La negociación de los presupuestos de la Generalitat que ha protagonizado el PSC se ha caracterizado por una mano extendida constando y una predisposición absoluta. Pero las últimas semanas, los socialistas han querido hacer ver que el pacto que podían sellar con el gobierno de Esquerra Republicana no era fácil, y han decidido presionar el ejecutivo con condiciones que inicialmente parecían negociables y que ahora ponían sobre la mesa como imprescindibles.
Un “o todo o nada” que pretendía, por un lado, forzar la máquina de las conversaciones con el Govern para intentar sacar el rédito político más grande posible; y, del otro, gesticular de cara a su electorado y, sobre todo, de cara a la derecha española, que ha ido cargando contra el socialismo desde hace tiempo para pactar sistemáticamente con Esquerra.
Salvador Illa, líder del PSC, se inventó su “gobierno alternativo” para dar la imagen que, habiendo ganado las elecciones catalanas pero sin poder gobernar, estaba preparado para asumir el poder en Cataluña. Esta escenificación, pero, la puerta al extremo cada vez que puede, y estas pasadas fiestas de Navidad llegó a hacer un mensaje de Fin de año como presidente alternativo para contrarrestar el de Pere Aragonès.
