El gato Sánchez vuelve a caer de pie

Dicen que cuando se cierra una puerta, se abre una ventana. Con la crisis afgana, Pedro Sánchez parece haber abierto un ventanal. Haciendo crítica de su lenta reacción, no supo suspender las vacaciones a tiempo y compareció en alpargatas entre baño y baño para apagar el fuego afgano, escribía en este mismo espacio la semana pasada: «Conociéndolo (?), seguro que el presidente vuelve a caer de pie como hacen los gatos «, y añadía:» la expiación la puede encontrar en la evacuación y posterior política de refugiados «. Y, efectivamente, el felino Sánchez ha vuelto a caer de pie. Así, el socialista reaccionó tarde, pero bien, muy bien se atreven a juzgado algunos analistas. Tanto es así que los críticos hemos tenido que recular. Por ejemplo, durante los primeros compases de la crisis, cuando Sánchez aún se bronceaba en Lanzarote, Pablo Casado (PP) sacaba chispas. Luego, con la reacción posterior, las llamas han bajado la intensidad.

El líder español ha logrado captar la atención internacional con su gestión del conflicto afgano. Por ejemplo, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que hasta entonces la había ninguneado con una insignificante conversación de pie y deambulando de apenas medio minuto, le ha llamado por teléfono, y han hablado. Después, incluso se han podido escuchar elogios de la administración estadounidense referidos a Sánchez. Antes, fueron los socios europeos quienes ensalzaron el presidente español. La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, lo resumía en una frase: «España es un ejemplo de lo que es el alma europea». Unos elogios que llegan después de que Sánchez convierte la base de Torrejón en el centro de recepción de los refugiados afganos, desde donde luego se les distribuyen por Europa.

Así, Sánchez lo ha vuelto a hacer. El presidente español se ha especializado a reconducir circunstancias adversas. En 2016, dos años después de que ganara contra pronóstico un proceso de primarias contra Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias, se vio forzado a dimitir como secretario general del PSOE y después de diputado por no aceptar abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy, como le demandaban los factótums socialistas. Un año después (2017) recuperaría la dirección del partido tras imponerse en primarias a Susana Díaz y Patxi López. Otro año después, 2018, expulsaba a Rajoy de la Moncloa gracias a una moción de censura. Finamente, en 2020 ganaba las elecciones y volvía a ser investido presidente, gracias esta vez a un acuerdo de coalición con Pablo Iglesias (Podemos). Cae, se levanta, vuelve a caer, y se vuelve a levantar. Esta es la historia de un presidente por el que nadie daba inicialmente ni cinco céntimos, pero que, poco a poco, se ha ido construyendo como líder.

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