La llamada Gran Palanca de Laporta ya está aquí, asomando todavía tímidamente la patita en forma de primeros avisos y de un incipiente debate en las redes que, por ahora, ya ha puesto en alerta al principal gurú y palmero financiero del laportismo, Marc Ciria.
La sensación es que, si se analizan las últimas declaraciones de este gran telonero de las decisiones más nefastas y dislocadas del actual presidente, las que han contribuido en menos de un año al hundimiento financiero y económico del Barça, su discurso empieza a quebrarse como estuviera emprendiendo otro camino, distinto, bien de huida o en dirección contraria, el que le llevaría finalmente a militar en la mismísima oposición. La fortísima fricción que empieza a detectarse tiene que ver con el ruido de fondo, cada vez más creciente, sobre la inevitable caída del club al abismo de la Sociedad Anónima.
Un fatal desenlace que se va viendo venir desde hace meses, amenazante e implacable, es el producto de una política presidencialista de desmadre y de convulsionar exageradamente los estados financieros del club, trazas de un plan que, cada vez con mayor claridad, se visualiza como una actuación alevosa y premeditada. Un tortuoso, accidentado e impaciente viaje sin retorno a un escenario de callejón sin salida para que al final los socios acaben aceptando, forzados por la necesidad y la urgencia, esa conversión hacia un cambio del modelo de propiedad.
Laporta, dicho de otro modo, más claro, pretendía desde un principio abocar al club a esa encrucijada de la cual está hoy tan cerca que el debate se ha adelantado más de lo previsto. La SER, a través del controladísimo espacio Què t’hi jugues? de Sique Rodríguez, abatió ese último muro con una confidencia en la que ya se dio como un hecho muy probable y cercano subir ese último escalón del neo laportismo, curiosamente justificado con voces desde fuera del club que ya empiezan a considerar inevitable y del todo necesaria abrir la puerta a un Barça SA y a una capitalización accionarial.
Ahora, lo que Laporta tiene en mente es conseguir la resignada aprobación de una masa social que ya ha podido domar y gobernar telemáticamente, a su antojo, en menos de un año. Puede, sin embargo, que para adoptar una decisión de este calibre sea preciso un acto de votación presencial, una especia de referéndum, pero tampoco hay que descartar un acto final totalitario y dictatorial de Laporta en un gesto supremo e histórico que borre para siempre los socios del mapa de la más que centenaria historia azulgrana.
Los afectados, esos más de 100.000 socios, sólo reaccionarán cuando, con el paso del tiempo, un día no muy lejano, vean sus abonos subastados entre los clientes con mayor poder adquisitivo y la explotación del aforo del Camp Nou puesta en manos comerciales de agencias sin sensibilidad ni respeto por las tradiciones y el arraigo ciudadano del club. O sea, cuando los socios hayan perdido todos los derechos sociales, los pocos que aún se les reconocen.
En reacción contraria a esta avalancha que viene, Marc Ciria es quien ha puesto a su manera el grito en el cielo ante de una maniobra que, como otros laportistas leales a la causa, no creía posible ni próxima, todos los que como él siguen creyendo en esas palabras prometedoras de Laporta cuando ha repetido, una y otra vez que, “mientras yo sea presidente el club será de los socios”.
Comprobado lo que valen su palabra y sus compromisos adquiridos, pues Laporta también afirmó que iba a renovar a Messi, el peligro de acabar en SA no sólo es real sino inminente.
Javier Tebas ha anunciado que no le dejará vender más palancas y le ha amenazado con la parálisis total en materia de fichajes si el 1 de julio de 2023 no ha rebajado la masa salarial en 200 millones de euros.
Tampoco Laporta, pese a ingresar 870 millones en palancas, ha revertido el patrimonio negativo de 451 millones que arrastraba ni ha reducido deuda. Se ha limitado a empobrecer la entidad de forma alarmante con la única finalidad de justificar fichar por encima de las posibilidades del Barça y de tapar los 300 millones de pérdidas en las dos temporadas bajo su mando.
No se han planteado en ningún caso medidas de austeridad o de control de un gasto que se ha disparado y como contramedida de emergencia tras la eliminación de la Champions en la primera fase lo que ha anunciado Laporta es la llegada de nuevos fichajes en invierno.
Marc Ciria se ha apresurado a reaccionar en Twitter con cierto sentido común: “El Barça debe evitar la conversión en SAD, en primer lugar porque si llegas a ese extremo por obligación los inversores apretarán en precio y condiciones (…) Pero el presupuesto de ingresos vs gestos sigue siendo deficitario (…) Cambio de 180º en la política económica y de gestión”, ha pedido de nuevo como quien lleva ya más de un año clamando en el desierto.
En su último apunte, ya con el debate prendido en las redes, ha subido el tono: “Me opongo absolutamente al relato falso e interesado del no hay otra opción que la de SA”. Relato malicioso en el que hay intereses, que no se nos escapan, pero el patrimonio del club puede hacer frente al endeudamiento actual, aunque deben hacerse muchos cambios en gestión”.
Sin señalar, porque no se atreve a hacerlo y porque pasaría inmediatamente a ser repudiado por el laportismo, lo que está denunciando es que desde dentro esta solución SA cuenta con peligrosos aliados y, sobre todo, que quien gobierna y manda, el único con poder para imponer su forma de gestionar y de dirigir el Barça, Joan Laporta, está completamente perdido y ha demostrado su absoluta incapacidad para corregir los errores, propios y de bulto, que él mismo ha cometido hasta socavar prácticamente todo los recursos del club y cualquier posibilidad de salir adelante por sus propios medios.
Empieza a pasar, recurrentemente, que ya no se apela a la herencia ni a Josep Maria Bartomeu para explicar el estado de ruina actual.
