‘La Vanguardia’ destapa el peligroso populismo financiero de Trump y de Laporta

El jefe de economía del medio de más influencia en la sociedad catalana compara la irresponsable y ruinosa operación de Barça Studios del presidente azulgrana con al fracaso de Trump en la capitalización de sus redes sociales, que ya han perdido 5.000 millones de dólares

Joan Laporta

No es frecuente que una publicación con el peso e incidencia en el social-barcelonismo de la ciudad como La Vanguardia, que giró abruptamente contra Josep Maria Bartomeu cuando las fuerzas soberanistas, el gobierno de la Generalitat y el eje Carles Puigdemont-Joan Laporta se alinearon con la finalidad de recuperar el Barça, le haya puesto la proa a la gestión de la actual presidencia, denunciando sus majaderías financieras, especialmente la operación Nasdaq sobre la capitalización de Barça Studios. El ataque directo y a la yugular lo firmó el propio jefe de la sección de economía de La Vanguardia, Manel Pérez, bajo un titular revelador y sugerente, «Donald Trump y el Barça», que en realidad compara a Trump con Laporta por su afición común a la economía especulativa, la falta de escrúpulos, la adicción a la opacidad, la alergia a la transparencia, la marcada inclinación al populismo, y por jugar siempre atrevidamente al ataque, dando siempre por hecho que las masas tienden al borreguismo, la sumisión y el conformismo, factores que a menudo se confunden con el efecto de un liderazgo.

Sorprende la dureza del artículo por la diáfana claridad y contundencia con la que compara la desesperación económica de Donald Trump, que le ha llevado a intentar una trágica aventura bursátil, con la de Laporta en la macabra y absurda maniobra de capitalizar Barça Studios por 1.000 millones dólares, a día de hoy una sociedad que factura apenas medio millón y que no ha atraído la inversión de absolutamente nadie, apenas 40 millones de los 200 millones necesarios para, por lo menos, ajustarle las hechuras de un traje decente para salir a pasear por el mercado tecnológico del Nasdaq.

«Trump tiene un lío tremendo tras colocar en bolsa su red social Truth Social. Hundimiento del valor y pleitos cruzados. Una operación especulativa que también es la elegida por el Barça de Joan Laporta para colocar su filial digital», empieza describiendo la realidad de ambos, acuciados ambos por problemas económicos «el primero en su grupo empresarial y por las demandas de la justicia de su país; el segundo, al margen de su desconocida situación patrimonial privada, por las estrecheces financieras del club que dirige». Se refiere a ellos como «Personalidades ambas con gran relevancia mediática y adorados por amplios sectores sociales en sus respectivos ámbitos de actuación: la política y la gestión deportiva. Los dos, ya es casualidad, han recurrido a idéntico salvavidas para hacer frente a esas angustias. Una vía que pocos eligen y que se ha llevado a la práctica en un reducido número de ocasiones, pues se trata de un procedimiento completamente desacreditado incluso en Wall Street, la meca de la más desaprensiva ingeniería financiera. Veremos los motivos, que seguro conocía Trump y que también se le transmitieron a Laporta y sus compañeros de junta antes de embarcarse en la aventura. Se trata -lo define- de dar un pelotazo por la vía rápida en la bolsa de Nueva York. Trump ya lo ha puesto en marcha; Laporta se ha quedado, hasta el momento, atascado en el camino. El primero ha conseguido colocar en bolsa Trump Media and Technology Group, que incluye su red social particular Truth Social (siete millones de seguidores), una empresa que facturó poco más de 4 millones de dólares en el último ejercicio cerrado, el de 2023, valorándola en nada menos que 10.000 millones de dólares. Laporta, más modesto, ha intentado hacer lo propio partiendo de una filial llamada Barça Studios, con ventas de 0,5 millones de euros, y que se pretendía que debutara en bolsa con un valor de 1.000 millones de dólares».

Según su punto de vista experto este tipo de solución de emergencia, es «una salida relámpago a la bolsa que no requiere ni valoraciones externas, ni exámenes, autorizaciones o inspecciones de los reguladores de los mercados. Se busca una sociedad sin actividad, una cáscara vacía, SPAC en el lenguaje del mercado, que ya cotiza en la bolsa, para fusionarla con la actividad que se quiere inflar como si convirtiera en oro todo lo que tocara. Es una especie de autovaloración que luego el mercado ratificará o no, pero que de entrada se puede apuntar en los libros contables como si fuera real».

