Laporta trata de “resetear” el entorno otra vez tras la catástrofe de Múnich

Todo su aparato mediático, a la desesperada, se ha puesto a vomitar mentiras y manipulaciones para redirigir la culpa hacia Bartomeu y Koeman

Joan Laporta
Joan Laporta

Joan Laporta y sus energúmenos mediáticos han puesto urgentemente en marcha la maquinaria para, otra vez, dibujar un escenario ficticio que le dé oxígeno a Xavi, una especie de reinicio o “reset” que ahuyente y disipe las primeras conjeturas críticas, más que razonadas e indiscutibles, que ya apuntan a Joan Laporta como responsable directo y único de una pésima gestión deportiva desde su ascenso a la presidencia el 17 de marzo pasado.

Se trata de recuperar el mismo discurso de siempre: hacer recaer todos los males y desgracias del Barça, que hizo el ridículo en Múnich el miércoles pasado, en la figura de Josep Maria Bartomeu esta vez con el argumento de que si alguien tocó fondo en la eliminación de la Champions fue el proyecto de Bartomeu e incluso el de Rosell, pero en ningún caso tuvieron nada que ver ni Xavi ni Laporta.

Arranca, pues, otro embuste periodístico a lo grande que, unánimemente, trata de situar ahora el comienzo de una nueva cuenta atrás de la era Laporta-Xavi a partir del jueves día 9 de diciembre. Otra nueva hora cero que debería, desde ahora y para siempre, separar las consecuencias y el oscurantismo del pasado de Bartomeu justo hasta la derrota en Múnich de esta semana.

Solo desde ahora arranca de verdad otra etapa en la que tanto Xavi como el presidente del Barça, Joan Laporta, lideran un proyecto invariablemente con final feliz, un estilo de juego reconocido, fichajes y grandes logros.

Esa es la línea marcada y seguida de forma disciplinada por los diferentes articulistas del laportismo a modo de réplica urgente y reparadora a la frustrante y penosa imagen del equipo en esta mini-travesía en la Champions que tampoco ha sido muy diferente en la Liga, competición en la que Xavi ha obtenido unos resultados bastante por encima del juego.

Lo que más duele ahora mismo en el cuartel general del laportismo es que, después de un mes largo de haber cantado y alabado sin límite la reacción provocada por la llegada de Xavi al banquillo, ensalzado su nueva y revolucionaria metodología de trabajo en los entrenamientos, el cambio de chip mental del vestuario, positivo, la evidente transformación del juego, capaz de ejercer más presión, más efectiva, prolongada y organizada, además de un largo etcétera de parabienes y elogios desbocados, todos favorables y mecedores de esos bien ganados aplausos para el nuevo staff técnico, ahora resulta que todo ese montaje propagandístico debe ser borrado y sustituido por una nueva realidad.

Todo lo que ha pasado tras el aterrizaje de Xavi, al contrario de lo que se ha dicho y escrito, forma parte, de repente, de esa oscura herencia de Bartomeu, que no sólo aún provoca las peores plagas que asolan al barcelonismo, sino que sigue siendo la mano que mece la cuna de las catástrofes como la de Múnich. Increíble.

Personas inteligentes, instruidas, reputadas e informadas como el escritor Iu Forn, por poner un ejemplo del grado de control, totalitario y propagandista al más puro estilo de la mini-gestapo barcelonista en la que se ha convertido el entorno de Laporta, han debido escribir y firmar artículos deplorables, ruines, llenos de falsedades y de omisiones que sólo se explican y justifican por los intereses que el presidente del Barça se trae con medios como El Nacional.cat que dirige José Antich, a su vez responsable de seguir y de marcar la línea que sostenga, a favor del aparato soberanista, la credibilidad y el liderazgo de Joan Laporta.

Iu Forn, en representación de esa colección de escribientes al dictado de la causa, ha debido salir a defender el mal momento de Laporta como resultado de una gestión deportiva imprudente, sin sentido y arrogante, a golpes de inspiración y de esos estados emocionales cambiantes que tanto le condicionan el día a día.

