El Sáhara Occidental, cuestión de política interna

Conferencia de Berlín 1884-1885. Las potencias europeas se reparten África. España llega tarde. Ya casi se han repartido el pastel. El imperio es ya sólo un recuerdo lejano, con Puerto Rico, Filipinas y Cuba como únicos reductos coloniales.

En el momento del colonialismo europeo en pleno auge, España se presenta a la conferencia mendigando un pedazo de la tarta. Logra finalmente que se le otorgue el norte de África, el Sáhara Occidental, una parte más al oeste de Marruecos (Ifni), y la mínima Guinea Ecuatorial continental más unas islas e islotes: Fernando Poo, Annobon y Corisco.

En la década de 1960, después de la olvidada Guerra de Ifni (1957-58), las Naciones Unidas reconocieron el Sáhara Occidental, territorio convertido en provincia española, y de poco más de 250.000 km2, como territorio no autónomo y que era necesario descolonizar.

En 1973 se funda el Frente Polisario (Frente Popular de Liberación de Saka-El-Hamra y Río de Oro), que desde entonces lucha con las armas contra el ejército colonial. En 1975, con el dictador agonizante, se firman los Acuerdos de Madrid, entre España, Marruecos y Mauritania, que establecían la creación de un ente tripartito de administración del territorio, pero no de soberanía. De hecho, la soberanía, a ojos del derecho internacional, sigue en manos españolas. Esto, relevante desde el punto de vista teórico, no tiene ninguna implicación práctica.

En febrero de 1976, España se retira del Sáhara, dejando en manos marroquíes y mauritanas la suerte de la población saharaui. Empieza la guerra, que gana el Polisario contra Mauritania, pero termina en un empate infinito con Marruecos. Mientras, decenas de miles de saharauis, al amparo de la autoproclamada República Árabe Saharaui Democrática, y bajo la protección de Argelia, se trasladan a la región inhóspita de Tinduf, al suroeste argelino.

En 1991, los saharauis y los marroquíes firman un alto el fuego, y establecen que el año siguiente se celebrará el referéndum de autodeterminación, con un nuevo censo basado en el español de 1974. Ahora bien, los sucesivos intentos de llevarlo a la práctica han fracasado. ¿Por qué? En primer lugar porque Marruecos ha incumplido de forma sistemática los acuerdos del Consejo de Seguridad. ¿Cuál ha sido la consecuencia? Ninguna. El país está bien amparado por una notable política exterior y diplomática, el apoyo de Francia y Estados Unidos, y la falta real de voluntad de imponer una solución al amparo del derecho internacional. En segundo lugar, el Frente Polisario probablemente no ha sabido explorar ni explotar a su favor los diversos vientos y ventanas de oportunidad que se le han presentado. Tercero, el terrorismo de raíz islamista ha logrado que Marruecos sea un aliado fundamental en la lucha contra él. Cuarto, Marruecos ha jugado hábilmente su política en relación a los movimientos migratorios, sobre todo la presión en las ciudades españolas de Ceuta y Melilla. Y hoy puede ser un elemento central en la producción y envío de energía limpia a una Europa excesivamente dependiente del gas ruso.

Para España éste no es un tema de política internacional, sino de política interna. Y es esto lo que hace distinta la consideración del conflicto en nuestro país. En primer lugar, hay que reconocer que España fue la potencia colonial y ocupante, y que el Ejército español se dedicaba a hacer fuegos de campo, como a menudo parece haber sido. En segundo lugar, la posición de España ha sido siempre, aunque acorde con las resoluciones de la ONU, débil. Coopera mucho y envía ayuda humanitaria en cantidades muy considerables, pero sin tener la fuerza suficiente para conseguir que los distintos planes de autodeterminación se ejecuten. En tercer lugar, ¿Marruecos ha tenido realmente en algún momento la intención de hacer un referéndum de autodeterminación? Quizás en 1991. Después ha dejado que el tiempo pase sin tener que hacerlo.

Quizás la puntilla a la celebración de este referéndum fue el reconocimiento, no revocado, por parte de Trump de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. La declaración de Alemania considerando el plan marroquí de autonomía como viable ha guiado a buena parte de la política de la UE sobre la cuestión. La resolución de Pedro Sánchez se enmarca en esta estrategia múltiple de control migratorio, lucha contra el terrorismo y creación de energía verde; de estabilidad regional, en una palabra. Ahora bien, ¿la ciudadanía española avala este guión reformulado?

Susana Alonso
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