Pasados, presentes y futuros inciertos

El inicio de año siempre ha sido un espacio de reflexión a lo largo de nuestra vida, un instante para realizar un balance, un momento que nos permite aprender de cara al futuro. 2022 se ha agotado con miles de incógnitas de cara al próximo curso. Durante los últimos días han abundado los medios periodísticos que han aprovechado la ocasión para repasar los principales sucesos que nos ha dejado el año concluido, mostrándonos imágenes cargadas de emociones: desde el horror de la guerra de Ucrania, con la pérdida de miles de vidas civiles, a la sorprendente bofetada propinada por Will Smith a Chris Rock en la gala de los Óscars, pasando por las lágrimas de Roger Federer al anunciar su retirada o el impacto de los incendios del pasado verano en diferentes lugares del país, como A Cañiza (Pontevedra).

Esta saturación informativa me retrotrae a los inicios de la historiografía romana, que estuvieron vinculados a los llamados Annales, pequeñas crónicas que narraban los acontecimientos clave producidos a lo largo del año (annus en latín). Los historiadores de la época querían conocer el futuro próximo a través del análisis riguroso del pasado, en un intento por esclarecer un horizonte completamente nublado. Hoy ocurre exactamente igual, por eso creo que es necesario adentrarnos sin más preámbulos en los hechos que vendrán, siempre al margen de pretender simular al mítico Nostradamus.

Continuando con los paralelismos con Roma, nuestra situación recuerda a la que sufrió ese imperio a lo largo del siglo III dC; es decir, nos encontramos en un momento de inestabilidad política y pérdida de confianza en el conjunto de instituciones. Una tendencia perceptible en la actualidad ante los numerosos altercados en torno al gobierno, los órganos judiciales o la Unión Europea. Consecuencias directas de las dos grandes crisis vividas en los últimos años: la Gran Recesión y la Covid-19. Esos malestares generalizados entre la población van dando paso a la aparición de formaciones incendiarias, que amenazan con romper el consenso establecido tras años de lucha y reivindicación. No sorprende mucho después de la llegada al poder de Giorgia Meloni en Italia. Sin embargo, esta situación va más allá tal y como demuestran el asalto al Capitolio en Estados Unidos o la reciente planificación de golpe de estado en Alemania, con fuerzas de estado implicadas. Bajo los paraguas de la disconformidad y la intolerancia encontramos unos movimientos muy heterogéneos que van desde la nostalgia imperial (caso de los reichsbürger en Alemania), a la denominada “reivindicación ecologista” de gusto más pésimo con el maltrato del patrimonio humano. 2023 continuará, sin lugar a dudas, con esta inverosímil escalada.

Dentro de esta locura colectiva, lo que llama la atención es que buena parte de la ciudadanía se mantiene al margen. Desconectados de la realidad que les rodea, inmersos en matrix. Pese a la frustración, viven en una burbuja de búsqueda continua de sobreestimulación de los receptores de dopamina, en un intento de encontrar la felicidad a través de las pantallas de móviles, televisores y ordenadores. Las redes sociales, los videojuegos de ordenador, el fútbol y la pornografía son el auténtico “panem et circenses” de la actualidad.

Analizando la realidad, encontramos a la población ucraniana: el próximo mes de febrero habrá pasado un año desde que se hizo realidad una auténtica pesadilla. Y es que el conflicto se ha llevado por delante la vida de más de 5.900 civiles (según los datos proporcionados por Naciones Unidas). Algunas voces hablan de que este año puede ser el del desenlace del enfrentamiento bélico, una visión cargada de optimismo si tenemos en cuenta los condicionantes para que esta situación sea sostenible: por un lado, Zelenski necesita recuperar al menos el territorio perdido durante la invasión para poder justificar cualquier tipo de negociación con el enemigo. Más aún, si añadimos a esta ecuación al expresidente Poroshenko y sus intentos por conseguir de nuevo el poder político. Por otra parte, la Rusia de Vladimir Putin ha aprendido de sus errores militares, con una caída económica de sólo el 3% en 2022. Sus tropas se han fortalecido en torno a la figura del general Serguéi Surovikin. La paz en estos momentos gira en torno a la neutralidad de Ucrania, fuera de la OTAN y la supresión de las sanciones aplicadas a Rusia, así como la entrada ucraniana en la Unión Europea. Como puede verse, se trata de una situación delicada.

Hablando de uno de los principales socios de Putin en este conflicto, Xi Jinping, el fin de la política “cero Covid” ha dado paso a una nueva etapa sanitaria en el gigante asiático. Dentro de esta apertura se permite a los ciudadanos chinos viajar al extranjero, originando una situación de temor en Occidente ante un hipotético estallido biológico. Pero la atención sobre el país asiático en este 2023 no finaliza aquí, ya que está previsto que finalmente la India lleve a cabo el sorpasso del crecimiento demográfico, después de años de reducción de las tasas de natalidad en China originadas por la resaca de la política del hijo único y unas exigencias mayores en el mercado laboral.

El nuevo año también será el de la modernidad profesional, con la consolidación del teletrabajo y la figura de los llamados “nómadas digitales”. Un sueño para muchos jóvenes con anhelos de vivir en lugares más asequibles y exóticos, pero que esconde numerosas problemáticas como la explotación laboral o la pérdida de acción sindical, entre otros. No han tardado en aparecer los economistas que presagian habitualmente una recesión inminente (¡qué sorpresa!) derivada de la contención de los beneficios empresariales y de la desaceleración de la inversión, sumada al aumento de los costes de financiación y la caída de la renta. Antes de asustarnos, debemos considerar que este consenso entre expertos lleva desde los años setenta sin prever ninguna de las recesiones económicas que se han producido, lo que ejemplifica la enorme dificultad de anticiparse a los cambios que vendrán en el futuro.

Al igual que los antiguos romanos, el futuro se presenta incierto. Sin embargo, a diferencia de ellos, debemos saber que no se encuentra en manos de divinidades sino de todos y cada uno de nosotros. ¡Buen año 2023!

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1 comentario en «Pasados, presentes y futuros inciertos»

  1. «Dentro de esta locura colectiva, lo que llama la atención es que buena parte de la ciudadanía se mantiene al margen. Desconectados de la realidad que les rodea, inmersos en matrix… La pregunta es qué tipo de ciudadano estamos construyendo en las sociedades democráticas actuales.

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