El ministro de Sanidad, Salvador Illa, es a la vez el secretario de Organización del PSC. Cuando asumió el cargo en el ejecutivo español como cuota catalana de los socialistas, quiso mantener su responsabilidad orgánica en el partido. De hecho, tenía sentido, dado que el ministerio que ostenta tenía que ser uno de los que tenía que tener poca actividad y se tenía que dedicar más a la cosa política del engranaje entre los socios de la investidura de Pedro Sánchez.
Pero la Covid-19 se ha cruzado por el camino y, por suerte o por desgracia para él, a estas alturas es el ministro con más papel de la legislatura. En el PSC son conscientes que la gestión de la crisis del coronavirus podría acabar quemando públicamente la figura de Illa. Saben, igualmente, que Sánchez no le haría abandonar ni le dejará tirado, y que defenderá su trabajo por encima de todo.
En el PSC también entienden que el número dos del partido no puede ser alguien con dudas de legitimidad. Y por eso buscan ya un sustituto para la secretaría de Organización, por sí Salvador Illa tuviera que abandonar de repente, debido a la emergencia que provocaría una mala imagen por la gestión de la crisis del coronavirus.
