‘Conspiracy Theory’

Sin duda, las teorías de la conspiración en torno a la Covid-19 son un lugar común, algo súper-dejà vu (como muchos de los que las rodean), pero los 666.000 resultados en español que aparecen en el buscador de Google referidos al tema o los 150 millones de norteamericanos que creen en alguna de ellas, bien merecen una ojeada.

Conspiracy Theory es una película dirigida por Richard Donner que cuenta la historia de una taxista de Nueva York que cree saber todo acerca de los propósitos secretos y asesinos de aquellos que nos acechan y quieren controlar el mundo, y ése es el tema de conversación con sus clientes. Con este fin también pone estos hechos en conocimiento de una joven abogada del Departamento de Justicia de los EE.UU.. Pronto ambos se verán envueltos en una conspiración en la que participan la CIA y el FBI.

Esto, en una situación como la que estamos viviendo, se replica como el propio virus, hasta alcanzar proporciones inconmensurables, de continente y de contenido. La Covid-19 da para todo. Desde la visión pseudo-maltusiana, que sostiene que como somos muchos tiene que venir la guadaña a aligerar la cosa, compartida seguramente por bastantes, hasta quien en Rodalquilar, por ejemplo, afirma que todas las tardes pasa un avión de los americanos y se lleva las nubes…

Comenta Slavoj Zizek, en su Pandemia, que Canal Uno, de la televisión rusa, dedicó un espacio fijo a las teorías de la conspiración en su principal programa de noticias. Con estilo ambiguo, parecía desmentir las teorías, pero dejaba en los espectadores la impresión de que había algo de verdad.  “Curiosamente -apunta Zizek-, la suspensión de la verdad real no elimina su eficacia simbólica”.

Sería apasionante indagar, como ocurre con el virus, en el origen y propagación de las teorías de la conspiración a él referidas. La casuística tendería al infinito. Sin ir tan lejos, todo bicho viviente, con perdón, estamos al cabo de la calle de las teorías que sitúan el origen de la pandemia en murciélagos y pangolines. A los que hemos cogido rabia, claro. Como en general, a todos esos seres vivos silvestres, que al parecer se venden en el mercado central de Wuhan.  Antes fueron los monos con el Ébola y las pobres vacas locas de Britania.

No están mal las teorías de la conspiración de las superpotencias, en lo que al grado de histeria se refiere. Donald Trump, que necesita con urgencia un enemigo creíble, ha tirado, cómo no, de China, a la que acusa de haber fabricado el virus para debilitar a los Estados Unidos de América. Su feligresía, abundante también por estos pagos, construye la idea de que son los chinos quieres han hecho esto para destrozar las economías de Occidente, comprar a precios de saldo sus empresas y así hacerse con el Mundo.

Resulta curioso el matrimonio tan bien avenido de la tecnología y el coronavirus. Ha habido decenas de casos por todo el mundo de aterrorizados ciudadanos que han atacado torres de antenas de redes 5G porque creen que son las propagadoras de la Covid-19. La cantante Keri Hilson, que tiene más de cuatro millones de seguidores en Twitter, apoya esta tesis, que incluye que Bill Gates tiene un plan perverso para desarrollar una "vacuna", que consiste en un chip con capacidad de monitorear nuestros movimientos. Todo ello, quién sabe, quizás parte del lobby global de personas electro-sensibles o de las compañías de comunicaciones que se ven amenazadas por la competencia de la nueva tecnología china. En cualquier caso, las redes ofrecen muchos recursos para la propagación de las teorías conspirativas, hasta el punto de que la propia red luce un perfil conspiranoide. 

El coronavirus lo trajeron los extraterrestres. Un clásico. El profesor Chandra Wickramasinghe, del Centro de Astrobiología de Buckingham, afirmó a principios de este año que una bola de fuego que cayó en el norte de China en octubre pasado es la fuente más probable de la Covid-19. Aquí, en la Tierra, dice el filósofo Santiago Alba Rico que hay teorías de la conspiración de derechas y de izquierdas que, cuando se convierten en conspiranoia, son tan reaccionarias como las que más.

Las conspiraciones tienen esa mística de lo invisible y, de algún modo, representan una falsa confirmación de superioridad, la del individuo que cree poder interpretar los mensajes que permanecen ocultos al resto y que, a él o a ella, le revelan cómo es la auténtica realidad”, dice Ignacio F. Vázquez, en su blog, datado el 20 de mayo en Washington DC. En fin, como su nombre indica, las teorías de la conspiración son solo eso: teorías. Algo, como las meigas gallegas, inexistente. Pero las conspiraciones, propiamente dichas, haberlas haylas.

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