Otra cosa es la respuesta del mercado, su credibilidad, ese es el verdadero examen. «Ni Trump ni ninguno de sus socios en ese tinglado -aclara- ha podido vender acciones, pues una de las limitaciones de ese ventajoso sistema de marcha triunfal a la bolsa obliga a mantener los títulos al menos seis meses a los accionistas iniciales. Así que tal vez, cuando llegue esa oportunidad de venta, al magnate en decadencia devenido en político populista no le quede ni un dólar de plusvalía. Esa es la apuesta de los inversores que merodean apostando de manera casi unánime (a corto, según el argot bursátil) a una sostenida caída en picado de su precio». Desde su estreno, las acciones se han desplomado, de 80 dólares de salida a 40 dólares, del mismo modo que su capitalización se ha rebajado a 5.500 millones de dólares tras darse a conocer la realidad de su facturación y el reconocimiento de 58 millones de dólares de pérdidas en 2023.

Laporta montó un tinglado parecido. «El Barça, aun sin haber llevado a buen puerto la operación -relata- ya se ha atragantado con el asunto. Para el primer paso, hacer saltar la valoración de Barça Studios de los 150 millones que un informe externo había establecido como hipotético valor máximo, a los algo más de 400 que aceptaron fijar los dos socios iniciales, Socios.com y Orpheus, una sociedad del magnate audiovisual Jaume Roures. Compraron el 49%, aunque solo desembolsaron 20 millones, en una operación instrumental que buscaba marcar un valor y elevar el listón del fair play de la Liga para inscribir jugadores. Para el siguiente paso, alzar la tasación hasta 1.000 millones, ya vendrían otros socios a tomar el relevo».

Las expectativas de la artimaña de Trump se han complicado, pues «a los pocos días de cotizar en el Nasdaq, Trump demandó a los accionistas propietarios de la sociedad instrumental que ya cotizaba y con la que había fusionado su red social. Los otros dos socios, a su vez, presentaron otra demanda contra su volcánico compañero de negocios. Un compendio de los problemas habituales en estas operaciones corsarias: opacidad, especulación peligrosa, elevada litigiosidad y riesgo económico incontrolado».

Laporta se ha empantanado incluso antes de empezar, pues el regulador no le ha permitido arrancar por la sencilla razón de que Barça Studios ni siquiera ha conseguido capitalizar ese 49% puesto a la venta por 200 millones desde verano de 2022. Al contrario, el impago acreditado asciende a 40 millones, que puede incrementarse hasta los 60 millones más si el 15 de junio no aparece un inversor de estos a los que Laporta alude recurrentemente cada vez que se le pregunta por ese poco sin fondo.

«El problema -concluye- es que esos nuevos inversores, tal como aparecieron se han esfumado desde hace ya tiempo. El club anda ahora desesperado buscando un relevo, pero la cosa se presenta difícil. Seguro que las desventuras de Trump no son una buena tarjeta de presentación. Y Laporta ya apuntó el año pasado en las cuentas del Barça 400 millones de Barça Studios. Si no hay nuevos socios, ese valor se desvanece y se convierte en una pérdida. El agujero sería descomunal. En fin, Laporta y Trump comparten parecidas tribulaciones».

La elocuencia periodística, más allá del análisis, invade y anula esa franja de protección y de perenne adulación editorial concedida por La Vanguardia a la figura de Laporta desde meses antes de su reentrada en la atmósfera barcelonista, una empatía sin fisuras que solo había decaído parcialmente, por parte de la sección de deportes, a causa de la decepcionante temporada del equipo a lo largo del otoño y del invierno. La pésima gestión de la crisis por parte de Laporta y de Xavi había cosechado las primeras y contundentes críticas desde su llegada al cargo en marzo de 2021.

Lo que se adivina detrás de este artículo intencionadamente duro y directo es la posibilidad de que el beneficio de la inmunidad laportista administrada por el diario del Grup Godó haya empezado a quebrarse, en parte también porque el resto de las fuerzas políticas implicadas en su protectorado, según algunas informaciones y rumores cada vez más ruidosos, ya empiezan a sospechar que el actual presidente azulgrana está hoy más cerca de ser un problema que una solución. Un escenario de debilidad que, de confirmarse, se complicaría agudamente, por la naturaleza de la dinámica azulgrana, si los resultados no fueran lo bastante extraordinarios como para barnizar ese cuadro dantesco de la economía azulgrana. La militancia de Trump y de Laporta en la misma paranoia bursátil, polémica, desacreditada y con la única finalidad de embaucar a los inversores y a la opinión pública, al menos desde el observatorio de La Vanguardia, no son buenas noticias para el presidente del Barça. Más bien todo lo contrario. Es un serio aviso de estar caminando peligrosamente por el alambre del resultadismo.

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