El “octavo hijo” de Jordi Pujol

Formalmente, el congreso de Junts x Catalunya (JxCat) celebrado en Argelers ha escogido a Laura Borràs como nueva presidenta del partido. Pero todo el mundo sabe que la actual presidenta del Parlamento tiene los pies de barro a causa del escándalo de corrupción que protagonizó cuando dirigía la Institución de las Letras Catalanas (ILC) y que su futuro judicial y político es tenebroso.
La acumulación de pruebas y las declaraciones de los testigos ponen a Laura Borràs al borde del abismo. La agonía de la presidenta del Parlamento acabará, inexorablemente, con su condena y su dimisión, que, mientras tanto, se resiste ferozmente a hacer efectiva.
Por eso, resulta sorprendente que JxCat la haya propuesto y la haya votado como nueva presidenta del partido, tomando el relevo de Carles Puigdemont. Parece que, fiel a su tradición, el partido continuador de la vieja Convergència, obligada a desaparecer por los numerosos casos de corrupción, haya escogido a Laura Borràs, precisamente, por sus prácticas corruptas. Lo llevan en el ADN.
La presidenta del Parlamento es un cadáver político. En este contexto, el indiscutible hombre fuerte de JxCat es y será Jordi Turull, elegido en Argelers nuevo secretario general y número 2 del partido. El ex-consejero de Presidencia, condenado y encarcelado por los acontecimientos del 1-O, es un pujolista frío y sin fisuras, hecho que confirma, más allá de los maquillajes cosméticos, el carácter genuinamente convergente de la nueva formación.
No nos equivoquemos: el referente de JxCat, con Jordi Turull como líder “in pectore”, ya no será Carles Puigdemont, cada vez más aislado y marginado dentro de su propio partido y, oficialmente, concentrado en la defensa jurídica de sus intereses personales y familiares en Waterloo y en el despliegue del etéreo Consell x la República que preside. Detrás la figura de Jordi Turull vuelve a emerger el “viejo conducator” Jordi Pujol, convertido nuevamente en el oráculo del nacionalismo conservador catalán, a pesar de los problemas de corrupción que han demolido su figura pública y que todavía están pendientes de juicio.
El heredero de Jordi Pujol tenía que ser su hijo Oriol, escogido, con este objetivo, secretario general de CDC en el congreso celebrado en Reus en 2012. Pero, al cabo de pocas semanas de su entronización, el heredero de la dinastía quedó apartado de la política al destaparse el caso de corrupción de las ITVs.
Esto provocó que Jordi Pujol desenterrara el hacha de guerra contra los poderes fácticos de Madrid, a los que consideraba culpables de la “decapitación” de su heredero político. Y es así –y no por otra razón- como arranca el proceso independentista. Una de las víctimas de esta “guerra de los diez años” ha sido el rey Juan Carlos I, forzado a abdicar antes de que no se hicieran públicos sus chanchullos y sus cuentas en paraísos fiscales.
Artur Mas, Carles Puigdemont y Quim Torra han sido presidentes “provisionales” e instrumentales que tenían como misión elevar la tensión al máximo para promover, entre bambalinas, que Madrid se viera forzado a conceder la absolución del clan Pujol. Lo han conseguido a medias. Eso sí, a expensas de desatar una dura represión judicial contra los líderes del 1-O y los independentistas de buena fe que se creyeron aquello de “lo tenemos a tocar”.
Diez años después, y amortiguado el terremoto procesista, es Jordi Turull -el “octavo hijo” de Jordi Pujol- quien coge las riendas del partido. Él ha hecho la “mili” en Convergència y ha prestado todo tipo de servicios –confesables e inconfesables- al “padre padrone”. Persona obediente y disciplinada, el nuevo secretario general de JxCat será quien comande la nave de esta formación, pero siempre supeditado a las órdenes que le lleguen de “las alturas”.
Jordi Turull tiene dos tareas inmediatas: deshacerse de Laura Borràs y de los “borrasistas” que hay en la nueva dirección de JxCat; y rehacer la red territorial del partido, muy maltrecha por las escisiones y el desaliento y amenazada por el efecto “mancha de aceite” de ERC. Esto, sin poder contar con el apoyo económico de la gran mayoría de las tramas empresariales que, históricamente, habían financiado al pujolismo y que han quedado muy escaldadas y quemadas por los graves efectos negativos que ha provocado la estrategia de confrontación procesista.
JxCat sale de su segundo congreso en Argelers muy debilitado. Sabe que tiene su prueba de fuego en las elecciones municipales del año próximo y que las encuestas le vaticinan, de momento, un fuerte revés. El problema de Jordi Pujol y de su heredero, Jordi Turull, es que Cataluña ha cambiado mucho en los últimos diez años. Los estragos del referéndum del 1-O se han girado, como un bumerán, contra sus impulsores, que han podido constatar el rechazo frontal de la Unión Europea y de la comunidad occidental al proceso independentista El descrédito del nacionalismo catalán ha dejado una pesada factura que ya veremos quién paga.
Para intentar salvar los “marrones” de la familia Pujol, Convergència quemó los barcos y se inmoló. Ahora, el viejo pujolismo vuelve a levantar cabeza de la mano de Jordi Turull. Pero, ya se sabe:  segundas partes nunca fueron buenas.

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