La figura de Xavi centra la polémica y una agria batalla entre el laportismo

Tras haber señalado al guardiolismo como su principal enemigo y causa de su 'dimisión', el periodismo discute los méritos de la reacción del equipo y si debe continuar en medio, otra vez, de la ambigüedad de un presidente sin alternativas

Xavi, arribant a l'estadi del Cadis - Foto: FC Barcelona

La temporada azulgrana se enfrenta esta semana a un doble test de Champions y de Liga que solo será definitivo en función del éxito de los dos partidos del equipo de Xavi frente al PSG en la competición continental y frente el Real Madrid en el Bernabéu. El escenario y las circunstancias serán idénticos a los actuales en caso de cumplirse las extraordinarias expectativas que lo envuelven en este momento de euforia y confianza ilimitada, si se confirman el pase a semifinales de la Champions y una victoria en el clásico, dándole a la Liga una vida extra de cara al tramo final del curso.

En conjunto, un panorama impensable cuando ese mismo equipo, desesperante por su desorientación e incapacidad para dar la talla en la Liga, la Supercopa y la Copa del Rey, muy tocado después de acabar pésimamente la liga previa de la Champions, forzó la dimisión anticipada de Xavi y la admisión, por parte del presidente Joan Laporta, de que si no fuera por lo que representa Xavi, lo habría destituido. “Laporta es un fenómeno, es el mejor presidente de la historia del Barça”, fue la entusiasta y cariñosa respuesta del entrenador.

La versión más paranormal de este Barça tan decepcionante hasta el mes de febrero, que inicialmente venía de ganar la Liga el año anterior y se había reforzado para dar un paso de gigante en su regreso entre los grandes de Europa, se ha proyectado y consolidado tras ese episodio surrealista de renuncia del entrenador y la adopción de cambios en el equipo que lo han transformado realmente, al menos en comparación con la misma versión que llegó a tocar fondo frente al Villarreal en casa y provocar el adiós de Xavi.

Laporta, sin margen salarial ni alternativa para el banquillo, no hizo lo que le pedía de verdad el cuerpo, que era mandar a Xavi y a su staff al mismo destino que los canapés, mientras que Xavi, liberado de la presión que él mismo se había impuesto, decidió la titularidad de Pau Cubarsí y de Lamine Yamal provocando un cambio radical en la solidez de la defensa, irregular y nerviosa, además de abrirle a la delantera nuevos horizontes y frescura. Cambios que han demostrado, por otra parte, la innecesaria búsqueda de centrales y que, jugando de otro modo, Lewandowski puede dar más de sí y Raphinha abandonar la banda, donde ha demostrado más bien poco futuro.

En medio de esta atmósfera de crecimiento del equipo y de ensoñación y entusiasmo barcelonista ante la posibilidad de ganar Liga y Champions que se ha apoderado del barcelonismo, las tertulias y los debates han provocado verdaderas batallas campales entre los periodistas dolidos por el ataque de Xavi al gurú del guardiolismo, Ramon Besa, y a todo lo que representa ese gran lobby y quienes ahora quieren presumir y ponerse medallas por haber seguido leales hasta el final a la doctrina y el credo de Xavi, mérito que responde bastante más al seguidismo y sumisión al laportismo que a una verdadera fe en las habilidades de Xavi como entrenador.

La polémica se agría cuando unos defienden que Xavi dispone de una plantilla extraordinaria, que no había sabido aprovechar, y otros que precisamente si Xavi se desmarca y se quiere ir es porque Laporta ficha lo que él quiere, por ejemplo, a Vítor Roque y Joao Félix, y no lo que el equipo necesita, como un mediocentro capaz de la altura de Sergio Busquets.

Curiosamente, ya nadie, ni Xavi, reivindica ese fichaje pendiente porque Cubarsí, además de ejercer de central como Puyol y colocarse de bien como Piqué, muchas veces simplifica el fútbol azulgrana limpiando la jugada y atravesando el medio campo contrario sin tanto toque, con un buen pase y esa visión suya de la jugada, privilegiada.

¿Por qué no jugó Xavi esas cartas antes cuando el equipo lo necesitaba? Solo él puede responder a esa pregunta con honestidad y una racionalidad que, por cómo han ido las cosas, difícilmente se van a dar, pues tan responsable era Xavi de la pésima temporada realizada como ahora de haberla enderezado sin que, por otro lado, sea comprensible la no menos cambiante actitud y rendimiento de los jugadores antes y después de la dimisión de Xavi.

En susurros, hay quien habla de autogestión en el vestuario. Es decir, de cambios aportados por la propia plantilla a la hora de fijar posiciones, roles y funcionalidad que han dado mucho mejor resultado que la tozudez de Xavi de querer jugar al estilo de antes, al de Messi, Busquets, Alba, Piqué y compañía. Es verdad que los jugadores, ciertamente dolidos por las críticas, celebran sus goles sin un gesto explícito de solidaridad con el banquillo, con quien, por encima de todo, está considerado una buena persona, amable y dialogante.

El conflicto y la controversia en torno a la figura de Xavi tienden a agravarse en adelante a causa de estos ismos mediáticos y de la ambigüedad e improvisación de la junta, que no sabe exactamente por donde tirar, pues Laporta ha pasado de filtrar a sus periodistas de cámara el ranking de los posibles sustitutos a suscribir una especie de campaña enfocada en seducir a Xavi para que se lo piense.

Es la típica actitud cobarde de Laporta, que no hace ni tres meses suspiraba por relevar a Xavi y sentar a Rafa Márquez en el banquillo, una maniobra que tampoco hay que descartar en verano y que hasta hace poco era una opción incluso para este final de temporada. Laporta se deja llevar, lo mismo la emprende con los canapés, cabreado con Xavi, que manda a sus vicepresidentes a rogarle que se quede.

A la pregunta de ¿qué hacer con Xavi?, la respuesta la marcarán los resultados y aún más que eso, a estas alturas, la extraña y preocupante sensación de que, pase lo que pase, se generará una enorme duda en torno a su figura, empezando por si él mismo se equivocó borrándose y admitiendo su incapacidad para ir más allá con este vestuario. El Barça, desde luego, tiene complicado ganar la Liga y también la Champions, aunque muy cerca, casi a tocar de los dedos, dejar un extraordinario sabor de boca a final de curso por estar compitiendo por los dos títulos grandes.

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