«La mascarilla ha substituido al lazo amarillo»

Entrevista a Antonio Santamaría

Periodista y escritor. Ha colaborado en diferentes medios: “Diari de Sabadell”, “El viejo topo”, ”El Triangle”… Entre otros libros, es autor de Federalismo y República, Convergencia Democrática de Cataluña, desde los orígenes al ciclo soberanista, y Los nacionalismos.


A tres meses vista de las previstas elecciones autonómicas, ¿Qué dice el parte metereológico de la política nacionalista catalana?

Tenemos, a raíz del proceso soberanista, una sociedad extremadamente polarizada en dos bloques, que no son los de derecha e izquierda, sino los de independentismo y los de no independentismo, que atraviesa el espectro derecha-izquierda. Así, puede haber partidos de izquierdas que pueden ser independentistas y de derechas que lo son, y viceversa. Vivimos un momento de resaca del “procés”, sobre todo después de la fallida declaración unilateral de independencia y la aplicación del 155. El Parlament actual es producto de unas elecciones celebradas muy en caliente, cuando el electorado no independentista estaba muy movilizado, había en Madrid un gobierno de derechas… Ahora, la situación ha cambiado. Por un lado, la unidad de acción que había entre Junts pel Sí y Esquerra Republicana ha desaparecido. El propio Junts pel Sí se ha dividido. El PDCat va por un lado; Junts, de Puigdemont va por otro; Marta Pascal ha creado el Partido Nacionalista Catalán… Por otra parte, tampoco hay una hoja de ruta que, de algún modo, la había hasta 2017, y que consistía en convocar un referéndum de autodeterminación, proclamar la independencia y buscar un reconocimiento internacional. La cuestión de los presos es lo único que unifica al independentismo.

¿Y en la otra parte, la de las fuerzas no independentistas, cómo se prevé el tiempo?

En este ámbito es previsible que se produzca un cambio. En 2017, la primera fuerza política del Parlamento de Cataluña fue Ciudadanos, con millón y medio de sufragios y 27 diputados. Este resultado fue consecuencia del voto útil del electorado no independentista, con un voto prestado, sobre todo del Partido Socialista. Por tanto, es previsible que haya una bajada del voto de Ciudadanos y una subida del PSC. Otra cuestión es la de los Comunes, que juega a una especie de ambigüedad. No son independentistas, aunque los hay. Está por ver si electorado premiará o castigará su equidistancia. En definitiva, es muy difícil hacer previsiones. Mucho más, si a todo esto sumamos los efectos del Covid. En cualquier caso, son muy importantes, porque en ellas se está jugando la correlación entre los bloques. Un factor determinante será también la abstención. Hasta ahora, en las autonómicas catalanas había una alta participación de los nacionalistas, mientras sectores del electorado no nacionalista se abstenían. El “Procés” provocó una gran movilización del electorado no independentista y se llegó a porcentajes de participación del 80%, algo inédito. Habrá que ver si ese nivel se mantiene y, si no fuera así, hacia donde irá la abstención. Podría afectar al electorado no independentista, pero también al nacionalista, que se puede sentir frustrado.

Parece que el frente nacionalista catalán no está en su mejor momento, pero cabría preguntarse si, por ejemplo, ¿Podría resucitar, como Lázaro entre los muertos o, como el conde Drácula, adquirir la condición de muerto viviente?

Es arriesgado hacer previsiones, pero lo que si podemos es ver lo que fue hasta 2017. La DUI y el 155 fue el punto final del “Procés”. Hay que recordar que Esquerra y la antigua Convergencia llegaron a presentarse unidos a las elecciones. Ahora todo eso ha volado por los aires y, a cara de perro, batallan por ver quien consigue la hegemonía del movimiento nacionalista. Peor aún, si cabe, es la situación de los herederos del partido de Pujol. Se ha convertido en un espacio muy fragmentado, con ofertas bastante similares y, sabemos que la Ley d’Hondt penaliza esto. Hay también grupos catalanistas, no independentistas que podrían presentarse en coalición o, en algún caso, sumarse al PSC. Si ofrecen una alternativa atractiva podría llegar a tener representación parlamentaria. Se puede decir que, de alguna manera, el frente está roto, fragmentado.

