Goldman Sachs sigue sin dar luz verde todavía a la financiación del Espai Barça

El calendario de obras y los costes disparados e improvisados de la reforma propuesta por Laporta no se basan en propuestas sólidas y creíbles ni tienen la reputación profesional para convencer a los inversores

Imatge virtual del futur Camp Nou

La propaganda oficial de la junta de Joan Laporta y todo su aparato de comunicación han venido reiterando las fechas y los plazos en que, de una vez por todas, se iniciarán de verdad las obras de remodelación del Camp Nou según la nueva reforma planteada sobre el proyecto inicial del Espai Barça. Analizada a fondo la letra pequeña de toda esa comunicación, el aventurado traslado del primer equipo al Estadi Lluís Companys la próxima temporada no aparece, sin embargo, con la misma claridad ni exactitud que relata la prensa oficialista, dando por hecho que el Barça jugará fuera del Camp Nou como mínimo la totalidad del curso 2022-23 y algunos partidos de la siguiente 2023-24.

La directiva, en la memoria oficial, no especifica en ningún caso fechas concretas ni tampoco aproximadas, limitándose a hacer referencia al acuerdo alcanzado con Barcelona Servicios Municipales (BSM), empresa gestora de las instalaciones deportivas municipales, entre ellas el estadio Olímpic, para que el Barça las utilice «mientras se realizan parte de las obras de remodelación del Camp Nou». No afirma, ni desmiente tampoco, que esa utilización deba ser necesariamente en los plazos manejados por la prensa.

La razón de esta ambigüedad, propia de una gestión más mediática, estética y aparente, no es otra que la propia reserva de la directiva ante la frialdad con la que Goldman Sachs ha acogido los planes cambiantes de Joan Laporta respecto del Espai Barça, especialmente a partir del cambalache arquitectónico introducido y de la ambiciosa y nada sofisticada petición de un préstamo de 1.500 millones de euros para empezar la parte más importante de la obra.

Laporta, por otro lado, ha entretenido y mareado lo bastante el área del Espai Barça, donde su primer responsable se dio a la fuga el pasado verano incapaz de soportar ni un minuto más la inestabilidad y las injerencias del presidente, como para que ni el Ayuntamiento de Barcelona y muchos menos Goldman Sachs sepan exactamente quién manda realmente en este nicho tan sensible a los amiguismos, los tejemanejes y las licitaciones poco transparentes.

Como resultado de estas convulsiones, la directiva ha puesto en manos de una ingeniería, Torrella Consulting, rodeada de dudas y de recelos sobre si posee la estructura y la experiencia suficientes para hacerse cargo del proyecto de ejecución y de obre el nuevo diseño arquitectónico, sin que al mismo tiempo se sepa si el ganador del concurso arquitectónico, Nikken Sekkei, sigue teniendo algún tipo de tutela sobre el proyecto de ejecución como debería ser, al menos en teoría i en la lógica de las grandes empresas constructivas como el nuevo estadio barcelonista. El caso es que la empresa sucesora, Torrella Consulting, debe acometer en un tiempo muy corto la producción del complejo plan de realización y presentarlo ante el Ayuntamiento a tiempo de ser aprobado y de su correspondiente licencia para que el próximo verano arranquen las obras.

Como este proceso parece imposible de encajar en los plazos publicitados por los medios, Laporta pretende obtener una solución intermedia como sería el permiso municipal para ir derribando la tercera grada mientras en los despachos de la oficina técnica municipal de urbanismo va avanzando el papeleo. Esta peligrosa deriva, sea cual sea el desenlace, no hace sino aumentar las dudas en Goldman Sachs y, desde luego, el riesgo de ir retrasando aún más ese jugar de alquiler en un estadio como el de Montjuïc, caro de acondicionar, limitado en aforo e incómodo para los abonados del Barça, por no hablar del terrible impacto en la economía azulgrana.

Más allá de la logística doméstica y las diatribas internas entre arquitectos y estos a su vez con la administración municipal, por ahora Goldman Sachs no ha dado su aprobación ni luz verde a ese mega crédito puesto sobre la mesa por Joan Laporta. De hecho, no existe tampoco la menor certeza ni la sensación de que su distanciamiento respecto del proyecto se haya modificado.

