Rosell excita al laportismo con su proclamación como mejor presidente de la historia

La prensa y las redes sociales han reaccionado con un “derramamiento de sangre” en su contra por defender ese mérito, indiscutible y objetivo, aunque admite haber perdido la batalla del relato

Tiene toda la razón Sandro Rosell cuando afirma que sus cuatro años como presidente del FC Barcelona arrojan el mejor balance de la historia en cuanto a títulos del primer equipo, de las secciones, en beneficios económicos, creación de patrimonio, crecimiento de la Fundació y avances sociales relevantes en atención, servicio, pulcritud y mejora sustancial de la administración propia.

Curiosamente, sin embargo, esa afirmación ha generado un debate, o algo peor, un alud de críticas, insultos, contradeclaraciones, “sangre” en las redes sociales y en general un enorme rechazo y el negacionismo del potente aparato del laportismo, acompañado de un silencio, siempre cómplice y patético, de la prensa en general ante una afirmación que duele, y mucho, entre este barcelonismo que se ha creído y se ha acostumbrado, por defecto, a echar pestes del pasado, más que como un mantra como una realidad contrastada e indiscutible.

Pero también ilusoria, pues nadie puede discutirle a Rosell con objetividad y datos, o sea con las memorias, los balances y los registros deportivos oficiales, esa sólida e incuestionable verdad que, también es cierto, ha sido vencida y derrotada en el ámbito de la opinión pública por esa oposición laportista, rabiosa y vengativa que nació atrincherada y en posición de combate desde mucho antes que Sandro Rosell tomara posesión del cargo el 1 de julio de 2010.

Las fuerzas mediáticas del ex-presidente Laporta, los fanáticos del guardiolismo y del cruyffismo, los entornos mediáticos y económicos de más peso y penetración liderados por Mediapro y una prensa también resentida, porque con Laporta se vivía mejor, han conseguido, en efecto, que la mejor década de la historia del Barça sólo se recuerde como la de la presunta masacre deportiva social y económica protagonizada por Rosell y Bartomeu, su sucesor, a pesar de los sobresalientes e insuperables resultados económicos, deportivos y sociales.

Sólo por establecer una comparativa capaz de dimensionar este periodo, el Barça pasa de un promedio de 0.2 Ligas por año (17,8%) a 0.6 (60%), de 0.2 (23,2%) Copa del Rey a 0.5 (50%) y de 0.02 (2,6%) Champions a 0.3 (20%) durante esa década de oro.

En beneficios, entre el ejercicio 2010-11 y el 2019-20 el FC Barcelona registró dos temporadas con pérdidas, la 2010-11 (-9 millones) a causa de la venta de Ibrahimovic por orden de Guardiola y la 2019-20 (-97 millones) debido directamente al impacto de la Covid en la caída de ingresos. En ganancias, el acumulado fue de 192,1 millones y el saldo resultante de 86,1 millones positivos. En el periodo concreto de Sandro Rosell, incluido ese déficit de 9 millones de su primera temporada, las ganancias se elevaron a 123 millones.

Entre 2003-04 y 2009-10, bajo la presidencia de Joan Laporta, el resultado económico fue -47,6 millones de pérdidas, una cifra a la que se le debe añadir ahora los -481 millones de pérdidas de su primer ejercicio tras su regreso triunfal al palco con su impericia y negligencia habituales, dejando un rastro negativo de 529,6 millones. Rosell y Bartomeu consiguieron volver a un patrimonio neto positivo a lo largo de los años de su mandato, una situación de confort que Laporta ha pulverizado en un tiempo récord.

También Rosell vuelve a dar en el clavo cuando sostiene que ambos, él y Bartomeu, han sido, no obstante sus méritos inapelables, atropellados y echados a la cuneta, derrotados sin remedio, por lo que se refiere al control del relato. Esas batallas, todas perdidas, han proclamado como indiscutible vencedor de esta guerra a las fuerzas al laportismo y a todo lo que representan desde que en 1996 se levantaron contra Núñez para derrocarlo, como fuera, mediante la continua agitación del entorno social del club, eso sí con la ayuda de la Plaça de Sant Jaume (Convergència sector Ferrusola e hijos) en el frente político, judicial, mediático (TV3), económico, policial y más tarde soberanista.

