«Hay que aplicar las normas, de manera contundente»

Entrevista a Josep Marlés

Josep Marlés

Biólogo. Profesor de secundaria y bachillerato. Colabora en trabajos de investigación con el Instituto de Ciencias del Mar, de Barcelona. Ha publicado artículos en diversas revistas, coordinado libros de texto, y ha trabajado con la Universidad de Manitoba (Canadá), en el programa Onboard schools. Milita en el PSC, y forma parte de Federalistes d’Esquerres.


Centrales nucleares, más cerdos que habitantes, acuíferos contaminados, polución atmosférica, litoral hormigonado… No parece que la situación medioambiental en Cataluña sea para tirar cohetes

La situación medioambiental de Cataluña también es diversa. Ni está todo mal, ni todo bien. Ciertamente, hay cosas que habría que mejorar. La más importante la contaminación atmosférica, producto de la utilización de vehículos de combustión, centrada en las ciudades y los grandes núcleos urbanos que las rodean. Tenemos problemas de contaminación en la cosa, relacionados sobre todo con las ciudades que no depuran correctamente sus aguas residuales. No es el caso de Barcelona, que las depura bien, porque tiene mecanismos para hacerlo. Los depósitos pluviales de Barcelona recogen el agua cuando hay exceso de lluvia. Esta agua acaba pasando siempre por la depuradora. Cosa que no ocurre en otras poblaciones costeras que, cuando hay riadas, envían el agua directamente al mar y esto produce una contaminación muy importante por aguas residuales urbanas, que dura varios meses. Estos son los principales problemas, aunque es cierto que tenemos una costa llena de hormigón, porque en su momento las leyes no impidieron que esto acabara siendo lo que es.  También tenemos un problema con la utilización de los nutrientes agrícolas, que se acaban colando por los acuíferos.

¿Y de la percepción, la toma de conciencia, de esta realidad, cómo vamos?

Creo que la población, en general, se toma en serio los problemas de los cuales se entera, especialmente entre la gente joven. De mi contacto directo con alumnos, que tienen de 13 a 18 años, puede deducirse que son muy conscientes de la problemática que tienen, y de la que tendrán si no hacemos un esfuerzo para arreglar las cosas. También es cierto que determinados problemas medioambientales no llegan a la opinión pública, quizás porque se consideran menos importantes o, porque algunos, a nivel político, no tienen interés en que se conozcan. Ocurre, asimismo que, a veces, la opinión pública ve fantasmas. Por ejemplo, la contaminación producida por las centrales nucleares que prácticamente es inexistente. Otra cosa son sus residuos, que constituyen un problema a largo plazo.

¿La cría intensiva de animales, especialmente porcino, para consumo humano, constituye una cuestión especialmente preocupante en Cataluña?

En Cataluña es un problema importante, porque los purines no se eliminan como habría que hacerlo. Hubo un momento, hace unos años, en que se pensaba que esos purines se podrían utilizar para generar energía, pero se abandonó la idea, no se sabe muy bien porqué. Eso, claro, tenía un coste, que tenía una compensación por parte de las empresas eléctricas, los ganaderos o, en su caso, las Administraciones públicas. Creo que los purines pueden ser reutilizados, y que se debería trabajar para lograrlo.

Como al campo, tampoco al aire, el mar…, se les pueden poner puertas. Los problemas comunes exigen soluciones concertadas ¿Tiene algo que decir el federalismo al respecto?

Las autoridades locales tienen más facilidad para detectar problemas locales. El hecho de que sean los gobiernos municipales, de las comunidades autónomas o las regiones europeas, los que tengan competencias en este ámbito parece lógico. Pero cuando hay choque de intereses se complican las soluciones. En este sentido, la idea federalista es interesante, porque respeta la autonomía de los agentes, pero al mismo tiempo propone políticas de acuerdo, bien común y de compensación, en caso de que alguien pueda resultar perjudicado.

¿En tal sentido, se está avanzando en la concertación de grandes acuerdos, para, por ejemplo, proteger las aguas y las especies marinas?