¿En este contexto, que se puede decir del tercer tripulante, el Covid que, como Alien, se ha subido a la nave para complicar, aún mucho más si cabe, las cosas?

Hay que reconocer que el Covid es un factor muy importante, y con previsibles efectos políticos. No parece arriesgado pensar que pueda ser un factor relevante en el cambio de las prioridades, tanto entre el electorado independentista como entre quienes no lo son. Durante prácticamente una década, el discurso dominante del nacionalismo ha girado en torno a la idea de que si fuéramos independientes todo iría mejor. El Covid transforma este paisaje y plantea una nueva disyuntiva entre la ideología y el bolsillo. El Covid tendrá repercusiones económicas muy duras que, de algún modo, acabarán impactando en el escenario político. De hecho, ya se puede constatar que los lazos amarillos y las esteladas han prácticamente desaparecido del espacio público. La mascarilla ha substituido al lazo amarillo.

¿Qué dice la bola mágica del gobierno catalán que se podría conformar tras las elecciones?

La gobernabilidad de Cataluña va a ser muy complicada. No es descartable que las elecciones tuvieran que volver a repetirse, como ya estuvo a punto de ocurrir en 2015, cuando la CUP pidió la cabeza de Artur Mas. Se podría formar gobierno con diferentes combinaciones. La que más suena en estos momentos es una coalición entre Esquerra y los Comunes (que no tendría mayoría absoluta, pero que sería posible si se piensa que de alguna manera la estabilidad del gobierno de Madrid depende de ellos), con el apoyo de los socialistas, que dejaría gobernar con la vista puesta también en el Madrid. Otra posibilidad, que parece improbable, pero no se puede descartar es, si los números cuadran, es un gobierno con Junts, o con alguna otra familia nacionalista. Pero parece muy complicado repetir una fórmula que no está funcionando. Reeditar un tripartido no es fácil, no por falta de ganas del PSC, sino por el independentismo de Esquerra.

¿Y dónde encaja la figura de Puigdemont en este damero maldito?

Una parte del movimiento independentista y, sin duda, la formación que lidera Puigdemont, es una versión local de los nacional-populismos que están teniendo tanto éxito en algunos lugares de Europa y el Mundo. Un factor estructural, clave, de estos movimientos es la figura del líder carismático, independientemente de que tenga carisma o no. Los carismas también se fabrican. Hay que tener también en cuenta que, en el contexto del nacionalismo catalán, la figura del “President” está recargada de simbolismo, del que se ha apropiado Puigdemont.

Todo ello, convenientemente promovido por los medios de comunicación, de titularidad pública, y algunos de propiedad privada…

Para entender el éxito del movimiento independentista hay que tener muy en cuenta el papel de los medios de comunicación. Los dependientes de la Generalitat no pierden ocasión de publicitar a los líderes nacionalistas y, muy en particular, a Puigdemont. Cualquier gesto suyo lo sacan en portada. Pero la batalla entre los actuales socios de Gobierno en la Genealitat también se traslada a sus apoyos mediáticos. Se habló, por ejemplo, de la Terribas como número dos de la candidatura de Puigdemont. Lo hemos visto en la conversación de Rahola con Madí, en la que acusaba a Sanchís de ser demasiado de Esquerra. Y el problema tiene tintes estructurales. Durante el Tripartito se intentó modificar TV3 y resultó imposible. Eso está muy solidificado. Entonces, se decía, que Cataluña era el único lugar en el mundo en el que la televisión pública jugaba a favor de la oposición. Está tan impregnado este medio por la ideología que es previsible que, incluso con un cambio de Gobierno, las cosas seguirían igual. Con esa intención fue creada por Jordi Pujol, sin reparar en gastos, como nos cuenta el libro sobre Alfons Quintá, que acaba de salir.

El dinero europeo, la victoria de Biden, el anuncio de las vacunas…, parecen dibujar un horizonte algo más alentador, incluida Cataluña.

La salida de Trump del Gobierno parece indicar un cambio de ciclo en la política internacional, en el que los nacional-populismos habrían alcanzado su techo. En España, que parecíamos estar vacunados, contra la extrema derecha, aquí tenemos a Vox como tercera fuerza política en el Parlamento y al movimiento nacionalista catalán, en versión de populismo local.

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