Primero cayó Núñez, abatido por un desgaste insufrible tras años de resistencia al acoso del pujolismo, Gaspart fue pan comido y cuando finalmente pudieron coronar a Joan Laporta, aunque intentaron no convocar elecciones, infringir repetidamente los estatutos y  cambiarlos para perpetuarse en el cargo, la inevitable y mayoritaria victoria electoral de Rosell en las elecciones de 2010 lo que provocó fue la activación, otra vez, de toda esa maquinaria contra el poder para recuperarlo lo antes posible.

Poco importó, a partir de entonces, la gestión de Rosell primero o la de Bartomeu después, teniendo sistemáticamente en contra a quienes detentan, armados hasta los dientes, el control del entorno del club, prensa, política, policía, jueces, economía y peones entregados a la causa como Guardiola y Johan Cruyff.

Inmediatamente, Cruyff y TV3 promovieron aquel teatrillo de su renuncia como presidente de honor, haciendo creer a la opinión pública que Rosell lo había echado. Y luego Guardiola, además de desafiar al nuevo presidente renegando de Ibrahimovic, recién fichado por Laporta por 87 millones, fue rebelándose contra la nueva junta hasta dar un portazo de forma que, sin decirlo alto y claro, pues él es más de apuñalar por detrás, pareciera que se marchaba también acosado por Rosell.

Es verdad que Guardiola, al que Rosell hubo de consentir todas las tonterías y niñerías posibles, no le perdonaría nunca que le ofreciera el puesto a Tito Vilanova y que tanto el vestuario como la afición conectaran enseguida con un técnico verdaderamente de la casa, sin vedetismos, que en su lecho de muerte convenció a Messi para quedarse en el Camp Nou renunciando a ganar mucho dinero en cualquier otro club.

La otra horca que la oposición le puso en el cuello a Rosell fue por cumplir con la obligación de someter a la asamblea la reclamación de las pérdidas del anterior mandato. Laporta no lo hizo con Gaspart en 2003, pese a su promesa electoral de “levantar las alfombras”, porque había pactado con el ex-presidente cargarle sus propias pérdidas a cambio de indultarlo. Rosell, sin embargo, aplicó la ley, pues de otro modo los socios se la podían haber reclamado a su junta, y planteó la acción de responsabilidad a la que votó en blanco para no capitanear una decisión tan sensible socialmente.

A partir de ahí, el laportismo, cruyffismo y guardiolismo, también Jaume Roures, que habían perdido sus negocios gracias a la palanca del FC Barcelona, exprimieron estas tres cuestiones como hechos que habrían de justificar cualquier “matanza” posterior.

Lo ha descrito así, exactamente, uno de los ideólogos de ese entorno laportista, el ex-director del diario Sport, Ernest Folch, en un artículo de reacción a la entrevista de Rosell: “Sandro ha sido víctima de una terrible e injusta persecución judicial por la que merece toda la solidaridad, pero esto no le habilita para reinterpretar la historia en beneficio propio. Porque, quiera o no Sandro, él fue el presidente al que le dimitió Cruyff, al que se le marchó Guardiola (al que no supo motivar ni retener) y fue el presidente que impulsó, para luego votar en blanco, la vergonzosa acción de responsabilidad. Con él, el Barça perdió sus dos principales activos e institucionalizó la guerra civil blaugrana. Con esta hoja de servicios, mejor sería no autoproclamarse nada”.

Provoca verdadera risa, como si los mandatos de Núñez, Rosell y Bartomeu hubieran sido paréntesis de estabilidad y paz institucional y no de una guerra descarnada en contra de la junta desde todos los frentes.

Ernest Foch es la voz de su amo, la del laportismo dominante, intolerante, beligerante y predispuesto a cargar contra Rosell y contra cualquiera que les pueda arrebatar los privilegios y los chollos que posibilita el Barça.

¿De qué le sirvió a Bartomeu ganar un Triplete, hacer las paces con Cruyff siendo excepcionalmente generoso con su Fundación y levantando un estadio en su nombre además de dejarle vender su línea de ropa en la web del club? ¿De qué le sirvió desactivar y renunciar a la acción de responsabilidad o dejar entrar a Víctor Font en la asamblea…?

Peor aún que si los hubiera mantenido a raya y a la distancia de seguridad que el club necesita para evitar el saqueo y los peligros de quienes, como Laporta, necesitan exprimir los recursos del club para sus intereses. Las palancas son, en este sentido, otra forma de depredación y asalto en perjuicio del poco patrimonio que va quedando.

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