Indocumentado en esto del fútbol, pero eficiente juntaletras, como él mismo se define, ha expuesto la situación azulgrana en un artículo verdaderamente impresentable: “Pero había que llegar a este punto y que todo el mundo viera como dieciocho años después el club no se clasifica ni para octavos de la Champions, que ahora habrá que jugar una competición a la que le han cambiado el nombre pero que es la Copa de la UEFA de toda la vida y que el panorama en la Liga es que se han ganado solo cuatro de los quince partidos jugados, el Madrid está a dieciséis puntos (¡DIECISÉIS!) cuando solo se han jugado 45 y se está a seis puntos de poder clasificarse para la Champions de la temporada próxima. Este es ahora mismo el Barça de Bartu, el que ha llegado hasta aquí. Final de trayecto. Ahora sí. Hacía falta una nueva derrota contra el Bayern de Múnich, esta vez no humillante, pero sí de baño de realidad y de impotencia manifiesta, para reconocer la realidad, asumirla y empezar la reconstrucción. Veremos si es posible conseguirlo y hasta qué nivel de éxito, cuando el mundo futbolístico ya es otro (…) La palabra es reconstrucción. Para hacer otro club a todos los niveles. Futbolístico, económico, de gestión, de organización, de estructura. Porque nada de lo que había hasta ahora sirve. Ha llegado la verbena de Sant Joan y va todo a la hoguera purificadora. Y, sí, estoy hablando del Barça, pero también hablo de este país nuestro que también está en vía muerta y que todos vemos devastado, aunque muchos todavía no lo quieran reconocer porque ahora mismo están situados en ayer miércoles a las 9 de la noche, dos horas antes del 3-0, y pensando que la clasificación era posible. La (gran) diferencia es que el Barça tiene un Xavi y el país no”.

Como todo el relato que se suministra desde el club a los amanuenses del laportismo, la verdad y el rigor son elementos volátiles, innecesarios en su realidad y del todo prescindibles, pues si existe un único culpable de haber echado a Messi y a Griezmann, de haber martirizado a Koeman y al vestuario con cinismo, insensibilidad y frivolidad durante ocho meses, de haber engañado a los socios con promesas todas incumplidas, ese es Joan Laporta y su banda, parecida a la que liquidó al Reus y lleva camino de fulminar al Barça.

El colosal embuste financiero y económico orquestado para multiplicar por ocho las pérdidas reales de Bartomeu, eludiendo, omitiendo y negando que el club dejara de ingresar 500 millones por la pandemia ha acabado siendo un ardid y una comedia que, con la ayuda del ventilador mediático, el socio y le entorno se han tragado.

Pero de ahí a afirmar, como ahora se pretende, que la marcha de Messi es culpa de Bartomeu, también la de Griezmann, y que el equipo está clasificado en la media tabla y eliminado de la Champions exclusivamente por la dirección técnica de Koeman media esa barbarie periodística que, se supone, ha de seguir escribiendo y reforzando a quienes llevan meses entregando y empeñando su firma, prestigio y salario a la figura de Laporta primero y ahora a la de Xavi. Debe ser la propia desesperación de toda esa legión de periodistas la razón por la que, de pronto, hay que poner, por no se sabe ya cuántas veces más, el reloj a cero otra vez.

Primero, cuando Laporta ganó las elecciones y el equipo viajó a París a remontar en los octavos de final ya se exaltó el efecto Laporta como la clave del éxito, teoría que se abonó cuando el equipo de Koeman estuvo a tiro de ganar la Liga. Sólo el vestuario sabe, sobre todo Piqué, quién se encargó de alterar la paz y unión del equipo para echar abajo todo el trabajo de Koeman.

Luego, otra vez un “reset”, al principio de la temporada, primero echando a Koeman y ratificándolo a los diez días.

Más tarde, redactando un contrato para Messi y a los pocos días admitir que todo fue una trampa. Volver a empezar con lo mismo, pero menos, porque Laporta nunca tuvo un plan y tampoco no quería traer a Xavi, que era el proyecto de Víctor Font, en aquel momento, sobre todo porque Xavi ambicionaba el mando absoluto del primer equipo, como así ha acabado siendo.

Y hasta que echaron a Koeman lo fueron criticando, Laporta y Masip ante la prensa, destrozando su autoridad y facilitando que los lobos de la prensa cazaran la presa.

Llegó Xavi para reiniciar el equipo, aunque eso fue después de ceder despreocupadamente el mando del equipo a Sergi Barjuan, que a duras penas le da para conducir el filial, durante dos jornadas de Liga (dos empates ridículos ante el Alavés y el Celta) y un partido de Champions. Más imprevisión y trivialidad, imposible.

Y no fueron decisiones tomadas por Bartomeu, ni echar a Messi, ni el resto de una cadena de fruslerías que ni Laporta ha querido explicar -como porqué no viajar a Qatar a abaratar la cláusula de Xavi o por quién y a cambio de qué fue pagada la rescisión al El Sadd- ni la prensa se lo ha exigido. Lo que sí hizo Laporta fue corear y bailar en la presentación de Xavi y afirmar que su sola presencia lo cambiaba todo, que el club recobraba la ilusión y la solvencia futbolística perdidas.

