‘Borgen’, ‘House of Cards’ y el ‘procés’ catalán

El Personaje de Frank Underwood decía en uno de los capítulos de la ya mítica serie ‘House of Cards’: «No sé si lo han notado pero la política ya no es un teatro. Es el mundo del espectáculo. Así que montamos el mejor espectáculo de la ciudad». El corresponsal en Madrid del Financial Times, Tobias Buck, escribía a principios de 2016, Cuando la trama del ‘procés’ catalán experimentaba el giro inesperado del recambio Puigdemont: «Dinamarca tiene la serie ‘Borgen’, los EE.UU. ‘House of Cards’ y España tiene la campaña independentista catalana, una apasionante serie política con vueltas de tuerca sorprendentes y revelaciones de última hora tan inesperadas que sonrojarían a los guionistas de series televisivas».

‘Borgen’ es una ficción política de la televisión danesa que narra la trayectoria de Birgitte Nyborg, líder del partido de los Moderados y Primera Ministra de Dinamarca. ‘House of Cards’ es la adaptación de una miniserie británica basada en una novela de Michael Dobbs que recrea la trama política del congresista estadounidense Frank Underwood y su mujer Claire, dispuestos a todo para conseguir sus propósitos. El proceso catalán es el drama político de una región europea que busca la independencia empujada por la mitad (aprox.) de su población y enfrentada a un Estado, al que pertenece, con la indiferencia del continente del que forman parte.

La trama del Proceso catalán tiene todos los ingredientes de las mejores series de ficción: movilizaciones populares, represión policial, encarcelamientos, exilios… Nadie lo hubiera podido escribir con la perfección de la realidad. El serial podría empezar con el Estatuto de 2006, cuando en 2010 el Tribunal Constitucional lo dejar tocado de muerte. A partir de ahí, un nombre indeterminado de gente, in crescendo, se rebela y desentierra una vieja y hasta entonces minoritaria reivindicación: la independencia. Para certificar si la demanda es escasa o mayoritaria, los representantes políticos regionales de quienes claman secesión exigen sin éxito a los gobernantes del Estado un referéndum. A partir de ahí, entre la obcecación de unos y la cerrazón de los otros, el clima es va de haciendo irrespirable. El primer intento de referéndum termina en consulta y el segundo en represión policial; Después llegan los encarcelamientos y los exilios políticos. Todo, hasta las elecciones del 21 de diciembre de 2017…

A partir de ahí, ya entraríamos en el género de la ciencia ficción. Dicen los encuestas que ERC ganará los elecciones. No lo pongo en duda. También dicen, sin embargo, que tres de cada diez electores aún no ha decidido qué harán. Así, con este margen y con el trajín procesal que vive el conflicto, es difícil aventurar una predicción mínimamente precisa. Las incógnitas se amontonan: ¿saldrá el ex vicepresidente y candidato de ERC, Oriol Junqueras, de la prisión? No es una nimiedad. A un mes justo para la contienda electoral, cualquier movimiento es clave.

Sea como sea, las encuestas se empeñan en dejar las cosas casi como estaban (pero aquí el adverbio adquiere una gran importancia…). De momento, en el bloque independentista gana ERC, pero la concurrencia de Carles Puigdemont en una lista hecha a medida (Junts per Catalunya) podría equilibrar los fuerzas. No obstante, no variarían sustancialmente los equilibrios: los vasos comunicantes que forman ERC y JXC sacarían votantes de un lado para ponerlos en el otro y mantendrían el casi empate con el bloque unionista. También habrá que ver qué de suflé tiene la supuesta fuerza de Puigdemont. Como decía Adolfo Suárez cuando deambulaba por media España con el moribundo CDS bajo el brazo: «A mí la gente me quiere, pero no me vota».

En el otro bloque (constituciuonalista) habrá que ver quien gana la partida. Las encuestas hablan de un empate entre Ciudadanos y PSC (que, asimismo, empatarían con Junts por Catalunya). Parece que a Miquel Iceta le está dando fruto el pacto con la Unión más unionista y remonta el vuelo. Lo que parece confirmarse es que, en un escenario tan bipolar, la equidistancia de los Comunes cotiza a la baja. Por otro lado, el farolillo rojo del Parlament, hasta ahora en manos de los antisistema (CUP), se lo podrían llevar los populares; aspecto que tampoco sería banal. En cualquier caso, ya se sabe que en caso de empate todos los factores suman.

Como buen serial, todo es susceptible de giro, y el ‘procés’ catalán se ha ganado la merecida fama de ofrecer unas titánicas vueltas de tuerca que, como decía aquel, pueden enrojecer a los mejores guionistas.

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