Empieza una campaña electoral rellena de mentiras y de trampas

La dura pugna entre Esquerra y Junts para obtener la primacía dentro del segmento independentista hace que sus candidatos desbarren con promesas imposibles

El candidat de Junts ha muntat el quarter general de la seva campanya a la Catalunya Nord

Los candidatos independentistas del 12-M han empezado una de las campañas más tramposas que se recuerdan. Sin nada nuevo a ofrecer, las propuestas estrella de los principales partidos se basan a lanzar brindis al sol, pero nada tangible. Los candidatos sacrifican la gestión por la espectacularidad y, a veces, por el espectáculo. Es una campaña de trampas, mentiras y un poco de imaginación, con la vuelta al lenguaje y a las propuestas de la época dura del procés.

Los partidos independentistas han retomado con una inusitada energía sus particulares rifirrafes, intentando delimitar el alcance del tablero electoral. Tanto el candidato de ERC, Pere Aragonès, como el de Junts, Carles Puigdemont, han escenificado varias comparecencias para anunciar a bombo y platillo supuestas propuestas que prometen materializar la próxima legislatura. Ni el uno ni el otro se dan por vencidos y los dos visualizan que la independencia de Cataluña está muy cerca, ajenos a sus propias limitaciones y obviando los reiterados incumplimientos de promesas similares que ya hicieron en el pasado.

El actual presidente, Pere Aragonès, escenificó una comparecencia en el Senado que no convenció ni a los suyos. La consigna en las filas republicanas es repetir hasta decir bastante que la única propuesta de futuro es la suya, la de un “referéndum pactado”, y esto llevó Aragonès en la cámara alta. El doble motivo de esta iniciativa fue marcar perfil propio y contrarrestar las periódicas comparecencias de Puigdemont en público ofreciendo titulares sensacionalistas. Aragonès repitió varias veces su promesa de tener el referéndum pactado al alcance de la mano, afirmación que también subscribió su segunda, Laura Vilagrà. Los motivos son de peso: ERC consiguió los indultos y contribuyó en buena medida a aprobar la ley de amnistía. Por el camino, el histórico partido arrancó algunas presuntas concesiones, como la negociación de un pacto fiscal, el traspaso de la gestión de la zona marítima por parte de los Mossos d’Esquadra o el control de fronteras en el puerto de Barcelona y en el aeropuerto del Prat. Por lo tanto, el referéndum está muy cerca, diga lo que diga el Gobierno español. Una mentira que, a pesar de que se repita mil veces, está lejos de hacerse realidad.

No hay nada atado ni firme, pero el candidato republicano lo vende como logros de ERC arrancados al PSOE. Su pretensión es poder ofrecer un perfil político más alto que Junts y ganarle la partida a Puigdemont. En realidad, Esquerra ha insinuado la posibilidad de rechazar los presupuestos de Pedro Sánchez si el Gobierno central no allana el camino para un referéndum. La debilidad del presidente español lo hace especialmente sensible a este tipo de presiones. Y los estrategas de Esquerra presionaran por este lado. Están dispuestos a dejar en la cuneta el PSOE si no se cumplen sus exigencias. Al menos, como un aviso para navegantes de lo que puede pasar: convertir la legislatura española en un infierno para Pedro Sánchez.

A Junts, los vientos que soplan son similares: los de Puigdemont ya avisaron de lo que pueden hacer al derribar la primera versión de la ley de amnistía. Votaron en bloque alineados junto a PP y Vox, y lo continuarán haciendo si Pedro Sánchez no se dobla a sus deseos. La política catalana tiene una moral muy laxa.

El globo hinchado de Anna Navarro

Puigdemont también ha vendido ya varias cosas que suenan a trampa. En primer lugar, presentó su número dos de la candidatura, la ejecutiva Anna Navarro, como una crac de las finanzas, vicepresidenta de una compañía líder de Silicon Valley, Procore Technologies, y la mujer más influyente del mundo en el sector de las telecomunicaciones. Esta información debe ser puesta en cuarentena, porque Navarro no es vicepresidenta de la multinacional, no está en Silicon Valley y, además, no es una crac de las finanzas. Es más: llegó a la compañía el 2021 y el año pasado Procore Technologies tuvo unas pérdidas de algo más de 200 millones de dólares sobre unas ventas de 960 millones.

Puigdemont también vendió otra moto cuando presentó su lista más transversal que nunca, cuando los partidos que escenificaron su apoyo al expresidente ya se habían presentado con Junts en anteriores comicios. Nada es lo que parece en las ruedas de prensa de Puigdemont. El empresario Jordi Roset, propietario de Petrolis Independients, empresa que cotiza en el independentismo, se atrevió a criticar el candidato de Junts: “A mí, Puigdemont me ha engañado tal como han hecho la mayoría de políticos procesistas. El referéndum del 1-O era vinculante y todavía estoy esperando que se haga efectivo su resultado después de más de seis años. Yo no tengo miedo ni construyo relatos, constato realidades”.

