En un ‘déjà vu’ constante

En la película Déjà vu, de Tony Scott, el personaje que interpreta Denzel Washington viaja al pasado para impedir un ataque terrorista. En la vida real, el independentismo catalán viaja de forma reiterada al pasado para revivir el 1 de octubre y sitúa la realidad en un déjà vu constante que, como el perro del hortelano, ni come ni deja comer, ni avanza ni deja avanzar. Vale, de acuerdo, aceptamos el 1-0 como un gran éxito independentista. Pero entonces, ¿cómo definiríamos el día siguiente, cuando el entonces presidente Carles Puigdemont proclamó la independencia y la suspendió unos segundos después? ¿Fracaso?

La presidenta de la ANC, Dolors Feliu, reclamaba anteayer que el presidente Pere Aragonès declare la independencia catalana de nuevo el segundo semestre del próximo año, coincidiendo con la presidencia de turno española en la Unión Europea. Así de fácil. ¿Qué ha cambiado desde entonces que hace pensar a Feliu que este año sí? Ya le respondo yo: Nada. Y si ha cambiado algo, en ningún caso es para que el independentismo lance cohetes. Sólo tiene que tomar Feliu las cifras de la ANC de la manifestación de la Diada -no las de la Guardia Urbana, no- y deducir lo ocurrido. Lo que ha pasado es que la gente se ha desinflado.

¿Está Catalunya lista para convertirse en república? Ni lo estaba, ni lo está. Se lo preguntaba la secretaría general de ERC, Marta Rovira, el otro día: ¿Cómo se declara? ¿Cómo se mantiene? ¿Cómo se garantiza?… Ya va siendo hora de dejar de poner el carro por delante de los bueyes. ¿Independencia? Más que legítima, pero ¿cómo, con quién y con qué?

Europa nos mira, decíamos entonces, y por eso, supongo, Feliu quiere hacer coincidir la proclama con la presidencia de turno española de la Unión Europea, para que nos mire. La realidad tampoco dice esto; Europa, entonces, miró hacia otro lado, ahora sigue haciéndolo, y nada hace pensar que pueda dejar de hacerlo. En este campo, también queda camino por andar.

En un ataque de pragmatismo, o de quién sabe qué, ERC busca otros caminos para alcanzar la independencia, ahora ya sin sus habituales prisas. Y las distintas almas de Junts se debaten sobre si salir o no del Govern en respuesta a esta desaceleración republicana. Jordi Turull, del ala pragmática, ha prometido que será la militancia quien lo decida, votando. Se ha metido en un jardín. El director de La Vanguardia, Jordi Juan, subrayaba el otro día el dilema de Turull: «O rompe el Govern o se le rompe Junts».

Resumiendo, el nuevo curso político es un calco del viejo, y no hay manera de quitarnos de encima esa agotadora sensación de haber vivido ya las cosas, lo que los franceses llaman déjà vu.

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