El detonante fue la dimisión de Ferran Reverter cuando, en plenas negociaciones con Goldman Sachs, que actúa más bien como intermediario que como financiera propiamente, Laporta modificó sustancialmente el plan de negocio previsto y empezó a negociar palancas y fichajes a sus espaldas. Además de salir por piernas, Reverter advirtió a Goldman Sachs de la insensatez y frivolidad del presidente que, a raíz de su marcha, asumió responsabilidades ejecutivas y se puso al frente de ese descabellado empobrecimiento del club al que ha conducido desde entonces.

Ante esta situación, Laporta intentó recuperar ese terreno perdido en imagen y prestigio convocando en Barcelona a los mismos probables inversores que se habían reunido con Reverter en Miami la última vez que GS había abordado seriamente la financiación del Espai Barça bajo los parámetros de la junta sucesora de Bartomeu con la que todo estaba a punto y preparado. En aquellos momentos de fluida y positiva relación, Reverter también había cerrado con Goldman Sachs un préstamo operativo de 590 millones para superar el impacto de la pandemia y el apremio de la deuda a corto.

Las cosas, sin embargo, no salieron como Laporta esperaba de ese intento en solitario de reabrir la vía GS para el Espai Barça. La reacción oficial del club a esa cumbre en Barcelona se redujo a un apunte en la memoria: «Durante el mes de mayo el Club organizó tres jornadas de sesiones informativas para algunas de las firmas, grupos inversores y agencias de rating más prestigiosas del sector con el objetivo de profundizar en el proyecto del Espai Barça y su plan de negocio. Estos inversores vinieron de la mano de Goldman Sachs, líder mundial en banca de inversión y operativa de valores, que ha sido consultor en la financiación de más de 45 estadios en todo el mundo, con más de 20.000 millones de dólares, y que actúa como intermediario del Club».

La impresión que se llevaron estos visitantes no fue del todo positiva tanto por el nivel no demasiado excelso de sus interlocutores como por la ausencia de un CEO capaz de liderar la reunión como es debido y, desde luego, por el acto de presencia de un presidente con el mismo discurso impreciso y mediático con el que convence y domina la prensa local, pero que no funciona ni es aceptable en ese tipo de foros tan técnicos y profesionales. Desde luego, el club se hizo cargo de los costes de esas reuniones finalmente poco útiles.

Otra cosa es que Goldman se haya avenido a ejecutar la financiación acordada, ahora parcial, del anterior proyecto y junta, por 180 millones sobre las obras previamente aprobadas en la MPGM y de obligada ejecución anterior a la gran obra. Así se refleja en la memoria: «El 16 de agosto de 2018, una entidad financiera estadounidense concedió un préstamo al Club por importe de 90 millones de euros para financiar la primera fase de la construcción del Espai Barca, en el que la sociedad dependiente Barca Licensing & Merchandising, S.L.U. actúa como garante. El vencimiento de dicho préstamo era del 15 de febrero de 2022 y devengaba un tipo de interes referenciado al Euribor más un diferencial. El 28 de enero de 2022 se suscribió un contrato de novación de estos contratos de financiación subscrito el 16 de agosto de 2018, y se amplió el límite de crédito hasta 180 millones de euros, con vencimiento hasta el 15 de febrero de 2023. El 30 de junio de 2022 se han dispuesto 118 millones de euros (90 millones de euros el 30 de junio de 2021)».

En cuanto a ese nuevo Camp Nou al que Laporta le quiere amputar la tercera grada para convertirla en una grada de imposible visibilidad y no acometer la reforma del sótano de la primera grada, además de no haber obtenido todavía las licencias municipales y sí el rechazo del propio Colegio de Arquitectos de Cataluña, a Goldman no se le ha planteado un plan de costes y explotación, sobre todo del Palau Blaugrana, que sea creíble ni a la altura de la profesionalidad exigida a una entidad como el FC Barcelona. De momento, por muchos planes de traslado a Montjuïc no existe la menor posibilidad de que nadie quiera pagar una fiesta tan cara e improvisada.

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