La guerra entre el palco y el vestuario del Camp Nou no tendrá fin ni tregua

Los pesos pesados del equipo tienen que salir del club según la planificación deportiva
Messi, Busquets y Suárez

La batalla de fondo entre el vestuario y la directiva del FC Barcelona seguirá desarrollándose a lo largo de la temporada sin que nadie ni nada pueda promover una solución ni a corto ni a largo plazo. El conflicto se sitúa en una dimensión mucho más allá de los ataques que puntualmente pueda lanzar el vestuario contra la junta o de las presuntas cargas de profundidad, al contraataque, de la directiva. Lo que está en juego pasa por una revolución trascendental de la plantilla que, además de necesaria por una cuestión de edad y de estrategia de futuro, comporta un relevo generacional inevitablemente traumático para todas las partes: jugadores, afición y directiva.

Un grupo de jugadores como Messi, Suárez, Busquets, Piqué, Rakitic y probablemente Jordi Alba son los futbolistas que, según lo que está planeado, tienen que ir abandonando ahora la primera línea de juego en beneficio de futbolistas como Griezmann, Dembélé, De Jong o Ansu Fati, que tendrían que ser los titulares a partir de la temporada que viene. Hay dos motivos estructurales que justifican el estallido de este enfrentamiento y que coinciden en el tiempo: por un lado, la edad y el rendimiento de futbolistas que además han sufrido un gran desgaste, enfrentados a la exigencia de la alta competición, y, por la otra, la precariedad de la economía azulgrana, apremiada por la urgencia de rebajar la enorme peso de la masa salarial, actualmente por encima del 70% de los gastos del club si se cuenta también el volumen salarial del resto de las secciones.

Se calcula que sin Messi y tres o cuatro jugadores más el bruto liberado llegaría a la cifra de los 300 millones de euros si la temporada que viene se hubiera completado el relevo, es decir, el adiós a las vacas sagradas del equipo. Seria, indudablemente, un alivio imprescindible porque el Barça ha llegado al límite de sus recursos ordinarios con la perentoria necesidad anual de traspasar y ceder futbolistas por un importe superior a los 200 millones de euros. Los responsables financieros del club ya admiten y catalogan de hecho el negocio de la venta de jugadores y operaciones de cesión como una opción de ingresos recurrente y no como una cosa extraordinaria. Eso sí, contra el criterio de expertos que consideran esta estrategia no sólo peligrosa desde el punto de vista de la incertidumbre que supone cerrar este tipo de ventas, sino también, y sobre todo, por la incidencia cada vez más evidente contra la voluntad y los intereses de la planificación deportiva.

El croata Rakitic es un ejemplo estrepitosamente fallido de esta planificación, puesto que se daba por hecho que haciéndole sentar en el banquillo desde el primer partido y dándole a entender que no jugará en toda la temporada aceptaría marchar traspasado a la Juventus a primeros de septiembre. Sin embargo, se ha quedado.

En el caso de Messi la relación con la junta se ha degradado y ya le están invitando a irse poniendo a cuerpo descubierto una cláusula de su contrato por la cual queda libre el próximo 30 de junio. No parece gratuita la dureza con que los jugadores se han sido expresando, sino una forma de respuesta a esta maniobra de la junta para precipitar de alguna manera la regeneración del mejor equipo de todos los tiempos, que también es, a todos los efectos, el más caro de la historia. Tan y tan caro, y tan poderoso, que ya es del todo insostenible.

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