Todo era pura palabrería de una calculada y controlada explosión mediática en cada una de esas arrancadas y proclamas antes de otro banderazo de salida. ¿Cuántos más habrá ahora que Xavi se ha enfrentado a la realidad de un equipo al que no ha sabido motivar, dirigir ni ordenar? Se ha equivocado intentando volver al fútbol de hace diez años cuando él jugaba al lado de Messi y el Barça lo ganaba todo.

Como jugador ya le pasó lo mismo. Xavi era el más admirado de los centrocampistas desde que Van Gaal -no Cruyff- le dio la alternativa. Pero en sus muchos años de dar vueltas por la zona ancha sólo ganó títulos cuando estaban Rivaldo, Ronaldinho o Messi. Como entrenador ya debería saber que un Barça sin cracks es estéril, sea quien sea el presidente y el entrenador.

Otro fanático de las fantasías de Laporta, uno que se las cree todas, es el director del Sport, Lluís Mascaró, que escribía así sobre el primer partido de Xavi: “El Barça jugó una primera parte simplemente espectacular. Con intensidad. Con velocidad. Con presión. Con recuperación. Solo faltó el gol. Pero el equipo brilló como hacía mucho tiempo que no se veía. Trabajando solidariamente. Y con una mentalidad ofensiva propia de un conjunto campeón. La mano de Xavi se notó en la alineación (con Demir como extremo) y en el sistema (3-4-3). También en el corazón que le pusieron los jugadores. Sobresaliente Araujo. Sobresaliente Busquets. Sobresaliente Nico. Sobresaliente Gavi. Todo salió perfecto… menos el remate a portería. De ahí que se llegara al descanso con un injusto 0-0”, una crónica justificativa y entusiasmada, acorde con la magnitud del milagro que se estaba viviendo con la llegada de Xavi.

Tras el partido ante el Benfica (0-0) también se mostró positivo y optimista: “Ahora, Xavi deberá obrar su primera gesta como técnico. El partidazo de este martes bien merece el milagro”, escribió de cara a Múnich, ratificando ese estado de ánimo en la previa: “Xavi es optimista. Y transmite ese optimismo a todo el barcelonismo. Incluso a los jugadores, que claramente han superado esa fase depresiva que les ha atenazado durante demasiados meses. Se sienten mejores, más seguros, y eso se nota en el campo. Como se vio anoche ante el Villarreal. Xavi había pedido, en la rueda de prensa previa al encuentro, más atrevimiento a sus futbolistas, especialmente en ataque, en el último pase. El técnico estaba convencido de que esa verticalidad era la clave para acabar con la falta de gol. El tanto de De Jong (con incertidumbre incluida por la intervención del VAR) le dio la razón”.

Tras la trágica noche del Allianz Arena llegaron las lamentaciones y, siguiendo el dictado del aparato del club, la hora de iniciar la revolución: “La transición plácida que podía haberse efectuado con Messi en el campo tendrá que ser ahora traumática y sin el mejor jugador del mundo ayudando. El crack argentino, desgraciadamente, ahora está en París. Sigue marcando goles (lleva 5 en 6 partidos de Champions disputados con el PSG) y acaba de ganar su séptimo Balón de Oro. Es un despropósito que no haya acabado su carrera en el Camp Nou. Uno más de un Barça a la deriva…”

Mascaró se ha mostrado, como siempre, temeroso de la ira de Laporta y acobardado a la hora de señalar y acentuar la responsabilidad de ese ‘despropósito’ que supuso ahorrarse la ficha de Messi. Y no vale la excusa de que no había dinero, pues pudo quedarse si hubiera firmado antes del 30 de junio y aún después con la financiación rechazada del fondo CVC propuesto por Javier Tebas y bendecido por Jaume Roures.

Ironías del destino, ayer mismo LaLiga aprobó esos fondos de CVC con la ausencia y oposición del Barça, mientras Florentino asiste, satisfecho y regodeándose, a la imparable destrucción de su rival azulgrana por culpa de Joan Laporta, Eduard Romeu y Ferran Reverter, actuando como sus títeres desde el Bernabéu.

Nada es casual desde que Laporta le pidió el favor de la lona y otras ayudas inconfesables. Desde entonces, el Barça camina imparable hacia la peor situación interna de su historia mientras que todo lo que le pasa sólo beneficia al Real Madrid.

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