posterior marcha atrás de la Superliga.

Aunque el conflicto puede durar todavía meses -o incluso años, según cual sea la decisión del tribunal europeo-, de momento el escenario no hace más que empeorar para el FC Barcelona, al que le sirve de poco o nada que Florentino sea su amigo, o acabe siendo su enemigo, o que la temporada se salde con algún título notable como la Liga o la Europe League.

Las vías de nuevos recursos para el Barça se están agotando mientras, por otro lado, le crecen los costes y las penalizaciones financieras en una posición frágil y delicada por la falta de poder, peso e influencia en el orden futbolístico mundial. Baste decir que el Madrid presenta hoy un balance saneado con 546 millones de patrimonio neto positivo y el Barça, tras el último ejercicio auditado, un saldo negativo de -353 millones. Esta otra guerra está prácticamente perdida.

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