Porque pidió tantas medidas de seguridad para establecer el contacto on line que acabaron pasando de él. En otoño de 2017, coincidiendo con la celebración del referéndum sobre la independencia de Catalunya convocado por el gobierno de la Generalitat que presidía, Carles Puigdemont buscó el apoyo del Vaticano a su causa. Por eso, hizo llegar a la Secretaría de Estado del Vaticano, a través del empresario italiano Piergiorgio Bassi, su interés por contactar con su responsable. El número dos de esta Secretaría de Estado, Angelo Becciu, dijo estar dispuesto a escucharle. Entonces, Bassi explicó a Becciu las condiciones en que debía realizarse la conversación: Tenían que comunicarse mediante una llamada por Skype que Becciu recibiría en su piso particular y a través de un ordenador que le llevaría un personaje del que no se ha filtrado su identidad. Demasiadas complicaciones para un Vaticano que le dejó colgado y sin conversación por Skype.
Piergiorgio Bassi está rodeado de misteriosos personajes rusos. Entre ellos, Nikolai Savodnikov, el emisario que se reunió con Puigdemont pocas horas antes de que declarara la independencia de Catalunya y le ofreció el apoyo de 10.000 soldados rusos, 500.000 millones de dólares y una conversación telefónica con Vladimir Putin. La empresa de Bassi, PgB, facilitó a Savodnikov un visado turístico para viajar a Italia, en 2016. Lo justificó diciendo que era amigo suyo y que le conocía de cuando era consejero del ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov.
Puigdemont tiene unas amistades misteriosas y curiosas. Su fallida operación de acercamiento al Papa se ha sabido porque se ha hablado de ella en el juicio que se celebra en el Vaticano en el que se acusa al cardenal Angelo Becciu de estafa. Si el expresidente huido vuelve a contactar con la Secretaría de Estado vaticana no se encontrará a Becciu. El Papa lo apartó del cargo cuando estalló el escándalo que le afecta. Savodnikov ves a saber por dónde anda.