La última boutade de Puigdemont ha sido anunciar que volverá a Cataluña para la investidura del próximo presidente. En las filas de Junts se afirma que si entonces no está en vigor la ley de amnistía, el expresidente no pisará territorio catalán por el temor a ser detenido y encarcelado. El anuncio tiene una segunda carga de profundidad: avisó que, si no es elegido presidente, abandonará la política activa. Aunque en algunos sectores de Junts lo defienden enconadamente, en un amplio segmento del independentismo la desaparición de Puigdemont se ve como un alivio, porque en los últimos años ha transmitido la idea que Puigdemont vive y trabaja para Puigdemont, no para el partido que lo apoyó incondicionalmente. Desde los sectores críticos se le reprocha que un anuncio como el que ha hecho denota poco talante democrático, puesto que demuestra que no sabe perder.

Lo que se ha traslucido hasta ahora son las trampas de los principales actores políticos del independentismo. ¿Y por qué son, precisamente, los dirigentes soberanistas los que mueven ficha y no los constitucionalistas? Porque necesitan tensionar el ambiente y despertar a su electorado. El independentismo no solo compite entre sí, sino también con la abstención. Para sacar un resultado mínimamente honroso, tanto Puigdemont como Aragonès necesitan que se movilicen sus posibles electores.

Durante los últimos meses, el debate rey en todos los foros soberanistas era el de combatir la abstención. “Los profetas de la abstención harían bien de explicar su hoja de ruta. Que el nacionalismo español gane la Generalitat y nos residualice, hasta que estemos tan ahogados que votemos a quién nos prometa cualquier migaja nivel años 80. Qué necesidad de autolesionarnos”, alertaba Miquel, de la plataforma CNI Cataluña. También sostiene que “la abstención es la manera más tonta de perder”. Este conocido activista tiene claro que Puigdemont es un «mártir» y lo justifica diciendo que hubo más traidores después con la revuelta de Tsunami Democràtic el 2019. Además, dice que no engañó a nadie, sino que “se lo intentaron cargar políticamente con la traición del 30 de enero del 2018”. Es decir, con la investidura fallada.

“Yo tengo tan meridianament claro que votaré el presidente Puigdemont que no entiendo esta obsesión de tantos catalanes de complicarse la vida con experimentos”, asegura Miquel en las redes. Alerta, además, que “cada vez que Junts critica ERC, el independentismo pierde 500 votos. Hacen mucha grima”, y por eso recomienda: “Calma, juntaires empedernidos. Teniendo el presidente Puigdemont es estúpido criticar a ERC. Lo que tenéis que hacer es preparar la casa para el huracán Puigdemont y no entreteneros a criticar la izquierda ramplona”.

Puigdemont hace la guerra por su cuenta. Vicent Partal diseñaba un panorama inquietante el 7 de abril pasado, al escribir en su digital Vilaweb que estas “no son unas elecciones normales, regulares, como cualquier otras”. Y aprovechaba para asegurar que “Puigdemont ha tenido de manera simultánea dos instrumentos políticos activos: su partido, Junts, y el gobierno legítimo de Cataluña, encarnado finalmente en el Consell de la República”. Confundir el Consell de la República, donde solo cuentan los amigos de Puigdemont, con el “gobierno legítimo” es poco menos que una aberración política falta de cualquier cimiento lógico y democrático. Pero denota el universo paralelo en que se ha instalado el círculo más próximo al candidato de Junts.

Partal dice que Puigdemont “ha hecho una alianza con siete partidos pequeños que le sirve para escenificarlo”, y acaba reconociendo que es una lista “de Junts, claramente renovadora de su partido, con muchas caras jóvenes, pero esto no es ningún frente, no es ningún movimiento, no va más allá”. El editor coloca a Puigdemont en un nivel similar al mesías que puede salvar Cataluña: “Habrá que ver, pues, qué campaña hace Puigdemont y dónde hace hincapié. Sin perder de vista, pero, que de entrada tiene a favor un factor que no tiene nadie más: adopte la posición que adopte, diga qué diga y haga el que haga, para los españoles, y para los europeos, él encarna el octubre del 2017 y significa por lo tanto la confrontación. Y, en consecuencia, su derrota o su victoria no se leerán en ninguna parte en clave de persona o de partido y basta, sino en clave nacional”.

En realidad, Carles Puigdemont se puso al frente de la candidatura porque las encuestas daban a Junts poco más de 20 escaños, cosa que habría supuesto el hundimiento definitivo del proyecto posconvergente. Con Puigdemont al frente, el partido ha remontado en las encuestas, pero está por ver si puede acercarse a ERC o si una parte importante de sus votos se van hacia otras opciones, como Aliança Catalana, de Sílvia Orriols, o incluso Alhora, de Clara Ponsatí.

Un activista a quien se escucha con atención en los foros independentistas, Albert Pereira, arremetía contra Puigdemont cuando este aseguró que “me presento no para gestionar una autonomía ni para hacer de gestor de una administración estatal. Me presento para culminar lo que empezamos el 2017. Es la responsabilidad que quiero asumir”. El activista le responde que “el máximo responsable de no culminar el 2017 (por incomparecencia) dice que ahora que sí que culminará, pero que –ay las!– ‘no se dan las condiciones’… que sí que había el 2017. Credibilidad cero”. Pereira radiografía después la naturaleza oculta de la campaña electoral: “Puigdemont habla de ‘culminar lo que se empezó el 2017’. Aragonès se comprometió a ‘culminar la independencia’ cuando fue investido. Junts y ERC se asemejan incluso en la semántica”. Para entendernos: trampas, mentiras y un poco de imaginación.

*Puedes leer el artículo entero al número 1572 de la edición en papel de EL TRIANGLE

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