Lluís de Val pudo demostrar que Joan Laporta era un tramposo

El promotor del histórico sello Manga Films, gran protagonista de una película sobre el poder en el club azulgrana y su lucha por enfrentarlo
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Lluís de Val, conocido cinéfilo, distribuidor y productor catalán a través del sello histórico Manga Films, murió este verano a los 63 años de un ataque al corazón. En su profesión, ligada al mundo de la gran pantalla, fue el protagonista extraordinario de una película barcelonista basada ciertamente en hechos reales, que condujeron el expresidente Joan Laporta a su caída y progresivo olvido social.

Así lo demuestra su frustrado intento de recuperar la presidencia en las elecciones del 2015 y, mucho más reciente, la asamblea ordinaria del 29 del pasado octubre, donde Joan Laporta y su corte mediática lanzaron una campaña para movilizar el voto contrario a la directiva de Josep Maria Bartomeu. Los socios, pero, aprobaron la gestión del actual presidente con una aplastante mayoría del 81,45% claramente en contra de la recomendación y el pusilánime intervencionismo de Joan Laporta.

En el proceso de pérdida de confianza y desgaste del gran poder que Joan Laporta llegó a acumular, Lluís de Val resultó una pieza clave desde que en 2005 asumió el papel de justiciero solitario contra aquel imperio laportista que parecía dominarlo absolutamente todo.

Fue en octubre de aquel año cuando le infligió el primer gran golpe a su imagen y prestigio como presidente al probar mediante documentos acreditados por el ministerio de Cultura la pertenencia de uno de sus directivos, y además cuñado, Alejandro Echevarría, a la Fundación Francisco Franco, una realidad negada persistentemente por Joan Laporta incluso en la asamblea de compromisarios del club. Finalmente, como consecuencia de esta mentira, Alejandro Echevarría tuvo que dimitir para salvar la cabeza de Laporta.

LÍOS DE FAMILIA

Alejandro Echevarría, hijo de Joan Echevarría, empresario y exponente de la derecha española más conservadora, acabó en la directiva del Barça por imposición directa de su padre y entonces suegro de Joan Laporta, casado con Constanza Echevarría. Conociendo las veleidades de su yerno, de quién había avalado y financiado la carrera profesional y barcelonista, así como su irresponsabilidad y descuidada moral familiar, puso a su hijo Alejandro para vigilarlo y controlarlo.

Alejandro Echevarría ni era socio del FC Barcelona ni le había interesado antes el fútbol lo más mínimo. Vivía de las relaciones con el círculo del poder político y económico heredero del anterior régimen, representado por personajes como su padre, pero también de las influencias y de las oportunidades de la galaxia pujolista y convergente. A pesar de que era experto en no dejar rastro, el foco del barcelonismo lo desnudó en un abrir y cerrar de ojos.

Tan pronto como se conoció la posibilidad del ingreso de Alejandro Echevarría en el FC Barcelona circularon informaciones sobre su pertenencia a la Fundación Francisco Franco. También sorprendió esta curiosa y estrecha convivencia entre alguien como Laporta, catalanista extremo e independentista, con un cuñado ideológicamente y políticamente en las antípodas.

Primero tuvo que darse de alta como socio del Barça en el 2003 y acumular la antigüedad mínima de un año exigida para ostentar el cargo de directivo, que no obtuvo hasta el 2004. Sin embargo, ejerció como jefe de seguridad en la sombra desde el primer día de mandato mientras Laporta negaba su presunta relación con la Fundación Francisco Franco.

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