En el Mediterráneo, se está trabajando intensamente en este sentido. A veces, científicos y pescadores tienen intereses contradictorios, pero están llegando a acuerdos importantes. Tenemos zonas que han sido arrasadas por sistemas de pesca no sostenibles, como el de arrastre, y porque hay una desprotección de los fondos marinos. Los propios pescadores se han dado cuenta de que esto no puede continuar así, y los científicos lo han demostrado. Utilizando submarinos especiales, se ha podio bajar a los fondos de los grandes cañones del Cabo de Creus y de las Islas Baleares, para estudiar in situ los problemas que originan determinadas técnicas de pesca. Hay más problemas en la costa catalana que en las Baleares, porque allí no se utiliza el arrastre con la intensidad que se hace aquí. Pero soy optimista y creo que podremos ir recuperando los fondos marinos.

¿Estamos asistiendo a un cambio de paradigma respecto a la relación de los humanos con la naturaleza, que nos lleva a ir apeándonos de esa interpretación del hombre como “Rey de la Creación”?

Me atrevería a decir que entre los jóvenes con los que trabajo, de 13 a 18 años, la conciencia de que esto no puede seguir así, que hay que cambiar, que el cambio climático es una realidad a la que no podemos cerrar los ojos, es generalizada. En clase, los problemas medioambientales se llevan la palma, hasta el punto de que el pasotismo no existe en este campo.

Parece, a veces, que la pelota medioambiental va del tejado personal, al institucional, al de las empresas… ¿Dónde empieza y donde termina la responsabilidad de cada uno?

Hay un hecho histórico en la concienciación medioambiental que es la Cumbre de Rio de Janeiro de 1992. De allí salió la idea de desarrollo sostenible, y el principio de “Trabaja localmente para poder conseguir soluciones globales”. Esto es muy importante. Cada persona tiene que hacer lo que pueda pera contribuir a solucionar los problemas medioambientales. Si nosotros separamos el plástico de otros desechos no va al vertedero. Y si separamos la materia orgánica, resulta más fácil de reciclar. Antes, hace 60 0 70 años, se hacía así. Yo vivía en una casa de payés, donde había vertedero para la materia orgánica, que se separaba de otros residuos. En los años 50/60 irrumpe el plástico y la moda de usar y tirar. Esto ha durado hasta que se ha visto que las cosas no pueden seguir así. Hemos de recuperar la conciencia de los abuelos, separando y reciclando los residuos.

Con la covid, todo se está tiñendo de verde. A veces de modo más aparente que real…

Hacer evidente la preocupación por los problemas ambientales es una técnica de marketing. Las empresas energéticas la utilizan y hay gente que se lo cree. También es posible que algo hagan. Si el marketing no tiene ninguna base, se acaba desenmascarando. Es cierto que se están intentando substituir algunas fuentes de energía muy contaminantes por otras que lo sean menos, aunque también tienen sus problemas. La energía eólica, que se está imponiendo, también es una fuente de contaminación paisajística importante. Las placas solares tienen una duración limitada y su fabricación requiere materiales escasos y valiosos. Pero es cierto que hay que hacer esfuerzos, porque si en estos momentos los ponemos en duda estamos obstaculizando desarrollos futuros. Si no nos movemos, vamos mal. Y tenemos que cambiar el paradigma de que podemos contaminar lo que sea necesario, porque es un precio que la naturaleza debe pagar para que nosotros seamos felices.

Hay quien dice que medio ambiente y una cierta forma de entender la democracia (laissez-faire, laissez-passer) no se avienen bien ¿Está llegando el momento de apretar algo más las tuercas a quienes hacen prevalecer sus intereses propios sobre los de carácter general?

Más que gobiernos autoritarios, hay que conseguir gente concienciada. El autoritarismo no es la solución, pero la autoridad si puede serlo. Se tiene que aplicar de forma contundente, porque la falta de autoridad genera problemas. Con la covid se han cerrado restaurantes de forma salomónica, y esto no me parece justo. Estuve en agosto en un restaurante en Barcelona. Éramos pocos y la mesa más próxima estaba no a dos metros sino a cinco. Lo mismo, otra vez, en la Vall d’Aran. Y una tercera en otra pequeña población que era un caos. A este hay que aplicarle las normas, de manera concluyente. Con estos protegemos a la gente que sí cumple. Decía Illa, con razón, que no tenemos suficientes policías para hacer cumplir las normas. Pero, si no hacemos que se cumplan, acabamos sufriendo las consecuencias todos.

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