El VOTO DE CENSURA DE LA VERGÜENZA (2008)

Se impidió la presencia de interventores de Oriol Giralt en las mesas donde el resultado fue irregular

Doce años después del voto de censura contra Joan Laporta (2008) el acta final sigue abierto a la espera de que alguien aclare las extrañas circunstancias en las que se desarrolló la votación, el escrutinio y las diversas irregularidades gracias a las cuales Joan Laporta se mantuvo en el cargo. Aún a estas alturas es un escándalo que, como la mayoría de las fechorías de Joan Laporta, gozan de una impunidad mediática y legal al amparo de un entorno muy poderoso, político y financiero.

La acción emprendida en aquel tiempo por el socio Oriol Giralt, un socio disgustado e indignado por la llamada autocomplacencia que había convertido el club en un escándalo permanente y el equipo en un despropósito de juergas infinitas lideradas por el propio presidente y miembros de su junta, consiguió que las firmas requeridas fueron holgadamente las suficientes para promover a votación final en un caluroso e inolvidable domingo de julio de 2008.

Previsoramente, el presidente y la junta se habían encargado de colocar al frente de la Mesa del Voto de Censura, órgano equiparable a la Junta Electoral y Mesa Electoral, a David Moner, entonces presidente de la UFEC y como tantos otros servidores públicos y altos cargos beneficiarios de la generosidad del Barça de Laporta a la hora de disponer de entradas y viajes con todo pagado en finales y grandes acontecimientos, además del tráfico de influencias propio de regímenes totalitarios como el del deporte catalán. Ya se ha explicado cómo el Tribunal Català de l’Esport llegó a archivar hasta tres veces la inhabilitación del presidente Joan Laporta por haber infringido gravemente los estatutos al no convocar las elecciones en 2006.

Llegado el día de la votación las previsiones eran de lo más pesimista para Joan Laporta. Aunque era necesario alcanzar el 66,6% de los votos contrarios, las sensaciones daban como muy posible llegar a ese grado de contestación. David Moner, convenientemente informado de ese peligro para Laporta y su junta, decidió que era posible asegurar la posibilidad de evitarlo llegado el caso. Moner dispuso que en una serie de mesas el promotor del voto de censura, Oriol Giralt, no pudiera haber interventores suyos, es decir, personal con la potestad de escrutar los votos y fiscalizar el proceso de voto. En su lugar, personal del club controló las votaciones en mesas donde, según testimonios, fueron incluidos en el censo personas no socios del FC Barcelona que pudieran ejercer el derecho a voto. Así, mientras que en el resto de las mesas el porcentaje superó el 70% de los votos a favor del voto de censura, en aquellas controladas por el club sin la vigilancia de interventores de Giralt ese porcentaje bajó lo suficiente para que la media final fuera del 60,60%, insuficiente, por tanto, para el éxito del voto de censura.

La reclamación de Oriol Giral fue rápidamente convertida en papel mojado, pues, aunque fue redactada y entregada a los pocos minutos, la Mesa del Voto de Censura, o sea David Moner, la consideró extemporánea. Tampoco hubiera sido efectivo cualquier otro recurso pues el Tribunal Català de l’Esport estaba igualmente bajo la efectiva supervisión de los organismos y estructura del deporte catalán de la época y de los intereses convergentes que había podido, por fin, tomar el mando del club per mediación de Joan Laporta.

Un sector de la junta dimitió en bloque pero los disidentes no tuvieron el valor ni la dignidad de explicar públicamente cómo se había defendido la continuidad de la directiva con trampas, manipulación y juego sucio.

Giralt fue la cara visible de ese intento de desbancarle que no solo logró reunir 9.473 firmas (de las que finalmente se dieron por válidas 9.145, un 97%) sino que ganó en las urnas (60,60% contra 37,75%), pero sin alcanzar el 66,6% de votos negativos necesarios para echar a Laporta.

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