Amigos de verdad

Gracias compañeros de la prensa libre mesetaria por aportarnos un poco de luz a todo este desconcierto. Gracias por habernos dado una razón que finalmente explique la obsesión de algunos catalanes por divorciarse de la madre patria después de tantos siglos de feliz y armonioso maridaje. Alguna explicación lógica tenía que tener toda esta ingratitud separatista y no estoy hablando de los supuestos agravios provocados por las balanzas fiscales o por los ataques a la lengua propia. Todo esto es pecata minuta, como lo es el comando policial dirigido por el ministro Torrente, también catalán pero de los buenos, y creado –con poca gracia, por cierto- para combatir al secesionismo ingrato. Finalmente he descubierto que la falta de amigos es la causa que nos vuelve a los catalanes independentistas.

Llego a esta conclusión después de leer la malévola información sobre el estudio Crisis, descenso social y redes de amistad que han hecho dos sociólogos para la Fundació Bofill y que ha publicado La sinRazón del comisario de policía honorario y periodista ejemplar, el también catalán Francisco Marhuenda. Asegura el rotativo con toda la mala baba del mundo que uno de cada tres catalanes reconoce que no tiene amigos de confianza y que la soledad aumenta cuanto más bajos son los niveles cultural y económico. Por lo que se ve, el 36% de aquellos que nos consideramos de clase obrera no tenemos ningún amigo de confianza y lo mismo pasa con el 34% de los que se definen como «pequeña burguesía». Un término que, por cierto, a mí me suena bastante demodé porque si alguna cosa buena ha tenido esta crisis sin fin es que ha conseguido simplificar la compleja escala social aborigen a pocos muy ricos y muchos muy pobres.

Según explica el diario del martillo de herejes separatistas y tertuliano honorífico, los autores del estudio aseguran que tener amigos de los buenos, de aquellos que duran toda la vida aunque te haya robado la mujer y la cartera en un momento dado, depende básicamente de las condiciones socioeconómicas y que el tópico tan gastado de una densa red de amistades de confianza en las clases bajas catalanas es mentira podrida. En este caso, lo que se estila más es sálvese quien pueda y sin pagar si puede ser. Sólo hace falta ver las manifestaciones contra la guerra en Irak, las diadas castelleras o las campañas de recogida de alimentos para constatar que a insolidarios, individualistas y egoístas no nos gana nadie. Qué le vamos a hacer.

A diferencia del resto de ibéricos, tampoco tenemos los catalanes la costumbre de hacer amigos de otras clases sociales. El pobre de Nou Barris tiene amigos pobres –si es que tiene- y el rico de Pedralbes tiene amigos ricos. La conclusión es bastante lógica: el pobre no puede tener muchos amigos ricos porque no puede costearse una intensa vida social y el rico no puede tener amigos pobres porque es normal que no quiera deprimirse y prefiera pasar las vacaciones en Formentera de fiesta en fiesta con sus amigos ricos. Sin embargo, lo mejor de la información es la fotografía que la acompaña. Salen nuestros dos presidentes Artur Mas-Carles Puigdemont en actitud distendida y diciéndose secretitos en la oreja como dos enamorados. ¡Qué agudeza periodística esconde esta elección! Lástima que Marhuenda no haya encontrado una imagen donde aparezca también Oriol Junqueras mirando con un ojo la calva incipiente de Mas y con el otro la todavía abundante cabellera de Puigdemont.

En medio del caos en que se ha convertido el mundo, con fallidos golpes de estado en democracias como la turca y emitidos en directo a través de las redes sociales, me consuela saber que la causa de mi desafección a la madre patria no es política ni económica como me había diagnosticado erróneamente mi médico de familia. La causa es que no tengo amigos de verdad. Si los tuviera, seguramente no me molestaría tanto que desde Madrid me pinchasen el teléfono o me hicieran vestir de lagarterana. Espero para acabar de convencerme de mi equivocación que La sinRazón se haga eco de un nuevo estudio que confirme que los catalanes que se sienten españoles son más felices. Lo puede ilustrar con una foto de Marhuenda con el ministro Torrente y su inseparable Marcelo sonriendo y enseñando los colmillos.

(Visited 49 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

HOY DESTACAMOS

Deja un comentario