Una de espías

La semana fue entretenida políticamente hablando por la guerra entre el presidente del Partido Popular, Pablo Casado, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Hacía tiempo que se venía hablando de la tensión entre ambos porque Casado teme que Díaz le quiera quitar la presidencia del PP. Que me pregunto yo por qué le puede hacer tanta ilusión a ella acceder al cargo que ahora ostenta Casado. Como máxima responsable de la comunidad madrileña trabajo no le falta.

A menudo tiendo a pensar cuando veo estas peleas internas en los partidos que son sobredimensionadas por sus adversarios de otras organizaciones políticas. Que desde fuera se fomentan y exageran estas rencillas para intentar que “se maten entre ellos”. En este caso, sin embargo, ha quedado demostrado que realmente había mal ambiente entre ambos.

Algunos medios de comunicación dicen que el aparato central del PP espía a Díaz Ayuso y ha descubierto que la Comunidad encargó a un hermano de la presidenta la compra de mascarillas en los primeros meses de la pandemia y se llevó una comisión espectacular. Díaz Ayuso sale y dice que nunca habría esperado que su propio partido intentara destruirla y ya tenemos el show organizado.

Cuando ya parecía que el PP iba a estallaría una reunión entre los dos afectados parece que devuelva la paz al partido. Casado dice que cierra el expediente que le había abierto a Díaz Ayuso por este contrato porque asegura que le han convencido las explicaciones que le ha dado la presidenta. Te quedas con la sensación de que más bien le ha convencido el sidral que se ha montado y el miedo a que el asunto se le vaya de las manos.

¿Ha terminado el espectáculo? Me considero de izquierdas (de esas que algunos etiquetan de ‘progresismo anticuado’) y, por tanto, no quiero que gobierne el PP. Pero me da pánico encontrarme algún día en la situación que vivieron los franceses de izquierdas cuando tuvieron que elegir entre Jacques Chirac y Marine Le Pen para presidir su país. Como que aquí no tenemos elecciones presidenciales a dos vueltas como en Francia, no nos encontraremos ante esa tesitura.

La política que obliga a elegir entre Guatemala y Guatepeor desilusiona mucho. Los que piensan que “cuanto peor, mejor” no contribuyen en nada a hacer progresar a las sociedades y a beneficiar a los colectivos más vulnerables.

Me apunto a las tesis de los economistas Anton Costas y Xosé Carlos Arias en su último libro ‘Laberintos de prosperidad’ (Galaxia Gutenberg). Proponen tejer un nuevo contrato social por una economía digital, verde e inclusiva.

Por ahí debería ir la cosa mientras Casado y Díaz Ayuso se lían a trompazos.

(Visited 85 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

HOY DESTACAMOS

Deja un comentario